La idea de lo que se considera infidelidad y, dentro de ese término, en qué circunstancias es imperdonable, es muy relativa.
SILVIA C. CARPALLO / SMODA
Pocas personas en España han sido ajenas al conflicto entre Íñigo Onieva y Tamara Falcó en estos últimos días. Un vídeo del primero besando a otra mujer empañaba la noticia del compromiso matrimonial de la pareja y desembocaba finalmente en ruptura. Antes de que este admitiera la veracidad del vídeo, los periodistas preguntaban a Tamara Falcó si ella perdonaría o no una infidelidad. La respuesta era inequívoca: «¿Pero estáis locos?». Esta respuesta aparentemente incontestable puede serlo para muchas personas pero para otras muchas quizá tenga más posibles puntos de vista porque la idea de lo que se considera infidelidad y, dentro de ese término, en qué circunstancias es imperdonable, es muy relativa.
Ellos son solo la última pareja de famosos que se han visto envueltos en este debate sobre cuáles son los límites de una infidelidad. Solo unos días antes lo ponía en la palestra el caso del líder de Maroon 5, Adam Levine, que negaba haber sido infiel, pero reconocía haber cruzado una línea con el envío de mensajes de tonteo con otras mujeres. Aunque las redes ardían considerando esto como toda una deslealtad a su pareja.
¿Tenemos todos el mismo concepto de infidelidad? ¿De qué depende? Para empezar, del concepto de pareja que va indisolublemente unido al de «monogamia» que como bien explican los sociólogos Yuliuva Hernández García y Víctor Pérez Gallo en su paper Un análisis feminista de la infidelidad conyugal (Critical Journal of Social and Juridical Sciences), quienes a su vez mencionan nada menos que a Frederich Engels y su célebre El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, no existió siempre. “Los único objetivos de la monogamia abiertamente proclamados por los griegos fueron el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva, originada espontáneamente, la preponderancia del hombre en la familia y la procreación de hijos que solo pudieran ser de él y destinados a heredarle. De ninguna manera la monogamia fue fruto del amor sexual individual, siendo el cálculo, ahora como antes, el móvil de los matrimonios». Además en este papel los autores resaltaban: “La infidelidad conyugal ha sido un proceso histórico y socialmente construido en el contexto cultural del patriarcado con implicaciones diferentes para mujeres y hombres”. ¿Juzgaríamos igual este caso si fuera Tamara Falcó la que sale en las imágenes besando a un desconocido en una fiesta.
Más allá de las consideraciones históricas sobre cómo nació la monogamia y cuál es el sentido último real de la fidelidad, en qué consiste actualmente este concepto se puede evaluar preguntando a personas que hayan estado en el seno de una pareja monógama. Y eso es lo que hizo la app especializada en relaciones extraconyugales Gleeden (la plataforma para encuentros extramaritales más importante de Europa) en un informe realizado en colaboración con la consulta Yougov (con una muestra de 6.042 personas de toda la Unión Europea, de las cuales unas 1.000 eran españolas e información recogida en los meses de abril y mayo de 2022). Dicho informe desvelaba que, en líneas generales, que mantener relaciones sexuales regulares o esporádicas o practicar sexo oral con alguien que no es la pareja actual es considerado infidelidad por todos los tramos de edad (de los 18 a los 70). Sin embargo, besar con lengua, coquetear o practicar sexting (enviar mensajes de contenido sexual) con alguien que no es la pareja actual, también lo considera infidelidad más del 60% de españoles y españolas. Es llamativo cómo estas tres últimas circunstancias son vistas como más flexibilidad por los mayores de 70 (solo el 50% de los encuestados de esta edad da importancia a los mensajitos picantes, los besos fugaces -aún con lengua- o los coqueteos). La experiencia es un grado.
Hay un 25% de los encuestados que considera infidelidad pensar en alguien conocido al mantener relaciones sexuales con la pareja actual o al masturbarse, o incluso hay quien también incluye en el grupo de deslealtad grave pensar en alguien famoso mientras se mantienen relaciones sexuales con la pareja habitual (12%) o al masturbarse (7%), pero de nuevo están siempre en los tramos de edad más jóvenes.
Además de estas cifras, Gleeden también realizaba entrevistas a pie de calle en la ciudad de Madrid para conocer su opinión sobre la infidelidad a mujeres entre 20 y 40 años. La mayoría coincidía en señalar que infidelidad es “todo aquello que se haga de espaldas a la pareja, una mentira, especialmente si es de forma reiterada”. Por su parte, Aurora, de 40 años veía como clave “que se perciba como una falta de respeto, que te haga pensar que la persona con quien estás no era como creías”.
Sobre si la infidelidad es algo físico o si ya llega al mundo de lo digital, muchas de ellas se mostraban de acuerdo en la tesis que sostenía aquel artículo viral de Manuel Jabois titulado «Hay más cuernos en un buenas noches», en el que el autor defendía que mantener un vínculo con alguien conversando por Whatsapp puede resultar más íntimo que incluso un desliz de una noche, ya que extrañamente el sexo ha pasado a ser, para muchos, algo más banal. “Todo lo que suponga no ser honesto, no solo sexualmente, sino también sentimentalmente, para mí sería una infidelidad” decía rotunda en esta encuesta Leire, de 27 años.
Un concepto cambiante
“Con infidelidad normalmente nos referimos a una ruptura de acuerdos o de unos pactos establecidos, en lo que se considera como una ‘deslealtad’ en una vinculación que puede ser romántica, pero también sexual o incluso de amistad. Dependiendo de la cultura, de la época o las normas sociales y religiosas este concepto va a ir variando. Por eso a lo largo de la historia ha variado y sigue haciéndolo” explica la socióloga y sexóloga Lara Herrero.
