El bombardeo de críticas internacionales sobre una serie de cuestiones ha afectado al pequeño, pero enormemente rico emirato, y se avecinan nuevas tensiones.
PATRICK WINTOUR / THE GUARDIAN
Lejos de actuar como un puente entre diferentes culturas, la primera Copa del Mundo de futbol organizada por un país árabe musulmán ha terminado sumida en la recriminación y el malestar, siendo menos una celebración del poder blando y el alcance del deporte que una muestra de sus límites.
En lugar de pulir la imagen de Qatar en Occidente en estos tiempos globalizados pero polarizados, parece haberla manchado. Dentro del pequeño y extraordinariamente rico Estado de la península, que desempeña un papel muy activo en el escenario mundial, el bombardeo de críticas ya no se interpreta como algo desconcertante y frustrante, sino como algo nacido de los celos y el racismo.
En un discurso pronunciado ante el Consejo de la Shura, el órgano legislativo del Estado, el 25 de octubre, el gobernante de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, expresó cierto grado de resentimiento por lo que consideraba una década de incesantes ataques. El emir no llegó a decir que deseaba que su país se librara de todo el embrollo, pero ciertamente sonó como si estuviera cansado de pedir disculpas a los occidentales.
“Desde que obtuvimos el honor de organizar la Copa del Mundo, Qatar ha sido objeto de una campaña sin precedentes a la que ningún país anfitrión se ha enfrentado jamás”, señaló. “Al principio tratamos el asunto con buena fe, e incluso consideramos que algunas críticas eran positivas y útiles, y que nos ayudaban a desarrollar aspectos que tenían que ser desarrollados. Sin embargo, pronto nos quedó claro que la campaña era continua, se ampliaba e incluía fabricaciones y una doble moral, hasta que alcanzó un nivel de ferocidad que hizo que muchas personas se cuestionaran, lamentablemente, (sus) razones y motivos”.
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Qatar ha sido objeto de fuertes críticas en varios aspectos, pero en particular por su trato a los trabajadores inmigrantes, las leyes contra el colectivo LGBTQ+ y las restricciones a la libertad de expresión.
El jeque Tamim insistió en que la Copa del Mundo seguiría siendo una gran publicidad para Qatar, pero a medida que transcurre la cuenta regresiva para el partido inaugural, que se celebrará el 20 de noviembre, van aumentando los desafíos respecto a la narrativa de Qatar como Estado del Golfo vanguardista y hábil.
El equipo danés usará camisetas que incluyen el logotipo “desteñido” del fabricante, debido a que el fabricante Hummel “no quiere ser visible en torneos que cuestan vidas”. El equipo de Australia produjo un video en el que expresó su preocupación por el “sufrimiento” de los trabajadores inmigrantes y por la incapacidad de las personas LGBTQ+ qataríes de “amar a la persona que elijan”. Ocho de los 32 equipos tienen previsto lucir algún tipo de brazalete con la bandera del arco iris en apoyo a los derechos del colectivo LGBTQ+.
Londres declaró que no organizaría zonas de aficionados ni proyecciones públicas de los partidos. París –sede del París Saint-Germain, patrocinado por Qatar– y varias otras ciudades francesas adoptaron la misma medida. La cadena de televisión BBC citó al alcalde de Lille, que calificó el torneo de este año como “tonterías en términos de derechos humanos, medio ambiente y deporte“. En Gran Bretaña, el Partido Laborista indicó que boicotearía la Copa del Mundo, y los parlamentarios que han visitado Qatar en viajes gratuitos fueron denunciados a través de la prensa.
Un documental de Netflix, Los entresijos de la FIFA, difícilmente contribuyó a dar sensación de legitimidad al acontecimiento, al repasar las acusaciones –negadas por todas las partes implicadas– de que Qatar sobornó al comité de selección de la Copa del Mundo.
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Un funcionario de Qatar se quejó: “Los medios de comunicación del Reino Unido son los peores. Todo queda tergiversado. Estamos condenados si lo hacemos y condenados si no lo hacemos”. Destacó un artículo de The Guardian de 2021 que indicaba que 6 mil 500 trabajadores inmigrantes habían muerto en Qatar desde que se le concedió el torneo en 2010.
La mayor disputa diplomática hasta la fecha es la que involucró a la ministra del Interior de Alemania, Nancy Faeser, quien antes de una visita programada desde hace tiempo dijo: “Hay criterios que deben cumplirse y sería mejor que no se concedieran torneos a este tipo de Estados (como Qatar)”. En respuesta, Qatar convocó al embajador alemán.
