Consiste en sentir una intensa excitación sexual con algún objeto, parte del cuerpo o situaciones concretas que habitualmente o de forma convencional no suelen tener un significado erótico
RAQUEL ALCOLEA / BIENESTAR
Un fetiche puede ser cualquier objeto inanimado, una parte del cuerpo o incluso una situación concreta que no tienen por qué ser convencionalmente eróticos pero que provocan en el fetichista una asociación de sensaciones eróticas y una alta excitación sexual. Aunque existen muchos tipos de fetiches la sexóloga de Diversual, Rosa Navarro, asegura que a la hora de hablar de objetos que excitan las referencia que se se repiten con más frecuencia en el imaginario colectivo son los zapatos de tacón, la lencería de encaje o las prendas de látex e incluso para algunas personas existe una cierta categorización que los divide entre fetiches duros (goma y cuero) y fetiches blandos (plumas o pieles).
Cuando la atracción y la excitación viene de una parte del cuerpo concreta estaríamos hablando, según precisa Navarro, de parcialismo.about:blank
En este caso la podofilia o ‘foof fetish’ o fetichismo de los pies es la más popular aunque también son recurrentes otras zonas como las axilas (maschalagnia) o el pelo (tricofilia).
Otra fuente de fantasía que genera en algunos fetichistas una excitación alta suele estar relacionada con determinados comportamientos sexuales como el uso de ataduras con esposas o cuerdas, por ejemplo. Y si hablamos de situaciones particulares la sexóloga recuerda que un fetichismo curioso es el que está relacionado con el elevado deseo sexual que produce en algunas personas escuchar hablar en otro idioma o incluso con un acento determinado.
Lo que no es fetichismo
Para que algo pueda considerarse un fetiche ha de tener para esa persona el poder de provocarle excitación sexual. Por eso la sexóloga de Diversual aclara que algo que nos guste o nos llame la atención no tiene por qué convertirse automáticamente en un fetiche. De hecho la experta asegura que ese tipo de generalizaciones se dan como consecuencia de un concepto de sexualidad centrado en la función reproductiva pues es eso lo que nos suele llevar a interpretar cualquier práctica que se aleje del coito como una actividad «desviada» de los instintos. «Definir las normas del sexo en base a una de sus funciones, que es la reproducción, es limitante y genera un estigma en todo aquello que se salga de las prácticas que conocemos como normativas», aclara.
Y esta es la razón, según comenta, por la que durante mucho tiempo se ha calificado el fetichismo como algo negativo, como algo que se debe ocultar e incluso como una perversión. En este sentido la sexóloga explica que esa connotación negativa está fundamentada en el desconocimiento y el prejuicio relacionado con las prácticas sexuales alternativas. «Lo bueno y adecuado en el ámbito sexual no debe medirse por lo más frecuente o predominante, sino por una vivencia que sea saludable y no genere malestar», propone. Por eso la experta se muestra partidaria de replantear ideas preconcebidas y de empezar a plantear el sexo desde una mirada distinta, alejada del moralismo y de la patologización.
¿Existen niveles de fetichismo?
En casi cualquier comportamiento existen grados y clasificaciones que ayudan a explicar y a entender de forma más detallada lo que nos excita. En concreto, Álvarez-Gayou y Millán propusieron hace años una categorización en cuanto al sector erótico de las expresiones del comportamiento de la sexualidad que diferenciaba cinco niveles: fantasía, mínimo, preferente, predominante y exclusivo. Esto buscaba sustituir denominaciones estigmatizantes por otras más inclusivas en lo que se refiere a las prácticas sexuales no normativas. Así, según aclara Navarro, estos diferentes grados nos llevarían desde una mera fantasía por el objeto fetiche dentro de la relación sexual hasta la absoluta necesidad de ese fetiche para conseguir la excitación. «En un fetichismo más atenuado se valora la presencia del estímulo, pero este no es indispensable, sino una preferencia; mientras que en uno más profundo nos podríamos encontrar con una completa exclusividad, que lleva a que esa persona necesite forzosamente ese fetiche para lograr la excitación y el orgasmo», argumenta.
Cuándo puede ser un problema
Mientras haya un consentimiento por ambas partes de la relación sexual y mientras que no interfiera negativamente en ninguna de las áreas vitales de la persona el fetichismo no debe preocuparnos. Es más, bien enfocados, los fetichismo pueden ser un complemento más para amenizar y ampliar el abanico de nuestro repertorio sexual.
Eso sí, como matiza la sexóloga, en el momento en el que el fetiche se convierte en algo que genera malestar o afecta a la vida de la persona provocando un deterioro social, laboral, emocional, de pareja o de cualquier otra área importante de su vida, sí que es momento de empezar a preocuparse.
A la hora de actuar se hará de un modo u otro en función de la causa del malestar o en función de la situación negativa que se haya generado a raíz del fetichismo. Por ejemplo, si el fetiche se vuelve indispensable para excitarse o para llegar al orgasmo se puede buscar ayuda profesional para aprender a reorientar el interés por diferentes estímulos sexuales con objeto de que el fetiche no acabe limitando la vida sexual.
Si lo que sucede es que tener un fetiche conlleva sentimientos de culpa o de vergüenza para esa persona, lo recomendable, según apunta la sexóloga de Diversual, es trabajar la comunicación en pareja. Lo importante es explicar a la otra persona cómo nos sentimos y ser capaces de expresar nuestras preferencias con normalidad y sin miedo a ser juzgados.
Fuente: https://www.abc.es/bienestar/psicologia-sexo/sexualidad/abci-fetichista-y-cuando-puede-convertirse-problema-202212160006_noticia.html