El problema de este concepto es que no es algo universal. No lo ha sido a lo largo de la historia y a través de las culturas, pero tampoco lo es para cada persona, según su forma de entender las relaciones y la sexualidad. Susana Ivorra, psicóloga experta en relaciones amorosas y conflictos por infidelidad aporta su punto de vista: “La realidad nos dice, como así veo a diario en consulta, que lo que para un miembro de la pareja es claramente una traición, para el otro no lo es, o no lo ve del mismo modo”. Así, afirma categórica que no existe un consenso sobre lo que es la infidelidad: «En la era de la tecnología y la información se ha abierto aún más lo que puede ser o no infidelidad”.
El problema de fondo es que muchas veces hay una conversación pendiente para poder llegar a un consenso al respecto y por lo tanto después vengan las desavenencias fuertes al respecto. “Es muy frecuente que en las relaciones monógamas lo que es o no infidelidad se dé por sentado, no se construya porque entra dentro del pack de lo que se espera socialmente en esa relación. En cambio, en las no monogamias consensuadas sí se suele comunicar con más frecuencia los acuerdos que se van a poner en práctica o los límites que no se van a transgredir. Además, estos acuerdos se suelen revisar en el tiempo. Pese a ello, socioculturalmente está más aceptada una infidelidad que una relación no monógama tradicional”, explica Lara Herrero. Este extremo lo confirma la extrañeza general que generó entre el público el hecho de que Rosa Olucha no le diese la menor importancia a la noticia de que su esposo, el actor Santi Millán, mantuviese relaciones sexuales con otra mujer y explicase que era algo asumible dentro del acuerdo de pareja abierta que tienen. Sí le parecía grave, en cambio, que se hiciesen públicas sin su consentimiento las imágenes en las que probaban que la supuesta infidelidad existía.
No solo el qué, sino el cómo
Volviendo a la pregunta de “¿perdonarías una infidelidad?”, otro de los problemas es que nos imaginamos una situación hipotética. Pero en la vida real, todo depende mucho más del contexto que del propio acto en sí. Siguiendo con el ejemplo de Tamara Falcó: ¿Es lo mismo que tu pareja te confiese en privado que se ha dado un beso esporádico en una fiesta a que lo veas en un vídeo en redes sociales, sabiendo que todo el mundo que conoces también lo ha visto?
“Cada pareja establece lo que para ella son los límites del respeto, lo que es o no es una tradición, pero es posible que el ojo público cambie lo que consideramos aceptable en nuestra relación, porque nos sentimos juzgados y podemos sentir que debemos tomar decisiones, no tanto en base a lo sucedido, sino por las consecuencias públicas (burlas o chistes, exageraciones o descontextualizar lo que ha pasado)”, reflexiona sobre este caso Susana Ivorra.
No solo importa el hecho de que se haga público o no, las circunstancias en las que ocurre el hecho en sí, pueden ser diversas y cambiarlo todo. Es el caso de que ese beso se produzca dos semanas antes de pedirte matrimonio, por ejemplo. Así lo explica también Marina, de 38 años: “Encontré unos mails de mi expareja tonteando con alguien del trabajo, quizás en otro momento lo habría pasado por alto, pero estaba embarazada de 6 meses y para mi supuso que en ese embarazo no estábamos los dos juntos, estaba e iba a estar sola”.
Y es que no solo importa si pensamos que algo es o no una infidelidad, sino si realmente estamos o no dispuestos a perdonarlo y a seguir confiando en esa persona. “Pillé a mi ex con la cuenta de Tinder activa. Me juró y perjuró que no se había acostado con nadie, pero para mí saber qué estaba buscando ligue por Internet fue peor que si hubiera tenido un desliz una noche. Puedo perdonar un error, pero no que busques engañarme con premeditación, hayas tenido suerte ligando o no”, relata Sofía, de 33 años.
“Las personas que han sufrido una infidelidad suelen hablar de grados de infidelidad, de gravedad. Si en su caso su pareja se ha besado o tenido relaciones con un desconocido hubieran preferido algo emocional y no físico, por miedo a que vuelva a repetirse. Si ha sido algo emocional con un conocido o compañero de trabajo o amigo hubieran preferido algo físico con una persona desconocida. La cuestión es que solemos ver más grave lo que nos pasa a nosotros, porque nos sentimos incapaces de pasar página, de perdonar o de que no nos influya para otra futura relación”, apunta a este respecto Susana Ivorra.
Sin embargo, a la hora de la verdad, no todo el mundo es Tamara Falcó y perdonamos más de lo que decimos. Un sondeo entre 1.003 personas elaborado también por YouGov, en este caso para El HuffPost en 2018, reflejaba que un 42% de los encuestados dejaría a su pareja sin posibilidad de reconciliación, frente al 7% que no rompería y perdonaría la infidelidad sin que afectase a la relación. Sin embargo, un 19% dejaría a su pareja pero dice que podría perdonar e incluso volver con ella, mientras que un 17% asegura que no rompería la relación, aun admitiendo que se vería afectada por el episodio.
“El modelo hegemónico de relación romántica se sustenta en la monogamia y en la pareja como centro de todo, como un símbolo de estatus, por eso acaba resultando menos perjudicial practicar una deslealtad, que acabar con esa relación o pensar en otra forma de vincularse” deja como reflexión final la socióloga y sexóloga.
Fuente: https://smoda.elpais.com/moda/actualidad/beso-beso-con-lengua-sexting-pensar-en-otro-que-es-exactamente-una-infidelidad-en-el-siglo-xxi/