CARLOS IBARRA GUTIÉRREZ/ PÚBLICO
Paco Ignacio Taibo II, escritor y director del grupo editorial del Fondo de Cultura Económica, nacido en Gijón en 1949, se ha dejado ver por Madrid para promocionar la serie Belascoarán, producida por Netflix. La saga de novelas negras sobre el detective más conocido de México dio el salto a las pantallas el pasado 12 de octubre.
La editorial Reino de Cordelia ha publicado recientemente las cuatro primeras aventuras en un primer tomo. El segundo estará disponible en febrero para aquellos que no puedan esperar a la próxima temporada en la plataforma de streaming.
Además de hablar de sus novelas y de la serie, el escritor ha hablado con Público, desde la mirada social y crítica que le caracteriza, sobre la violencia machista, el narco y la corrupción policial, entre otras cuestiones.
Vivimos en la era de la tecnología. En la era de no poder vivir sin el smartphone. ¿Qué papel desempeña hoy en día la literatura?
Es el mismo que ha venido desempeñando a lo largo de los siglos. Hay un nivel de profundidad en la información que recibes que no aparece en la información cotidiana de los periódicos, las redes, la tele, que es una información en profundidad. Y muchas veces sólo te la da la novela. Es como si estuvieras en mitad del océano y se te acerca un iceberg: si ves el 10% del hielo y eres el Titanic, te jodiste, porque bajo ese 10% hay un 90% de hielo oculto. Sólo la literatura llega abajo de la escalera.
Muchos de nosotros pensamos en ficción, no porque sea menos sólida, sino porque es más profunda. Yo necesito la novela para vivir. Si no tengo una novela, cuando hago la maleta verifico que tenga tres por si me pierdo en un aeropuerto. Necesito de la novela para este nivel de profundidad que no te da el mundo en el que vives, con smartphones o sin ellos, con Google o sin él. Me importa un bledo.
El protagonista de la saga de libros ‘Belascoarán’ es un detective independiente que resuelve casos en la Ciudad de México de los años setenta. Para situar a nuestros lectores, ¿cómo estaba el país en aquella época?
La saga da un reflejo de lo que pasó en estos últimos veinte años en México. Tras las cuatro primeras novelas, ambientadas en los setenta, el segundo tomo recoge las cinco siguientes, que también abarcan los ochenta y, en el caso de la última, los noventa. ¿Es el pasado? Sí y no.
El México que cuentan estas novelas existe. Una parte de él se ha transformado radicalmente a partir de las últimas elecciones de una manera impensable, donde parecería que íbamos a vivir en la dictadura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) o en la del Partido Acción Nacional (PAN), enmascaradas durante siglos. Y no hay tal, se desmoronó y llegó una opción de izquierda. Entonces el mundo cambió en numerosos sentidos, muchos más de los que la opinión pública española tiene acceso. Si lo vives allá es diferente a como lo cuentan aquí.
Es el retrato de una gran ciudad. Aunque, como sucede en las novelas de Ed McBain o Georges Simenon, hay cosas que ya no existen, aunque permanecen ciertas esencias. Cuando yo empecé a escribir novela policiaca, tenía una idea en la cabeza más o menos clara y todo muy oscuro. Quería que fuera novela de acción con una doble visión, que te dijera el qué, el cómo, el por qué, el dónde… O sea, que respondiese a las grandes preguntas de la novela policiaca. Y eso es lo que está detrás de toda la saga de Belascoarán.
Es decir, le resultó más sencillo afrontar la realidad a través de la ficción.
Sí, pero no sólo eso. Piensa que es una serie que dura veinte años y la última novela todavía está siendo escrita. O sea, recorren el tiempo con el mismo personaje degradado por la realidad: pierde una pierna y un ojo en la segunda o se queda cojo en la cuarta. Porque la realidad es cabrona y no perdona. Ahora bien, ¿puede resultar atractivo el retrato de ese país para los lectores jóvenes mexicanos? Hace quince días he estado firmando libros allí y la mitad de los lectores tenían menos de treinta años. Por otra parte, ¿funciona en España o no? Depende de cómo lo cuentes.