El Mundial de Qatar ahora no solo divide a la alta política, sino también a la cultura de los famosos. Richard Madeley, el presentador de televisión británico, opinó recientemente: “Robbie Williams va a Qatar por dinero, y Black Eyed Peas va a Qatar por dinero, y David Beckham apoya a Qatar por dinero… todos ellos están apoyando al régimen. Bueno, no tienen la obligación de decir que sí, no tienen que ir”.
Actualmente todos tienen una opinión sobre Qatar, y no solo en Occidente. En algunas partes de las bulliciosas redes sociales de Medio Oriente, ha crecido un ambiente de unidad árabe enojada y patriótica, incluso en los estados del Golfo que han estado en discordia con Qatar desde hace una década. Un hashtag popular dice en árabe: “Soy árabe y apoyo a Qatar”.
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En una publicación típica del estado de ánimo, una persona comentó: “Todos los que dicen amar a Qatar tienen que demostrar lo que dicen. Doha actualmente es objeto de los ataques más atroces por parte del arrogante Occidente, que nos ve como simples sociedades árabes del tercer mundo y considera que el hecho de que Qatar acoja la Copa del Mundo es una decisión equivocada”.
La ira no parece ser fabricada. En un partido reciente en Irak, los aficionados del club Air Force, con sede en Bagdad, desplegaron un cartel que indicaba: “Estamos con Qatar 2022”. Una reunión de la Liga Árabe en Argel incluso incluyó en su comunicado final un rechazo a “las campañas maliciosas de distorsión y escepticismo que afectan (al torneo)”.
Una reciente caricatura en la portada de la revista satírica francesa Le Canard enchaîné, que mostraba a futbolistas qataríes con barba blandiendo hachas, pistolas y lanzacohetes, provocó nuevas protestas.
El cuestionamiento sobre el trato que da Qatar a los trabajadores inmigrantes está siendo tildado de profundamente hipócrita, dado el trato a veces insensible que Europa da a los inmigrantes. La cadena árabe Al Jazeera, que es en parte propiedad del gobierno de Qatar, publicitó intensamente un documental que investigaba el trato dispensado a los inmigrantes árabes y africanos a lo largo de la frontera de Grecia con Turquía. El tráiler del documental anunciaba: “Grecia recluta mercenarios del ejército clandestinos para expulsar, golpear, intimidar e impedir la entrada de refugiados”.
En este ambiente cada vez más polarizado, las personas que piden que haya comprensión luchan por ser escuchadas. Sigmar Gabriel, exministro de Relaciones Exteriores de Alemania, se animó a sugerir una mayor tolerancia mutua. “A nosotros también nos costó décadas convertirnos en un país liberal”, dijo el 29 de octubre. “El progreso no se produce de la noche a la mañana, sino paso a paso. Eso fue cierto para Alemania y es cierto para Qatar ahora. La ONU y la Organización Internacional del Trabajo elogiaron al país por sus reformas. Solo nosotros, los alemanes, lo insultamos todos los días“. Gabriel, se indicó, formó parte del consejo de supervisión de un banco que es propiedad de Qatar.
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Faeser, tras su eventual visita, que solo duró 24 horas, también buscó puntos en común, comentando: “Incluso ahora hay indicios de que Qatar se encuentra en el buen camino, especialmente en comparación con otros Estados de la región. Cuando uno ve que Qatar es el único país en todo el territorio que tiene un salario mínimo, y en el que los salarios no pagados son asumidos por el gobierno, eso al menos me motiva”. Los medios de comunicación alemanes señalaron que las empresas alemanas de servicios públicos necesitan desesperadamente el gas licuado de Qatar.
La reacción inicial de Qatar a las críticas que recibió tras ganar el Mundial fue, en gran medida, agachar la cabeza y esperar a que pasara la tormenta. Algunos miembros del ejército de relaciones públicas del país ahora reconocen en privado que se necesitaron demasiadas muertes y campañas por parte de los sindicatos internacionales –que abarcan desde las normas de seguridad hasta las horas trabajadas en las abrasadoras temperaturas del verano– para que la comunidad empresarial de Qatar abordara la explotación sistemática de los trabajadores migrantes.
Tanto los sindicatos como la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de la ONU, que cuenta con una oficina permanente en Doha desde 2018, comentan que ahora no solo se ha producido una intervención en el problema, sino una “transformación” en el enfoque de Qatar respecto a los trabajadores migrantes.
