Los mejores materiales, buen hacer artesanal y seguir las directrices de la Oficina de Celebraciones Litúrgicas. Así visten los papas, de Ratzinger a Francisco.
JULIO OCAMPO / YO DONA
A sus 47 años, Filippo Sorcinelli no puede considerarse solo el sastre del Sumo Pontífice. Además, es creador de fragancias y organista al servicio divino. Católico practicante, habla con Yo Dona de la muerte del Papa Ratzinger, pero sobre todo de los sonidos y olores de la vida. Nos recibe en su tienda romana, decorada con una enorme fotografía de Mario Giacomelli.
Tenía esta pregunta pensada para el final, pero habiendo fallecido recientemente el Papa Emérito, Joseph Ratzinger, es mejor que sea la primera. ¿Por qué nos llevamos tan mal con la muerte, con el negro, incluso con el luto?
Soy cristiano. Hay una oración que dice: «La muerte común es la herencia de todos los hombres». Creo que, a las personas, no solo a las cristianas, nos perturba y fascina la muerte, y quien tenga fe debe afrontarla como una conquista y no como una pérdida. Si tenemos miedo a morir es porque hay aspectos aún por resolver en nuestra vida. Por ejemplo, la confianza, la existencia y la fe. Además, es necesario desprenderse de los apegos materiales. El cuerpo nos sirve para pasar al otro lado. Respecto al color, el problema no es el negro, sino la percepción que tenemos de él. La historia nos dice que antiguamente solo la nobleza se lo podía permitir. Era una señal de elegancia. No es casual que la Iglesia Católica lo use especialmente para los funerales [el Papa Ratzinger llevaba zapatos negros en su capilla ardiente]. Para mí es el color más sobrio y elegante, noble porque encierra en sí mismo todos los colores, y además los rebota quedándose con la esencia de cada uno.
Confeccionó la mitra que le pusieron a Benedicto XVI en San Pedro durante sus funerales. También es el autor de toda la vestimenta del Papa Francisco para su último viaje a L’Aquila, que realizó meses atrás. ¿Cómo comenzó su estrecha relación con la Iglesia?
Ese trabajo fue mucho más amplio y complejo, porque cuando el Sumo Pontífice se mueve, con él lo hacen obispos, cardenales y sacerdotes con sus respectivas casullas. Tuvimos que diseñar el vestuario litúrgico para toda la jerarquía presente en L’Aquila, el lugar afectado por un terremoto en 2009. La comitiva la formaron, aproximadamente, 200 personas.
¿Lo llamó el Vaticano para encargárselo?
No. Fue la Diócesis de L’Aquila, cliente nuestro desde hace muchos años. Están en contacto con la Oficina de Celebraciones Litúrgicas papales. Trabajamos muy bien con ellos, porque nos conocemos desde que nos pidieron los arreglos de los paramentos litúrgicos de Celestino V, con los que este Papa fue expuesto cuando murió en el siglo XIII.
Su atelier -llamado LAVS- existe desde 2001. Se encuentra en Santarcangelo di Romagna (región de Emilia-Romaña) y se encarga de la realización de vestimenta sacra y accesorios para las ceremonias y ritos cristianos. ¿Desde cuándo presta servicio a la Santa Sede?
Desde hace muchos años, más de 20. Trabajamos mucho con Benedicto XVI y ahora con Francisco.
¿Qué diferencias ha encontrado entre uno y otro?
Muchísimas. El Papa últimamente no ha celebrado físicamente la Eucaristía, sino que ha asistido a ella sentado en una silla de ruedas. Aparece, en su trono, con una enorme capa no demasiado pesada. Sabemos que para él tenemos que elegir materiales sobrios, ligeros, que representen la divinidad del celebrante. Para eso no es necesario la riqueza pomposa, sino la pureza. El Papa póstumo, sin embargo, era europeo y amaba mucho las tradiciones. Tenía un lenguaje expresivo diferente. El actual es argentino, menos tradicional y con una sensibilidad que tiene que ver con la simplicidad del lenguaje y, por ende, de la liturgia y sus vestimentas.
¿Con el Papa Francisco han colaborado regularmente?
Sí, lo hemos vestido desde su primera misa. Hemos producido alguna prenda todos los meses, según sus peticiones. Muchas de nuestras creaciones, además, han terminado en museos de todo el mundo. También hemos trabajado para la catedral de Notre Dame, y para prelados de Nueva York y Jerusalén.
Tiene un par de negocios en Roma, cerca de la Via Borgo Pio, donde se encuentra otro de los sastres papales, Raniero Mancinelli, que confecciona hábitos de uso más cotidiano. No me dirá que el Papa se acerca aquí y allí a que le tomen las medidas…
No, aunque eso dice la leyenda, no es así. Mi contacto es la Oficina de Celebraciones Litúrgicas, dirigida por monseñor Ravelli. Nos ponemos de acuerdo con él: le presentamos las medidas y los modelos, e intentamos ajustarnos exactamente a sus peticiones. Llevamos más de 20 años de trabajo; sabemos qué hay que hacer.
¿También hace zapatos, como el maestro Stefanelli, quien fabricó los famosos rojos de Ratzinger?
No. Esto es otra leyenda: Prada no hizo jamás zapatos para ningún Papa. Además del gran Stefanelli, aquí cerca hay otro artesano modesto que lleva toda la vida calzando a los papas.
Lo que sí hace usted es crear fragancias y tocar el órgano, especialmente música sacra. Parecen tres pasiones inconexas, pero en realidad albergan un hilo conductor. Todo comienza en su infancia…
Cuando era pequeño acompañaba a mi madre cuando ella iba a limpiar la iglesia como voluntaria. Abría los armarios curioseando, olía, escuchaba la música sacra… Recuerdo el olor a incienso y el órgano lleno de telarañas. Fue entonces cuando decidí ser diseñador de hábitos sagrados, además de estudiar en el Conservatorio y en el Pontificio de Música Sacra de Roma y, para completar la experiencia sensorial, elaborar perfumes. En mi recorrido olfativo descubrí que los olores utilizan el mismo lenguaje que la música, se habla de notas y acordes olfativos, y el mueble donde el nariz compone sus fragancias se llama órgano. Esa asociación de términos me fascinaba. Ahora comercializo esos perfumes y toco el órgano en las iglesias asiduamente durante las celebraciones.
Su tienda huele a iglesia.
Lo que está oliendo es una mezcla de cinco inciensos balsámicos. Mi mensaje es que el incienso no representa solo iglesia o lugar cerrado, sino que es un elemento de unión ecuménica de todo el mundo. Mis fragancias tienen una historia, cada una es un episodio de mi vida. La última se llama Deja que llore y es una carrera hacia la libertad.
¿Por qué la llamó así?
Porque es difícil llorar y porque la libertad se conquista, también, mediante las lágrimas. Quien no sabe llorar no sabe reír.
7.000 euros por una vestimenta papal
«Elegimos materiales excelentes, todos realizados a mano. Casi todos son italianos: la seda viene de Como, por ejemplo. El precio de cada prenda oscila entre los cien euros y los 7.000, aproximadamente. Un paramento sacro cuesta tanto porque es el espejo de la gloria de Dios. No es para el sacerdote, sino para Jesús. Debe ser bello y perfecto, porque se trata de la expresión máxima de nuestra Iglesia», dice Filippo Sorcinelli.
Fuente: https://www.elmundo.es/yodona/actualidad/2023/01/05/63b560bc21efa085378b45a0.html