Siguiendo con la temática de la violencia, el escritor Eduardo Ruiz Seca dijo hace unos meses en Público que en México «se ha normalizado la violencia». Hace una semana detuvieron de nuevo al hijo del Chapo Guzmán, tras arrestarlo y liberarlo en 2019 por orden de López Obrador. ¿Cómo ve que un presidente ceda ante la presión de un narco?
Fue muy sano cuando lo hizo en el 2019, aunque es necesario situarse en aquel contexto. El narco responde con un motín urbano. No con conflictos contra la policía, ni con bombardeos contra una comisaría, sino disparándole a ciudadanos. Entonces lo que hace es replegarse y plantearse: «Vamos a esperar a que se den las condiciones para acabar con este narco».
Porque México no es un narco, son muchos narcos. El Gobierno de Felipe Calderón cometió el error de los errores: simular que había desatado una guerra contra el narcotráfico, cuando lo que había desatado era una guerra de bandas, entre las cuales la más importante era la de ellos, como se ha estado revelando cíclicamente a lo largo de los siguientes meses después del cambio de Gobierno en México. La guerra contra el narco fue la guerra de un narco contra otro narco, apoyado por un Gobierno, apoyado por un gobernador y apoyado por el jefe de la seguridad del Estado, que directamente conversaba por la noche con el presidente y decían: «A este narco sí o este otro no».
Las recientes detenciones de dos de los jefes del narco obedecen a una política nueva que ha estado desarrollándose en el país: al narco tienes que combatirlo en el corto plazo con las armas, porque no te queda de otra. Pero en el medio plazo debes combatirlo con políticas culturales y educativas.
Te remito a una conversación que tuve hace cuatro o cinco años con un director de una Casa de la Cultura en Ciudad Juárez, en los momentos en que la ciudad era territorio del narco. Si yo logro que un adolescente vea con atractivo un curso de guitarra clásica, se lo secuestro al narco. Porque el narco le ofrece la cadena de oro, el vivir rápido y morir rápido, pero no le ofrece un futuro. Así son las políticas a medio plazo que han sido puestas en marcha y que van debilitando la base de sustento del narco.
Las complicidades están ahí desde tiempo y llegó un momento en México, hace cinco o seis años, en el que alguien te decía: «Me asaltaron en la calle». Y tú respondías: «¿Lo denunciaste a la policía?». Y él replicaba: «No. ¿Quieres que me asalten dos veces?». Ese es el país que heredamos hace tres años. Un país donde todas las fuerzas policiacas estaban corruptas. El Ejército estaba involucrado en operaciones de mata y luego pregunta. Los gobernadores de la mayoría de los estados estaban coludidos con bandas del narco y había sistemas para tapar el dinero negro. Salir de ahí es un camino muy lento y todo juicio facilón, como el que hizo el colega del que me hablabas, no me merece mucho respeto.
¿La situación de que un presidente ceda ante la presión de un narco se puede dar en Europa o es más complicado?
No, lo que pasa es que se dará de otra manera. En los salones, en las conversaciones internas, en las decisiones… No es ceder a la presión de un narco, sino establecer si es el momento para pegarle o no. Y me parece de sentido común. Tú no puedes desatar una guerra urbana. Sabíamos lo que iba a pasar cuando detienen al Chapo: una reacción virulenta de grupos armados que recorren las ciudades en jeeps con ametralladoras. Llegó un momento en el que el poder militar del narco era más grande que el del propio Ejército. Hasta tenían misiles para derribar helicópteros comprados en Estados Unidos. Mientras no se controle el tráfico de armas en la frontera, permitido por los norteamericanos, cuesta mucho trabajo poner en situaciones de desventaja militar al narco. Todo esto era público, no es un misterio.
La corrupción policial, entonces, es intrínseca en esta ecuación.
Evidentemente. Dime dónde la puedes eliminar, a corto plazo, sin cultura anticorrupción. Este país está sometido a continuos escándalos por fenómenos de corrupción que se han dado dentro de procesos democráticos. Hasta ahora lo que se ha podido demostrar en México es que si hay un corrupto en tus filas, lo puedes expulsar en el primer nivel. En el segundo ya te cuesta más trabajo y en el tercero te cuesta un huevo librarte de él, porque está enquistado en el aparato estatal.
