Por Pbro. José Luis Bautista González
Por sugerencia del Rey Carlos I de España y futuro V de Alemania, el Papa León X con la bula “Sacri Apostolatus Ministerio” del 24 de enero de 1518 erige la diócesis Carólense: “…con autoridad apostólica, a tenor de las presentes, erigimos e instituimos para siempre a la Villa o pueblo….en ciudad que se lame Charólense….bajo dicha advocación de la Bienaventurada Virgen Maria de los Remedios a favor de un solo obispo llamado Charólense….” Con sede en Yucatán, señalando en tres ocasiones,
que no sabe de forma certera si el nuevo territorio se trata de una isla o tierra continental e infiriéndose en la misma, la posibilidad remota del traslado de la sede.
Correspondía al rey Carlos I, por los privilegios que se le habían
concedido a su abuelo Fernando el Católico, con la bula “universales
eclesial regiminis” del 28 de julio de 1508 el presidir el Patronato Real,
gozando de todos sus privilegios, pero al también lo obligaba a
sustentar al obispo, al clero, facilitar los viajes de misión, construir
templos y hospitales así como presentar a candidatos a los obispados y
fijar sus limites amen del pase regio y de la promoción de la
evangelización de los naturales. Es por eso que el rey, por las
facultades concedidas por tal bula, presentó al dominico Julián Garcés
para ser el primer obispo, Con la bula “Devonionis Tuae Probata
Sinceritas” del 13 de octubre de 1525 el Papa Clemente VII aprueba su
petición.
Pero tras la emigración tierra adentro, desaparece la sede
episcopal, por lo que fray Julián solicitó a Carlos I marcharse también y
así por cédula real del 19 de septiembre de 1536, fijándose la nueva
sede en Tlaxcala. Fray Julián, aun estando en Granada, España pidió que su catedral fuera erigida por título, no de los Remedios, sino de la
Inmaculada Concepción de María y meses después, a principios de
1527 se trasladó a Sevilla para posteriormente viajar a la Nueva
España, llegando a México a principios de 1528, donde permanece
hasta 1531 y de ahí se traslada a su sede en Tlaxcala.
La causa principal del posterior traslado de la Sede episcopal de
Tlaxcala a la recién fundada Puebla aparece en el acta capitular,
firmada por Fray Julián Garcés y otras personas fechada el 20 de
septiembre de 1541, señalando como razón el hecho que en Tlaxcala
no había un templo digno y en Puebla ya existía un templo terminado
para ocupar dicha sede. En el acta capitular del 30 de enero de 1543 se
asienta que Carlos I confirmó dicho traslado. Y así en la Real Cédula
firmada en Valladolid, España el 6 de junio de 1543 por el Príncipe
Regente, Felipe, futuro rey de España, se afirma y se ratifica
plenamente que la “Ciudad de la Puebla de los Ángeles” sea la sede
definitiva del obispo Carolense.
Cabe mencionar que esta diócesis quedo como sufragánea de la Sede Arzobispal de México con la bula “Super universas Orbis Eclesial” del Papa Paulo III. Así pues, los Obispos que han gobernado esta Diócesis hasta el año 1904 fueron 33. Mencionando esa fecha como la de un cambio, ya que, en esos años, el Venerable Obispo Ramón Ibarra y González (1902-1917)
hizo las gestiones ante la Santa Sede Apostólica de Roma para que la
Diócesis fuera elevada a Arquidiócesis, lo que logro el 9 de agosto de
1903, cuando por las Letras Apostólicas, el Papa San Pío X aprobó y
confirmó la elevación al rango de Arzobispado de Puebla de los Ángeles.
Por tanto, hemos contado con ocho arzobispos, contando al
mismo venerable Ramón Ibarra y González, los que se suman a los 33
obispos que ya he mencionado para dar el total de 39 prelados que han
gobernado esta sede. Respecto a los obispos que la rigieron hasta el
momento de su elevación a su condición arquidiocesana actual cabe
mencionar algunas precisiones: cuatro obispos no gobernaron
directamente: Pablo Gil de Talavera (1543-1545) ya que murió antes
de tomar posesión; Ignacio Urbina (1702-1703) quien a causa de su
avanzada edad y de sus enfermedades renunció al Obispado de Puebla
cuando ya había recibido las bulas; García de Legaspi Velasco (1704-
1706) quien tomo posesión por apoderado, la gobernó pero no recibió
las bulas respectivas y Pedro González García (1738-1743) quien tomo
posesión de la diócesis por apoderado pero no la gobernó por no haber
podido embarcar. También hubo dos obispos promovidos, pero no se
les menciona como residenciales porque no recibieron las bulas: Juan
de Santa María Saenz de Mañosca (1656) quien fue trasladado de
Guatemala a Puebla, pero murió en el trayecto, así como José María del
Refugio y Alba (1887) quien fue trasladado de Zacatecas a Puebla, pero
murió poco después de su promoción sin haber recibido las bulas.
