La increíble tribulación de un Nobel de literatura convertido (contra su voluntad) en el juguete para todo del gran clan español de la frivolidad. Tan increíble que igual no fue eso exactamente lo que pasó… Historia de un postureo literario
CARLOS PRIETO / EL CONFIDENCIAL
La primera imagen de Mario Vargas Llosa tras su separación de Isabel Preysler fue un vídeo asombroso: Mario leyendo Madame Bovary en francés, en un sofá, rodeado de sus seres queridos, por fin a salvo.
O la impactante imagen de alguien que ha recuperado su libertad tras un penoso secuestro.
Fin del secuestro… y comienzo del estrés postraumático.
Tras enamorarse de Isabel Preysler, Vargas Llosa intuyó que aquello no era una relación sentimental normal, sino un secuestro, durante una estancia en la mansión de Enrique Iglesias y Anna Kournikova en Miami, celebrando el Día de Acción de Gracias. Aunque la villa tiene 2.000 metros cuadrados y múltiples salones, rincones y terrazas, Vargas Llosa no encontró un solo lugar para escribir…
Trauma cultureta que luego contaría a su exmujer para reconquistarla. “Vargas Llosa sondeó hace unos meses la posible vuelta con Patricia Llosa, y ella rechazó la posibilidad. El Nobel le relató su soledad en el ambiente que rodea a Preysler y le puso como ejemplo la estancia que tuvo en casa de Enrique Iglesias y Anna Kournikova, llena de pistas de tenis pero sin un solo despacho habilitado para escribir”, según La Vanguardia.
¡Vargas Llosa atrapado en una mansión en la que, cada vez que abría una puerta en busca de un despacho, aparecía una pista de tenis a traición! Los laberintos burocráticos de Kafka eran una broma comparados con el drama de un literato preso en una villa de ensueño en Miami.
En defensa del honor del clan Iglesias-Preysler, hay que hacer dos matizaciones sobre la mansión Iglesias/Kournikova. 1) Tiene pista de tenis, en efecto, pero como la señora de la casa fue tenista de élite, parece un equipamiento razonable. 2) En la mansión SÍ hay despacho para trabajar, por lo que surgen preguntas inquietantes. ¿Ocultaron el despacho a Vargas Llosa? ¿Le prometieron leer a Flaubert si antes jugaba cinco sets contra Kournikova y no cumplieron? ¿Intentó el Nobel hablar de Primo Levi en la cena y le forzaron a hablar de Mats Wilander? ¿Cuántas humillaciones puede aguantar un literato de raza antes de decir BASTA?
Celos y pichula
Los días tienen 24 horas, tres más cuatro son siete, y una relación sentimental de Isabel Preysler se acaba cuando Isabel Preysler se lo cuenta al ¡Hola! Esto es así, aquí y en la Filipinas popular. Lo que contó Isabel al ¡Hola! en sus propias palabras fue que Mario y ella habían roto. Punto.
Lo demás fueron confidencias en estilo indirecto, pero a tumba abierta; ¡Hola! interiorizó tanto el discurso de Preysler que el reportaje daría para un posgrado en Columbia sobre usos a flor de piel de un off the record. Atentos:
«A mediados de diciembre, en una escena de celos infundados, Mario salió de la casa de Isabel sin la menor explicación… Isabel tiene una dignidad y una educación exquisita, que no sabe de faltas de cortesía… Su casa, desde siempre, ha sido un hogar tranquilo y alegre… Isabel no quería que esa armonía pudiera perderse… Claro que duele. Claro que es triste. Cuando uno encuentra el amor, espera que dure toda la vida», narró ¡Hola! con el corazón en un puño, pero también con el frío bisturí del relato cocinado (por Preysler) de su separación.
Nunca hubo terceras personas, según la publicación, pero Mario se ponía celoso como un perro y montaba tremendas peloteras. Isabel —una SEÑORA para la que las buenas maneras lo son todo— no tenía por qué aguantar los comportamientos erráticos del Nobel.