El caso del comisario Villarejo en España, ¿en qué lugar lo metería?
En el segundo nivel. En el tercero es un encargado de financiación de obra pública en un ayuntamiento cualquiera. Líbrate de ese colega que está ahí con una capa de puercoespín cubriéndolo.
¿Y el caso del rey emérito Juan Carlos I?
Yo soy republicano. Entonces, cualquier discusión sobre el tema me resulta superflua, como que la monarquía es una herencia extraña, exótica e inútil de los siglos XVIII y XIX. Hay un muro de Berlín que separa los palacios de la monarquía de la realidad.
Por otro lado, el auge de la derecha radical es una realidad: la toma del Capitolio en Estados Unidos, el ascenso de Vox en España, el asalto al Congreso en Brasil, la primera ministra italiana…
De origen fascista. Siempre han estado ahí, pero en momentos de polarización política resurgen con más fuerza. Yo viví en la España en la que Fuerza Nueva era el factor decisivo de la coalición conservadora, presionando hacia la derecha. Lo que ocurre es que los Gobiernos que afrontan el problema anteponen otras cuestiones al beneficio social, de modo que no lo hacen tan bien como deberían. Van dejando un lodo de resentimientos que la extrema derecha polariza con una falsa idea que viene del fascismo y el nazismo: la culpa es de los tenderos judíos. Ahora la culpa es del inmigrante turco que te quita el empleo.
Entonces, tú te haces la pregunta de los cien millones de euros: ¿cuántos empleos te ha quitado un inmigrante turco? ¿Trabajarías tú en una central nuclear quitando desechos radiactivos? Todavía no conozco al proletario español que diga: «Sí, yo lo haría, pero ese turco me quitó el empleo». Todos estos mitos racistas que la extrema derecha sacude, alentando miedos o fantasmas que despiertan lo peor de uno mismo, han estado ahí y vuelven a resurgir cíclicamente.
¿Por qué cree que vuelven los fantasmas, por ejemplo, de la época franquista?
Tienes ahí la respuesta a la pregunta. La transición española no cerró puertas, sino que las dejó abiertas. En último caso, hay otra pregunta más interesante. Siempre resulta muy atractivo desde el punto de vista mediático denunciar a los corruptos, pero ¿no sería tan lógico o más denunciar a los corruptores? En México estamos enfrentando un problema de corrupción española que no llega por el lado del embajador o del cónsul. Llega por las transnacionales de la energía, que son las que compran a los corruptos. Son las que ponen los dineros sobre la mesa. Curiosamente, cuando analizas la situación española, ves que son las mismas compañías eléctricas que están castigando a los españoles con los precios de la luz. Y todavía falta un pedazo de invierno y la electricidad es clave para la calefacción. O sea, son los mismos con los que tenemos un conflicto continuo en México.
Dejemos los fantasmas del pasado para mirar por un rato al frente izquierdo. Usted, que escribió sobre el Che, ¿cree que su figura debería alzarse de nuevo?
Si no lo creía, ya lo hice. Ese libro vendió un millón de ejemplares. O sea, había gente interesada en saber quién fue el Che. Yo traté de hacer la biografía más justa y ecuánime posible, no ocultando detrás del panegírico y la frase fácil la vitalidad de un personaje que en su momento creyó que el camino de la revolución en América Latina era la suya. Conté la historia y los lectores, que decidan, pero ninguno me podrá acusar de haber escrito una biografía blandengue en la que omití cosas. Para nada. Todo lo que había ahí lo puse en la mesa y dejé que el criterio del lector fuera el que decidiera. Y sí, es una biografía muy guevarista, porque yo soy muy guevarista.
En la actualidad, ¿encuentra algún personaje semejante al Che?
No, pero no hay prisa. Los tiempos históricos son tiempos históricos. Hay que darle su tiempo a la historia.
¿Y se ha planteado alguna vez escribir sobre su figura desde un punto de vista ficticio?
No. Por una razón muy simple: la ficción, cuando tienes una historia muy sólida, te canibaliza. No es necesaria. Escribí una biografía del Che. Escribí una biografía de Pancho Villa. Escribí una biografía de Tony Guiteras. Y escribí un libro de historia sobre el mundo liberal mexicano del siglo XIX. La fuerza de la historia, si entraba en la ficción, me debilitaba.