En 2018, las reformas finalmente permitieron a los trabajadores salir del país sin la necesidad de obtener primero un permiso de salida, y en 2020 se permitió que los trabajadores cambiaran de trabajo antes del final de un contrato sin el permiso del empleador, aboliendo efectivamente el sistema de explotación del sistema kafala. En un informe publicado el 31 de octubre, la OIT señaló que se habían aprobado más de 348 mil 450 solicitudes de cambio de empleo entre el 1 de noviembre de 2020 y el 31 de agosto de 2022. Sin embargo, reconoció que “varios empleadores sin escrúpulos han tomado medidas de represalia contra los trabajadores que solicitaron cambiar su empleo. Estas represalias pueden adoptar la forma de amenazas de deportación, cancelación de los permisos de residencia o la presentación de cargos por fuga”.
En marzo de 2021 se introdujo un salario mínimo de 275 dólares al mes, junto con unas normas mínimas de alimentación y alojamiento. No fue aumentado en 2022. El trabajo al aire libre está prohibido entre las 10:00 de la mañana y las 15:30 de la tarde desde el 1 de junio hasta el 15 de septiembre, un periodo significativamente más largo que en cualquier otro país de la región.
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Sin embargo, el informe de la OIT muestra que sigue existiendo un problema generalizado de retraso en el pago de los salarios, y que solo en 2021 se presentaron 21 mil quejas ante el Ministerio de Trabajo. Un plan respaldado por Amnistía Internacional para la creación de un fondo de compensación de 420 millones de dólares para las familias de los trabajadores que murieron en la construcción de los estadios fue rechazado por Qatar, que afirma que es un asunto que compete a Qatar y que ya existe un fondo de compensación.
Un funcionario qatarí, que habló bajo condición de anonimato, señaló: “Puede que esté de moda criticar a Qatar, pero existe el peligro de que otros Estados del Golfo se fijen en cómo se ha recompensado a Doha (por sus reformas) y se pregunten si vale la pena seguir su ejemplo”.
Otro asesor señaló que los dirigentes de Qatar “sienten que los objetivos cambian constantemente. Sienten que se enfrentan a las críticas de buena fe y después todo lo que hacen es considerado insuficiente, o la caravana pasa a otros temas, como la homosexualidad, que son menos negociables para una sociedad conservadora”.
Una protesta cuidadosamente planeada a finales de octubre por el activista Peter Tatchell constituyó otro punto de tensión. Tatchell sorprendió a las autoridades de Doha organizando una manifestación, sin precedentes en la ciudad, afuera del Museo Nacional de Qatar con un cartel que indicaba “Qatar arresta y somete a los LGBT a la conversión” mientras vestía una playera que tenía el hashtag #QatarAntiGay.
Tatchell, hablando con The Guardian desde Sídney, se defendió de la acusación de imperialismo cultural formulada por algunas personas de la región. “No soy de la opinión de que Occidente es lo mejor o de que Occidente se enfrenta al mundo árabe“, comentó. “Para mí el principio es el de los derechos humanos universales. Lucho por los mismos derechos en Gran Bretaña, Rusia y Medio Oriente”. Qatar es signatario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual establece categóricamente que todas las personas tienen derecho a la misma protección. Todo lo que hago es pedir a Qatar que cumpla con los compromisos que firmó ante la ONU”.
Una de las ironías consiste en que, aunque muchos musulmanes acusan a Occidente de intentar exportar ahora su depravación moral, fue el colonialismo británico, bajo el pretexto de la modernización, el que en el siglo XIX introdujo códigos penales que castigaban la homosexualidad.
Tatchell comentó: “Acepto que, en última instancia, el cambio tiene que provenir del interior, pero apoyo a los muy valientes qataríes que están intentando llevar a cabo ese cambio”, añadiendo que no había nada en el Corán que estableciera un castigo para la homosexualidad.
Nuevamente, los hechos sobre Qatar son controvertidos. La organización Human Rights Watch documentó seis casos de palizas graves y repetidas y cinco casos de acoso sexual bajo custodia policial entre 2019 y 2022. Señaló que las fuerzas de seguridad ordenaron que las mujeres transgénero detenidas asistieran a las denominadas sesiones de terapia de conversión en un centro de “salud conductual” patrocinado por el gobierno. Tatchell comentó que él mismo asesoró a una persona homosexual qatarí que se sintió destrozada y humillada por asistir a un curso de conversión.
A Qatar le gusta defender su cultura conservadora, diciendo que “no somos Dubai”, sin embargo, a veces existe una diferencia entre la ley y su aplicación. “Lo que las personas hagan en las cuatro paredes de su hotel es asunto suyo. Si dos hombres reservan una habitación de hotel juntos o muestran alguna PDA (muestra pública de afecto), aquí no existe una policía de la moral”, dijo un funcionario.