Es lógico que ¡Hola! tomara partido: si Preysler es una de las suyas, Vargas Llosa es un advenedizo del cuore. ¡Hola! y Preysler, en definitiva, golpearon primero, quizá conscientes de lo que se les venía encima: un chorrazo de superioridad intelectual de Vargas Llosa, renacido como apologista de Madame Bovary y azote de las boberías del papel cuché.
El relato de ¡Hola! sobre la ruptura es un folletín magistral, pero, todo hay que decirlo, no hay quien se lo crea, por mucho que uno no lea el ¡Hola! para creer, sino para escapar.
Vargas Llosa ha desmentido que la ruptura fuera por celos pero, a cambio, ha contraatacado con un relato —el del indefenso literato secuestrado por la ETA de la frivolidad— que también tiene delito (más allá de la guerra de versiones, si quieren conocer la intrahistoria económica del matrimonio no consumado, pueden leer este artículo de Paloma Barrientos en Vanitatis).
Martín Bianchi desveló en El País que la teoría del ¡Hola! sobre la ruptura era incompleta (como poco). Quince meses antes de la separación, Vargas Llosa publicó un cuento de aires autobiográficos para dinamitar literariamente su relación con Preysler: “Ya me olvidé del nombre de aquella mujer por la que abandoné a Carmencita. Nunca la quise. Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida. Por hacer lo que hice, mi vida se reventó y ya nunca más fui feliz (…). Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón”.
En el relato, Vargas Llosa también cargó (sin mencionarles) contra la ligereza del clan Iglesias/Preysler: “Es imposible gozar de un concierto, o de una ópera y hasta de una comedia ligera, rodeado de gente que no hace más que teclear o acariciar las tabletas que tienen bajo los ojos”.
Tal para cual
Cuenta la leyenda que Mario e Isabel se conocieron en 1986, cuando ella le entrevistó en ¡Hola!, él le puso ojitos y ella le dijo (medio) en broma: “Llámame cuando seas presidente o Premio Nobel”.
Esta profecía autocumplida no solo dice mucho sobre ella, sino también sobre él, pues ganar el Nobel y perder el rumbo es casi una obligación para un escritor latino de avanzada edad…
Si Camilo José Cela cambió a su mujer de toda la vida por otra más joven, ganó el Nobel, empezó a tener caprichos de divo, se farandulizó, hizo caja sin escrúpulos y perpetró los peores libros y artículos de su vida, los últimos años de la carrera de Vargas Llosa tampoco han sido gloriosos, entre apariciones en prensa rosa, artículos que se caen a cachos y apoyos gafados a líderes políticos frikis.
¿Qué les pasó a Cela y a Vargas Llosa tras recibir el Nobel? Que cambiaron de rol: de novelistas de referencia a celebrities caprichosas.
Por eso, el intento de Vargas Llosa de reconquistar a su exmujer contándole un cuento de terror (literato raptado por la farándula contra su voluntad) quizá funcione a nivel interno, pero tiene agujeros y postureos por un tubo.
En el relato de ficción sobre su fallida relación con Preysler, Vargas Llosa admitió su desconcierto por el solapamiento entre cultura y celebridad: «A veces pienso que, sin darme cuenta, lo que ocurre a mi alrededor me va contaminando a mí también y ya no sé realmente distinguir entre lo que es cultura y eso que hace sus veces en el mundo disparatado en que ahora vivimos”.
Es normal que Llosa no sea capaz de distinguir entre cultura y celebridad: hace tiempo que casi nadie es capaz.
Vargas Llosa está más cómodo en la RAE que en MasterChef, eso está claro, pero esa no es la cuestión. La cuestión es que, en 2023, no es fácil distinguir a una celebrity literaria de una socialité filipina. Hace tiempo que lo celebrity se comió a lo cultural, que las ventas se convirtieron en el prescriptor único de carreras literarias y que la literatura pasó a ser un elemento más decorativo para el poder que transformador para la sociedad.