Si la fuerza de la historia que estás contando es enorme, no uses la ficción, usa la historia narrativa, una historia contadora, pero historia al fin y al cabo. La novela, sin embargo, te permite unos márgenes de libertad diferentes. Una de las nuevas novelas de Belascoarán, incluidaen el tomo dos que se publicará en febrero,es la única que no sucede en México. Está ambientada en Madrid porque, por razones extrañas, a Héctor Belascoarán Shayne le encargan investigar dónde está un pectoral de oro de Moctezuma y descubre con gran facilidad que se lo trajo de paseo la exesposa de un presidente, tras robarlo en el Museo Nacional de Antropología [risas].
La serie ‘Belascoarán’ se estrenó en Netflix el pasado 12 de octubre. ¿Le gusta que adapten sus novelas?
Es muy buena pregunta. Sí y no [risas]. ¿Cuál quieres primero?
Vayamos con el sí.
De alguna manera populariza la obra y le abre puerta a los libros ya escritos. En México se produjo un fenómeno a partir del estreno de la serie. La gente llegaba a las librerías diciendo: «A ver, la serie termina en la novela tres. ¿Cuál es la cuatro?». Sí, en ese sentido me gusta. Por otra parte, siempre tienes la duda de que no va a ser lo que tú escribiste, sino otra cosa. Tienes que ser muy cariñoso y respetuoso con los productores y los guionistas, y decirte: «Es su serie, no son mis novelas». Me negué a trabajar en los guiones: «No, de eso nada».
¿No revisó ninguno?
No revisé. Y la vez que lo hice en el primero les hice 70 notas y dije: «No lo vuelvo a hacer jamás». Porque es su serie. Me dije: «Respétalos a estos. No es tu novela, es su serie». Finalmente tardé un mes y medio en verla, pero me gusta el resultado porque las esencias están ahí.
La serie ha sido todo un éxito en México y Latinoamérica. En apenas 24 horas se posicionó…
Estamos en el número dos en México. Y en lugares insospechados como Grecia e Italia. En España apenas está entrando…
¿Por qué cree que no ha tenido la misma respuesta en España?
Supongo que porque hay sobreoferta de series importantes muy buenas. Entonces dale su tiempo. Yo creo que aquí el fenómeno va a ser paralelo: el libro va a ayudar a la serie y la serie va a ayudar al libro.
El primer capítulo de la serie recoge una temática de alta preocupación: la violencia machista. En España, cerramos el 2022 con 49 asesinatos machistas y en 2023 llevamos cinco. Está…
Absolutamente. La respuesta que hubo en México después de ver el primer capítulo quedó clara: «¿Por qué las matan?». Las matan porque son pobres. Si te fijas en las víctimas, son pueblo llano. Es un enfoque clasista de la violencia de género y había que decirlo, como ya hice hace veinte años, cuando se publicó el libro. Ese componente clasista tiene que ver con el machismo cultural, la pobreza, la miseria humana…
La acción discurre en los años setenta. ¿Cuál es la situación actual?
Algunos de los últimos casos que he podido ver en la prensa española tienen un componente clasista muy claro. Es la miseria de la situación económica de la pareja, los conflictos económicos, la subordinación cultural del machismo que se practica contra las mujeres… Yo creo que es un debate que trasciende el problema de la violencia de género para volverse un problema de la cultura de género. Si los que hacemos cultura, literatura, cuadros, novelas o series televisivas no logramos que el machista adolescente quede en ridículo, no estamos ganando la verdadera batalla.
¿Cómo pueden ayudar los Gobiernos a la cultura para poder ganar esa batalla?
Cuando vives en México la perspectiva es diferente a la visión española, pero las casas de seguridad de México están circulando cada vez más y protegiendo a más mujeres. Las campañas de divulgación antimachistas crecen. El número de denuncias aumenta no solo porque haya más casos, sino también porque hay más denuncias. La gran batalla cultural debe ser fuerte porque si no llevamos a las escuelas el debate sobre los machos idiotas, los machos bobos o los machos ridículos no ganaremos la batalla igualitaria.