Esta postura se vio socavada el 7 de noviembre, cuando Khalid Salman, exfutbolista y embajador del torneo, comentó a un periodista alemán que la homosexualidad estaba mal porque era “un daño en la mente”.
La cuestión que se plantea ahora es la forma en que Qatar emerge política y emocionalmente de su tormentosa experiencia de la Copa del Mundo. ¿Será menos activo en la escena mundial?
Independientemente de su tamaño físico, Qatar seguirá siendo un país que Occidente no se puede dar el lujo de ignorar. Produce 77 millones de toneladas de gas natural licuado (GNL) al año, aproximadamente una cuarta parte de la producción mundial, lo cual lo convierte en un actor tan importante como Australia y Estados Unidos.
Esta cifra aumentará a 126 millones de toneladas en 2026-2027, una expansión que se está desarrollando conjuntamente con Shell y la empresa francesa Total. Con el aumento del precio del gas en los hogares alemanes en un 17.7% durante el primer semestre de este año, a medida que se va desprendiendo del suministro de gas ruso, Qatar se convierte en un factor crítico.
Qatar, partidario de los contratos a largo plazo, que pueden prolongarse de 15 a 20 años, considera que se encuentra en una fuerte posición de negociación. Europa, por su parte, probablemente solo desee GNL hasta 2030 como máximo, debido a su agenda de descarbonización.
Mucho dependerá de la esquiva trayectoria política de Qatar. En el libro The People Want: A Radical Exploration of the Arab Spring, el académico libanés Gilbert Achcar escribió sobre el modo en que el anterior emir de Qatar, el jeque Hamad bin Khalifa Al Thani, se diferenciaba de sus pares del Golfo.
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“En lugar de los automóviles, las armas y la caza (los pasatiempos tradicionales del jeque del Golfo) o incluso los negocios, el pasatiempo más reciente de la generación posterior a la independencia”, escribió, “el emir parece estar enamorado de la política exterior”, utilizando los enormes recursos del Estado para procurar tener una influencia internacional desproporcionada con respecto al tamaño del Estado.
Los dirigentes de Qatar insisten en que seguirán considerando a Occidente como un aliado y no como un simple lugar de inversión. En una señal de la importancia de Qatar para Estados Unidos, el presidente estadounidense Joe Biden nombró oficialmente en enero a Qatar como aliado estratégico no perteneciente a la OTAN, un estatus del que gozan pocos países.
No obstante, el país sabe que los enemigos que lo rodean en la región pueden haberse retirado únicamente de forma temporal y podrían regresar en caso de que, por ejemplo, Donald Trump sea reelegido. Fue Trump quien, de hecho, dio su bendición a un esfuerzo liderado por Arabia Saudita emprendido en junio de 2017 que pretendía sofocar la independencia del país imponiendo un boicot por tierra, mar y aire. A partir de ese momento, cualquier situación era válida, incluida la candidatura de Qatar a la Copa del Mundo, ya que ambos bandos se hackearon mutuamente en internet, difundieron desinformación y convirtieron al Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo en algo obsoleto.
Qatar, con su innovador canal Al Jazeera, enfureció durante la primavera árabe a Riad cuando mostró su carácter independiente al respaldar a los grupos de la Hermandad Musulmana en Libia, Siria y Egipto.
Es posible que Qatar solo haya sobrevivido como Estado independiente debido a que dos miembros de la administración republicana, Rex Tillerson y Jim Mattis, lograron aplacar el apoyo de Trump a la campaña saudita. Señalaron que Qatar, lejos de ser un estado proterrorismo, albergaba la base aérea más grande del Golfo sin condiciones, hecho que Trump, envuelto en la ignorancia pero cortejado por los sauditas, había ignorado.
Desde el fin del bloqueo en 2021, persisten las diferencias fundamentales en el Golfo. Qatar sigue basando su enfoque de la seguridad geopolítica en el gas, los proyectos de poder blando, como la Copa del Mundo, y la feroz diplomacia internacional.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Qatar actúa como un miniservicio de mediación de la ONU, recibiendo a grupos radicales como Hamás y los talibanes, no por apoyo sino en busca de la resolución de conflictos y el diálogo. Desde Darfur hasta Afganistán e Irán, ofrece sus servicios con resultados desiguales.
Resulta irónico que a este defensor del diálogo y el entendimiento mutuo le haya resultado imposible evitar que la Copa del Mundo se convierta en un acontecimiento tan divisorio.
Fuente: https://la-lista.com/mexico/2022/11/15/hoy-no-circula-15-de-noviembre-2022-que-carros-no-circulan-hoy