La modelo mejor pagada del mundo tiene un objetivo: revolucionar la moda
MATTEO PERSIVALE / Corriera della Sera / Florencia / El Mundo
«Mi teléfono es un arma de autodefensa y una barrera que me separa del mundo. Es una herramienta que antes no existía, que mis colegas de los años 90 no tenían, y no las envidio».
Emily Ratajkowski mira su iPhone, que reposa sobre la mesa de centro de un elegante hotel florentino. Parece un teléfono normal, pero si abriera Instagram vería que tiene 29,5 millones de seguidores, más que la población de Australia. La modelo mejor pagada del mundo en 2022, con una facturación de 75 millones de euros, sacude ligeramente la cabeza, asombrada -incluso ella- de lo mucho que esa herramienta ha cambiado su vida.
«Cambió para mejor, seguro. No puedo imaginar mi carrera sin las redes sociales. Naomi [Campbell], Kate [Moss], Christy [Turlington], Linda [Evangelista] y las demás tenían cero control sobre su imagen, no tenían ni idea de cómo saldrían sus fotos en las revistas, era un milagro si veían una Polaroid de vez en cuando. Ahora todo es diferente, radicalmente diferente: hay monitores, podemos hacernos selfis maquilladas, usar el teléfono como espejo. Las modelos como yo, como Gigi y Bella Hadid, como Kendall Jenner hemos tenido -y tenemos- la oportunidad de moldear nuestra imagen online a través de las redes sociales, hemos podido influir -en este sentido entiendo la palabra influencer– en la forma en que el mundo nos ve. Nuestro lugar en el mundo, en cierto modo. Está claro que tu teléfono también puede convertirse en un arma de doble filo, tienes que encontrar un equilibrio«.
«Cuando tenía 20 años -sin demasiada experiencia en la vida, aunque empecé a ser modelo de adolescente- era obsesiva con mi Instagram, y en esa etapa era muy útil, claramente», continúa Ratajkowski. «Luego, por supuesto, aprendí con la experiencia que también puedes atraer muchos problemas, hay quienes quieren hackear tu teléfono. Pueden pasar muchas cosas».
Ahora tiene 31 y es madre desde el 8 de marzo de 2021. (La prensa rosa estadounidense ya da por hecha su separación de su marido, el productor de cine Sebastian Bear-McClard: puso un like a un post en el que le acusaba de engañarla).
Es actriz, empresaria y diseñadora y ha publicado un libro de éxito, Mi cuerpo (Temas de Hoy), en el que habla de sí misma con una franqueza impresionante para alguien en su nivel de fama. Por lo general, el tono de las autobiografías de las celebridades estadounidenses en el peak de la fama, como ella en este momento, es mucho más alegre y positivo. Ratajkowski (Emrata, como la llaman sus fans y seguidores en las redes sociales, evocando su nombre de usuaria en Instagram), en cambio, es bastante crítica con la fama, el sistema de la moda, su familia pero, sobre todo, consigo misma.
El secreto a voces de los libros publicados por los famosos es que rara vez los escriben ellos. Incluso se dice que, en ocasiones, ni siquiera los leen (aunque el único que presume de no haber leído su autobiografía es el rockero Pete Doherty, de The Libertines y Babyshambles). Ella, en cambio, ha optado directamente (y con acierto) por no aparecer en la portada, ni en la edición americana ni en las destinadas a las ediciones extranjeras, una elección que va a contracorriente, igual que ella y toda su carrera: «La única foto mía está en la solapa interior, una pequeña, ni siquiera de un fotógrafo famoso, sino una foto digital tomada sin pretensiones por una amiga, que tiene su propio crédito y se ha dado por satisfecha».
El libro habla de las agresiones sexuales que sufrió de niña y reclama más atención, por parte del mundo de la moda, a la seguridad de las modelos: «No es un tema menor, y para mí es innegociable, las cosas están cambiando pero no lo suficientemente rápido». En definitiva, es una autobiografía en el sentido auténtico: «La autopromoción frenética y el branding comercial de productos funciona bien en Instagram, pero yo quería que mi libro fuera diferente… Cualquiera que me diga que es un libro honesto me está haciendo un valioso cumplido».
GESTIÓN DEL CAOS MEDIÁTICO
Impresiona que una mujer muy joven, en el centro de un mecanismo mediático tan caótico como es el de una -término anticuado, pero inevitable- supermodelo, haya decidido basar toda la reflexión del libro en un tema extremadamente complejo, del que en la moda nunca se habla porque puede evocar respuestas desagradables: «¿A quién pertenece mi imagen? ¿En qué condiciones se comercializa y a qué precio?».