Es difícil no ver a Vargas Llosa ahora como el tonto útil que dio vacuo prestigio cultural a todo tipo de eventos absurdos los últimos años, pero la línea entre tonto útil y cómplice necesario es muy fina…
Superioridad moral
Cuando Miguel Boyer e Isabel Preysler se fueron a vivir a una mansión en Puerta de Hierro con 853 cuartos de baño (Villa Meona, donde también convivieron Mario e Isabel), nadie pensó que el exministro de Economía había sido raptado; al contrario, se interpretó mayormente como la farandulización de los prebostes del felipismo, la denominada beautiful people, símbolo de que el régimen comenzaba a perder el contacto con la vida real.
Lo de Mario e Isabel es un poco lo mismo, la fotografía de una época de máxima farandulización cultural, en la que Vargas Llosa cuelga un vídeo leyendo Madame Bovary con aires de grave superioridad moral, mientras airea sus relatos sobre su pichulazo a la Preysler.
Vargas Llosa vende haber sufrido un desclasamiento cultural terrible en manos del universo Iglesias/Preysler, como si obligaran al cantante de Escorbuto a cambiar el punk por la ópera. Pero Vargas Llosa no es un cantante punk, sino una celebrity literaria que meaba colonia y vivía desconectado de la realidad mucho antes de salir con Isabel Preysler.
Vargas Llosa intenta convencernos ahora de que Vargas Llosa se lio con una desconocida en una fiesta… que resultó ser la reina de corazones. Vargas Llosa intenta convencernos de que creía que su amante desconocida le llevaría al Café Gijón en su segunda cita, pero le llevó a una feria de las vanidades con otros famosos, sin ser él nada de eso. Para nada.
Durante el tiempo que duró su relación con Isabel Preysler, Vargas Llosa protagonizó (y cobró) numerosas portadas en la prensa rosa, apareció en MasterChef para apoyar a su hijastra Tamara, y fue entrevistado por Tamara en Vanity Fair. Todo eso lo hizo, por lo visto, a punta de pistola.
Vargas Llosa ha sido víctima de un perverso gang filipino. Su dramático caso daría para un thriller de Netflix. Sinopsis: Nobel de Literatura es seducido en Manila por dama de la alta sociedad, y forzado a vivir una vida miserable entre Madrid y Miami, en mansiones despampanantes y fiestas de jiji-jajá. Ansioso por CREAR, el literato escapa de la vigilancia de sus captores para ir al baño, se saca un boli escondido y escribe ripios frenéticamente en el papel de váter (único papel que hay en la casa), pero es descubierto por Enrique Iglesias y Anna Kournikova, que le cambian el boli por una raqueta y le dicen: «Mario, saque y volea, no te apalanques en el fondo de la pista. ¡Weah!». El infierno era esto.
Xavi Ayén, experto en el boom latinoamericano, ha dado estos días detalles relevantes sobre la recargada vida sentimental del escritor peruano:
“No fue nunca un marido convencional, sino que abandonó en diversas ocasiones el hogar para mantener relaciones fuera del matrimonio, tras las cuales siempre regresaba, desengañado de la convivencia, con su prima-esposa. En 1974, cuando se fue de Barcelona —donde mantuvo una relación con la editora Beatriz de Moura—, en el barco de vuelta a Lima , viajando con su esposa e hijos, se lio con otra pasajera, por la que abandonó a bordo a su familia».
Vargas Llosa, por tanto, siempre fue de gatillo fácil. Aunque ahora lamente haberse enamorado de Isabel Preysler por un mero calentón (un desgraciado desliz lo tiene cualquiera), más bien parece que la pichula lleva siendo la consejera delegada de su vida sentimental desde tiempos inmemoriales. Eso es lo decisivo; todo lo demás, el desgarrador secuestro de un Nobel por la familia Manson de la frivolidad, es postureo literario.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2023-01-04/vargas-llosa-isabel-preysler-ruptura_3551264/