Los Periodistas

Mesas Poblanas

Las mesas poblanas fueron parte de una estrategia para «apoblanar» a los candidatos del PRI llegados de fuera, quienes eran «placeados» y «balconeados» por los políticos locales… La historia se repite.

Por Jesús Manuel Hernández

En el pasado, muy pasado, de Puebla, los hackeos no existían, solo había investigaciones, información confidencial, quizá la pesquisa era seguida de algo de presión externa y policíaca, a lo más había algún director de medios de comunicación, casi siempre radiofónico, donde se “filtraban” los rumores y comentarios.

En aquella época se decía que tal o cual conductor o redactor de columna era el favorito del gobernador en turno, por tanto, los políticos, el ahora llamado círculo rojo, se dedicaban a seguir al comunicador en sus anuncios. Así se construían las candidaturas y se hacía la política.

Al paso de los años los escenarios se han modificado, quienes antes eran los comunicadores de confianza hoy se confunden con los voceros cooptados, de ahí se desprende que las actitudes, desprecios, menosprecios y algunas seudo alabanzas se encuadren en un espacio de incredulidad. Aun así, en muchos casos funcionan, se hace sentir y se deja la percepción del mensaje que el poder quiere emanar.

La reflexión viene a cuenta por los sucesos de hackeos a la Sedena, teóricamente la estructura de seguridad nacional más bien acabada en la modernidad de la 4T. La presencia del llamado grupo “Guacamaya”, ampliamente divulgado pareciera ir más de la mano de quienes quieren justificar las “filtraciones” en aras de “transparentar” lo que hasta ahora ha permanecido escondido de la mayoría.

Nos acercamos a un escenario de agotamiento de la credibilidad, donde el afán por el apego al poder es capaz de justificar cualquier maniobra. Pero, cómo no hacerlo, si lo que importa es mantener el poder a como dé lugar.

Y si en el ámbito nacional las cosas funcionan por ahí, ¿cuál podría ser la razón por la que en la aldea no se mantenga la misma actitud?

La premisa toma fuerza si se antepone otra: “el que manda, manda, y si se equivoca, vuelve a mandar…”

Lo sucedido a media semana respecto de la designación de los nuevos magistrados del Tribunal de Justicia, está en esa línea. Se trata de un mensaje muy claro de quién lleva la delantera y quién ha empezado a quedar fuera de la competencia.

Dicen quienes comparten el pan y la sal con el círculo íntimo que el gobernador dio un manotazo sobre la mesa al grito de “va, porque va, porque lo digo yo”. Y así sucedió en medio de sonrisas y agradecimiento en una de las oficinas del gabinete desde donde se impulsó la llegada al menos de uno de los nuevos magistrados.

El mensaje tiene destinatarios, quizá no lo sepan o no se hayan enterado de la dirección del anuncio, pero desplazar a uno de los antes favoritos, podría ser un paso sin retorno o, como diría un experto consultado, “un acto de distracción”.

En el pasado, cuando las decisiones eran derivadas de los acuerdos nacionales, las cosas funcionaban diferente.

Los precandidatos eran sembrados en los grupos de poder desde donde se empezaban a hacer los amarres. Se decantaban las tendencias y se iba haciendo el caldo gordo al personaje elegido.

Quizá la última decisión a la antigua haya sido la de Manuel Bartlett, sembrado en una visita presidencial para crear un nombramiento hasta ese momento totalmente desconocido, pero de ahí salió la propuesta para “apoblanar” al elegido al lanzarlo al estrellato.

De esas escenas se debe acordar alguien que luego fue Secretario de Gobernación del sexenio de Bartlett y quien se decía muy cercano al personaje, eran otros tiempos.

Un tamiz del elegido era presentarlo en sociedad, ahí actuaban los priístas tradicionales y algunos agentes ciudadanos usualmente ligados a las estructuras del poder tradicional, iniciativa privada, iglesia, sindicatos.

Se iniciaba así la visita a las “casas” de los hombres del poder: Chumacero, Huesca, don Abelardo, el Jefe de la Zona Militar, los jefes de grupos políticos, algunos sindicatos y hasta dirigentes de organizaciones empresariales. La UAP por supuesto era clave en el proceso de “aclimatación” del elegido.

Después venía el “balconeo”. Tal o cual personaje era el elegido para “placear” al aspirante en las casas, en las mesas poblanas, donde se empezaba el acercamiento a los círculos del poder a fin de conseguir el consenso.

Había un momento clave, cuando el precandidato era citado en el Lastra o El Mesón del Ángel para después de un desayuno un grupo de poblanos y poblanas le invitaban a tomar “un cafecito” en el Royalty, por donde pasa “todo Puebla” y así la gente conocería, vería, olería al elegido.

La estrategia se conocía así “las mesas poblanas”. Del Royalty se pasaba a las casas de las familias bien posicionadas donde los sectores sociales “conocían” al elegido. Lo demás seguramente se habrá adivinado ya, empezaba el cotilleo, el rumor, el chisme, de las mesas poblanas en favor del personaje elegido.

Quizá el último en haber sido “destapado” con esos métodos fue Mariano Piña Olaya quien llegaba al zócalo en una monumental furgoneta ranchera, se sentaba en el Royalty y su auxiliar le acercaba una caja de puros cubanos, Mariano encendía uno y se dedicaba a ver pasar a la gente y dejarse ver sentado junto a tal o cual personaje, así se lograba la “introducción” del aspirante a la sociedad poblana.

Lo demás sucedía en las casas, en las residencias familiares, donde operaban perfectamente las llamadas “mesas poblanas”, esos espacios de convivencia donde se acercaban los intereses y se intercambiaban opiniones, referencias, informaciones.

El precandidato siempre recibía, previo a la reunión, unas tarjetas informativas con los datos de quienes asistirían a las reuniones.

La información de esas tarjetas era producto del cruce de investigaciones y reportes de los órganos de seguridad local, la Zona Militar y la gente de confianza del entonces precandidato.

Todo ha cambiado. Hoy las “mesas poblanas” siguen funcionando, pero operan de otra forma, quizá el gran reformador de esta estrategia haya sido Melquíades Morales Flores, quien en una “mesa poblana” fuera destapado por Gonzalo Bautista O’Farrill ante un grupo de empresarios, cambiando la jugada de la sucesión.

Por tanto, los demás ya no se sujetaron a las condiciones antiguas, Marín, Moreno Valle, Gali, Martha Érika, aparecieron en circunstancias diferentes.

El escenario de hoy día, pudiera recibir ciertas modificaciones a juzgar por quienes se anotan, algunos ya empiezan a operar con base en el viejo esquema, “las mesas poblanas”, y sus chalecos son multicolores, porque lo de hoy, es estar con quien pueda ganar, no por convicción.

Por cierto, en las “mesas poblanas” de antes, había golpes debajo de la mesa, patadas, zancadillas, pisotones, pellizcos… hoy también sucede, y a veces desde el centro del poder o desde los poderes fácticos, tradicionales o emergentes, donde surgen intereses animados por seis años de cobijo.

O por lo menos, así me lo parece.

losperiodistas.com.mx@gmail.com

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