El libro -que también es inusual en esto- se abre con una cita del gran crítico de arte inglés John Berger (1926-2017): «Pintaste a una mujer desnuda porque te gustaba mirarla, pusiste un espejo en su mano y llamaste al cuadro Vanidad, condenando así en el plano moral a la mujer cuya desnudez habías representado para tu placer. La función real del espejo era otra. Sirvió para que la mujer fuera connivente al tratarse, ante todo, de un ‘espectador'».
La moda -las fotografías de moda- e Instagram son el espejo, pero ¿de quién es realmente la vanidad? ¿Quién vigila y quién es vigilado? El tema de la imagen robada es recurrente: las polaroids de desnudos publicadas sin autorización por un fotógrafo con ramificaciones legales, el increíble asunto del artista Richard Prince que imprimió una captura de pantalla del Instagram de Ratajkowski y la vendió por 90.000 dólares, y luego ella se hizo una foto delante de la obra de Prince y la vendió en una subasta, en un juego de espejos. Un laberinto, en el que sólo Jean Baudrillard o Umberto Eco habrían sabido encontrar el camino: «¿Increíble? Sí, increíble. Incluso a mí me cuesta creerlo, aunque me haya pasado a mí’.
El pequeño Sly es, por supuesto, su alegría: «Lo llamo ‘la máquina de la alegría’, una máquina de sonrisas. Nunca había experimentado tales emociones. Tengo amigos y amigas que después de unos años ya no dicen que son padres nuevos, padres primerizos, pero para mí si tienes un hijo de seis, ocho, diez años eres en cierto modo un padre nuevo porque todas las experiencias que tienes con tu hijo son todavía nuevas, para ti y para él. Siempre es la primera vez. Es mi niño mágico».
‘RESTING BITCH FACE’
Lo trajo con ella a Florencia porque es una mamá deportista que sabe que viajar con un niño de un año puede ser menos laborioso que hacerlo con uno de cuatro o cinco. Ratajkowski es famosa, también, por la rareza de sus sonrisas, por lo que en varias ocasiones ha sido catalogado con lo que el argot americano, con su habitual pragmatismo ramplón, ha denominado resting bitch face («cara de zorra descansando»). Evidentemente, no se trata de antipatía, sino simplemente de una falta (y encomiable) de voluntad de sonreír al azar, y es precisamente sobre esa cara de zorra que Ratajkowski construye un divertidísimo capítulo de su libro, ambientado en su lugar favorito, un popular spa coreano de Los Ángeles, su antigua ciudad.
«De Los Ángeles, desde que me mudé a Nueva York, echo de menos la luz del otoño, la playa y, sobre todo, ese spa«. La sauna coreana en la que todas las mujeres son iguales, y son ellas mismas, porque sólo hay cuerpos desnudos en el desprecio total de las masajistas, sin mirada masculina.
Ratajkowski escribe sobre las mujeres en esa sauna: «Los rasgos de sus rostros se relajan, con las comisuras de los labios y las cejas caídas hacia abajo. La expresión que en el metro se llamaría resting bitch face, en la sauna es sólo un signo de relajación: sin artificios, sin actuación».
Es uno de los momentos que ansía, lejos de los platós de moda, o de los de Hollywood: «He estado trabajando mucho en mí misma, y en mi libro. ¿Cuál es nuestra imagen en la era de Internet? Incluso fuera de la moda, digo yo. Las redes sociales retransmiten nuestras vidas: yo al menos he adquirido este hábito de retransmitirme a mí misma, pero para mi hijo será la normalidad del mundo. Para él será normal dejar la huella de su vida en la red, para siempre. A mí, a ti, eso me sigue impresionando. Para mi hijo no, para él será el funcionamiento del mundo, como el aire que respira, el día y la noche. Un elemento natural».
Pasó la pandemia escribiendo un libro y haciendo un niño: «La noche antes del confinamiento estaba en el teatro, todo parecía normal, estaba lleno. Y luego el mundo se apagó. Pero ahora Nueva York está increíblemente viva y vibrante de nuevo. Todo el mundo quiere salir y ver a la gente, no se ha rendido. Es la energía adecuada, cuando estás en Nueva York te conviertes en parte de ella. Estuve en el estudio con Sly dos semanas después de dar a luz, lo amamanté allí, no hay que dejar que te afecte».
Como defensora y símbolo del #MeToo (a los que les gustó el vídeo de Blurred Lines que la hizo famosa leerán con pesar las escenas entre bastidores del libro), no ha perdido la fe: «Conozco todas las trampas de este trabajo. Dicho esto: ahora en los estudios la gente es, por regla general, mucho más abierta y comunicativa que antes; si algo va mal es inusual que todos finjan que no pasa nada. Espero que se convierta en la nueva norma de la industria de la moda: hará que cada vez nos sintamos menos como maniquíes».
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/2022/08/23/6303904c21efa089208b45e2.html