Igualmente, ciñéndonos a sus biografías, podemos afirmar que
esta humilde porción del pueblo de Dios ha sido gobernada por
hombres insignes que la han beneficiado por los diversos carismas que
el Señor les ha brindado: y que a lo largo de la historia en sus diversos
procesos no solo han tenido un papel a nivel diocesano sino también a
nivel nacional en los diversos campos de la cultura: humanistas
insignes como lo fueron Fray Julián Garcés y el beato Juan de Palafox y
Mendoza; pastores santos y sensibles de la Teología de la Cruz como lo
fueron: Manuel Fernández de Santa Cruz, el venerable Ramón Ibarra y
González, Pedro Vera y el mismo Juan de Palafox y Mendoza; prelados
imbuidos en la problemática de nuestra Patria como fueron; Diego
Osorio Escobar y Llamas, Antonio Joaquín Pérez Martínez, Francisco
Pablo Vázquez y Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos; hombres
sabios y doctos como lo fueron Juan Antonio de Lardizábal y Elorza,
Pedro González García, Francisco de Paula Verea, José María Mora y
Daza; grandes constructores de la diócesis tanto en lo material como
espiritual como lo son nuevamente el ilustre don Juan de Palafox,
Ramón Ibarra y González, Octaviano Márquez y Toriz y Rosendo
Huesca Pacheco; humildes y piadosos como lo fueron: Martin
Sarmiento, Antonio de Morales y Molina, Domingo Pantaleón Álvarez
de Abreu, Francisco M. Vargas, Ignacio Márquez y Toriz y Ernesto
Corripio Ahumada, entre otros.
Cabe mencionar que este territorio angelopolitano ha sido
gobernado por más de 150 años solo por 8 obispos y que entre los
episcopados más extensos se cuentan el de Rosendo Huesca Pacheco
(1977-2009) con más de 31 años; el de Diego Romano (1578-1606)
con más de 28 años; el de Manuel Fernández de Santa Cruz (1676-
1699) con más de 23 años; el de Octaviano Márquez y Toriz (1951-
1975) con mas de 24 años; el de Pedro Vera y Zuria (1824.1845) con
más de 21 años y el de Domingo Pantaleón Alvarez de Abreu (1743-
1763) cuya labor fue de casi 20 años. Y en la actualidad, desde hace
prácticamente 12 años, por Don Víctor Sánchez Espinoza, quien se ha
destacado como un pastor con olor a oveja, el cual la ha recorrido ya en
varias ocasiones, aun llegando a lugares agrestes o recónditos, y el cual
ha destacado durante su episcopado por su afabilidad, sencillez y
humildad.
Es importante mencionar para quienes aman esta ciudad
Angelopolitana y su historia religiosa, que pueden admirar en la sala
capitular de la Catedral las pinturas de éstos insignes prelados: al
fondo de esta, en el lugar de honor, se encuentran dos medallones de
estilo florentino con los retratos del Papa León X y del Emperador
Carlos V, cuya importancia en la fundación de esta diócesis fue
fundamental; en las paredes de esta sala, en dos hileras, aparecen los
retratos al óleo de cada uno de los obispos de la Arquidiócesis
Angelopolitana. En los mismos retratos, en la parte superior se halla el
elogio en tres adjetivos y, al calce, una síntesis biográfica de cada uno
de los obispos.
De tal forma que, por su importancia en su desarrollo y su
inmensa labor, puedo afirmar sin temor a equivocarme, que la historia
de esta Puebla de los Ángeles no podría entenderse sin la actividad de
cada uno de los 39 obispos que han gobernado esta antiquísima
diócesis: cada uno de ellos ha puesto su ministerio, inteligencia,
esfuerzo, tesón, valor, energía, ciencia, piedad, alegría, entusiasmo,
junto con los sufrimientos, problemas y calumnias que han sufrido,
dando con ello testimonio de la teología de la Cruz, para que podamos
entender desde la fe que esta Iglesia ciertamente esta cimentada en el
hombre, pero que su basamento es Cristo ya que en vano se cansan los
albañiles si el Señor no construye la casa. A todos ellos junto con sus cabildos catedralicios, presbiterios y
fieles que han trabajado infatigablemente por esta Diócesis a lo largo
de más de cinco siglos, mi más profundo reconocimiento y mi oración
para que el Señor recompense sus esfuerzos y trabajos, tanto en su
peregrinar por este mundo, como en la eternidad.
Finalmente, quiero externar un reconocimiento a Don Rosendo Huesca Pacheco, de feliz memoria, por la ardua labor que realizó durante su episcopado, al frente de su rebaño y quien nos dejo hace más de tres años.
Igualmente le ruego a Dios, que siga llenando de sus bienes, dones y carismas al cuadragésimo obispo de Puebla y octavo arzobispo, Don Víctor
Sánchez Espinosa, en estos momentos tan difíciles que nos ha tocado vivir. Al tener que desempeñar su misión en medio de una pandemia que hasta el momento y según cifras oficiales, ha costado la vida de más de 148,000 mexicanos, entre ellos, miles de poblanos y 38 clérigos y religiosos que han sido llamados a la casa del Padre durante estos terribles meses, tanto por el COVID-19 como por otras causas. Empero, debido a que la vida ha de continuar y que nada debe impedirnos, ni continuar en nuestro servicio, ni de evocar las grandes fechas de nuestro pasado es por lo cual he redactado estas líneas, para evocar y festejar un aniversario más de la fundación de
nuestra querida Arquidiócesis.