Miles de venezolanos están varados en países como Costa Rica y Nicaragua tras cerrarles EE.UU. la frontera el pasado 12 de octubre y anunciar que solo dejaría entrar a 24.000 que lleguen en avión y dispongan de un patrocinador
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FRANCISCO VILLALTA / Corresponsal en Managua / ABC
Cae la noche en la fría San José, capital de Costa Rica, y Cristofer ha dejado de prestarle atención al tiempo. Ha pasado un mes y medio desde que salió de Venezuela, pero para él son como «diez años de vida». «Los que estamos aquí nos hemos vuelto una familia de la selva», asegura, en medio de risas que demuestran que a pesar de las vicisitudes no pierde el humor. Tiene 21 años, y antes de salir de su natal Caracas, culminó su bachillerato. Se preparaba para estudiar Contabilidad, pero la frustración de vivir en un país empobrecido, y que el dinero ya no alcanzara para casi nada, pesó más para decidir irse caminando a Estados Unidos.
En una tarde de jueves en la gris San José, Cristofer está junto a otros nueve venezolanos que, en medio del viaje, les llegó una noticia que les cambió el destino. EE.UU. anunció que 24.000 venezolanos podrán entrar de manera regular en el territorio, si cuentan con un patrocinador en el país y no hayan pasado de manera irregular por México o Panamá después del anuncio. Para esto se necesita un pasaporte que Cristofer no tiene, porque en Venezuela el trámite puede costar un salario entero.
En todo el istmo centroamericano hay miles de venezolanos que, como a Cristofer, los invade la incertidumbre. No tienen claro lo que harán, y para muchos regresar a Venezuela no es una opción. Sobre todo, después de cruzar el Darién, una extensión selvática ubicada en la frontera de Colombia y Panamá conocida por su peligrosa geografía y por ser un paso para el narcotráfico. Por ella han cruzado decenas de miles de venezolanos que migran hacia el norte del continente.
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El Darién es conocida por una ruta de paso para miles de migrantes venezolanos en los últimos meses. Para salir de él, se deben sortear ríos, cerros y una espesa selva. Los caminantes narran que no es descabellado toparse con un cadáver en algún tramo del camino, debido a que el terreno es exigente para cualquier persona. Por este inhóspito lugar pasó Cristofer, antes de quedar varado en Costa Rica, país en el que debe dormir en la calle.
«Nosotros no queremos estar viviendo en la calle, nosotros no queremos andar del timbo al tambo, yo no me quiero ir a Venezuela de nuevo con las manos atrás», asegura Cristofer.
Pedir en las calles
A su lado está María Torres, de 43 años, quien viaja con dos de sus siete hijos: uno de tres y otro de 14 años. María se quedó varada en Costa Rica cuando escuchó la noticia de EE.UU. Tampoco tiene pasaporte ni recursos para seguir su viaje. Por esta razón, le ha tocado pedir en las calles de San José, con un cartel que se ha vuelto más que conocido en las últimas semanas. «Soy venezolano, por favor dame una ayuda para seguir con mi viaje». La frase encarna el drama humano que vive Venezuela bajo el régimen de Nicolás Maduro y la debacle económica que ha provocado una crisis agudizada tras la muerte de Hugo Chávez. En este momento, el número de migrantes de dicho país supera los siete millones. El éxodo ha sido masivo.
A todo eso se suma la crisis económica que vive el país, considerada como una de las más estrepitosas en las últimas décadas. En los últimos años, la inflación venezolana es una de las mayores en todo el mundo. A fines de 2018, los precios se duplicaban, en promedio, cada 19 días. En 2019, la tasa de inflación anual alcanzó el 1.300.000%.
María trabajaba en un salón de belleza y relata que su especialidad es la manicura. Sin embargo, el sueldo no le alcanzaba para pagar los servicios básicos ni la renta. «Si comían ellos no comía yo, y si comía yo no comían ellos. A veces no comíamos las tres comidas, sino dos comidas. Empezábamos a desayunar a las 12, y a almorzar a las cinco para poder acostarnos comidos», relata la mujer con un tono cansado.
Pagar a un coyote
En estos días ha empezado a bosquejar un plan, en el que el retorno a su país no es una opción. Quiere trabajar en San José y reunir la plata para pagarle a un coyote (traficante de personas) para que los cruce hacia EE.UU. Y es que a pesar del recrudecimiento de las medidas migratorias, la economía de los coyotes está en alza en la región.
Otro grupo indeterminado de venezolanos pernoctan en las calles de Managua, la capital de Nicaragua, un país gobernado por el régimen sandinista de Daniel Ortega y Rosario Murillo. También quedaron varados en el territorio y piden en las calles. Lo cierto es que Nicaragua puede ser para ellos la peor opción para quedarse, en parte por la crisis humanitaria que solo crece con los días, y porque Ortega es un viejo aliado de Maduro. De hecho, miles de nicaragüenses salen del país cada mes rumbo hacia los EE.UU., asfixiados por la crisis económica.
México, país receptor
Para Tiziano Breda, analista para Centroamérica de la organización Crisis Group, especialista en la resolución de conflictos políticos, el flujo migratorio en la región puede convertirse en una crisis humanitaria. «Estos flujos de personas representan un desafío para los gobiernos de Centroamérica, y lamentablemente los han visto como una oportunidad. Hay cada vez más relatos de prácticas de explotación de estos grupos, como oportunidades para enriquecerse al lucrarse con los migrantes», explica el experto.
Por su parte, México se prepara para recibir un enorme flujo de venezolanos en las próximas semanas, debido a que la medida de EE.UU. contempla que quienes intenten ingresar de forma irregular, serán devueltos a lado mexicano. «México tomará medidas humanitarias, en las cuales la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) dará libre acceso a las personas que estén en necesidad de protección internacional venezolanas y quieran registrarse», señalan desde Comar.
Fuente: https://www.abc.es/internacional/centroamerica-nuevo-tapon-miles-venezolanos-20221106193343-nt.html