Una noticia llegada de Madrid provoca comentarios en el aventurero, va en auge el consumo de vino enlatado.
Por Jesús Manuel Hernández*
De vez en cuando los amigos a 9 mil kilómetros, de ultramar, se reportaban para comentar asuntos gastronómicos. Alguno de ellos siempre le provocaba a Zalacaín para “cruzar el charco”, como solía decir.
Esta vez llegaron dos noticias con fines revolucionarios sin duda.
Se anuncia para noviembre la World Bulk Wine Exhibition, en Amsterdam, donde concurren los distribuidores y compradores de vino a granel donde se pretende dar un impulso a la venta de “vino enlatado”, si, Zalacaín volvió a leer la noticia, el vino puesto en una lata como si de bebida gaseosa se tratara. En Suecia empezó la moda y ahora también se puede obtener en España, el auge se pronostica creciente.
El gran impulsor de la idea es Robert William quien ha conseguido agrupar a tres marcas de distribuidores en este “boom” consumista. Una de ellas es “Archer Roose”, una enóloga dispuesta conocer los mejores vinos del mundo, se dedicó a recorrer países con su esposo y finalmente decidieron no poner un viñedo, simplemente comprar vino de diferentes regiones y envasarlo, el toque especial fue “meterlo en una lata”.
Otro productor es “Djuce Wines”, hace lo mismo, compra vino a granel con ciertos requisitos de sostenibilidad y los mete en una lata bajo un lema: “Bebe menos, bebe mejor, bebe Djuce”.
El tercer distribuidor es “Hands Off Wines” y los motivos son los mismos, les une buscar proveedores de vino con ciertos requisitos, para ofrecer una lata en un nuevo mercado del vino, con “sello ecológico premium”, apto entre otros para los consumidores veganos y cuidando el medio ambiente en cuanto a los envases reciclables y con diseños muy atractivos.
Zalacaín pensaba en la oferta del vino en lata, sin duda sería atractivo para gente joven, no para paladares maduros o verdaderos aficionados al vino, respetuosos de la bodega, el corcho, el protocolo de abrir una botella, decantarla, dejarla respirar, etcétera, todo el glamur casi sibarita respecto del consumo del vino.
Al aventurero le resultaba un poco molesto eso de beber directamente de la lata o servir el vino en una copa viéndolo salir de un recipiente similar al de una cerveza o un refresco de cola.
Pero la modernidad y los precios de los vinos pueden formar un nuevo mercado y quizá este es el caso.
Recordó Zalacaín aquella época cuando el corcho-corcho de una pieza para tapar las botellas empezó a ser sustituido por un corcho de dos piezas muy bien pegado, o los llamados “colmatado”, donde los poros son de polvo de corcho; otro, el “aglomerado”, un corcho hecho a partir de láminas de corcho pegadas a un material más barato o los modernos de materiales sintéticos.
Todo esa evolución se debió al precio del corcho natural, en algunos casos el precio final del vino se ve impactado por cuánto vale taparlo.
Hace algunas décadas visitando la bodega “Finca Constancia” de González Byass en Toledo el aventurero se sorprendió al término del recorrido, cómo una productora de vino nacida en 1835 tenía en su producción vinos con “taparrosca”.
El enólogo le dijo: “esas botellas van al mercado inglés no se venden en España”.
La razón era no sólo por el precio del corcho, más bien por la carga salarial de los meseros en Inglaterra, pues ahí quienes saben usar un “sacacorchos” ganan más a quien no lo sabe, por tanto, el vino con tapa de rosca le permitía a los dueños de restaurantes emplear a camareros por menos dinero.
Nada sorprende ya, de aquellas épocas en los años 70 del siglo pasado cuando los italianos empezaron a inundar los supermercados con vino en “Tetrapak” a la fecha, poco puede sorprenderse el consumidor profesional del vino.
A fin de cuentas el objetivo es beber vino, pero esa, esa es otra historia, como la segunda noticia relacionada con el vino agrio…
*Autor de “Orígenes de la Cocina Poblana” Editorial Planeta.