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Siete décadas de la muerte de Eva Perón: el día en que lloró Argentina | El Mundo

Su figura sigue polarizando el país. Es reverenciada como una «santa» y odiada por ser una «déspota»

Soldados y marineros argentinos acompañan el cadáver de Eva Perón. AP

SEBASTIÁN FEST / Buenos Aires / EL MUNDO

El musical Evita la convirtió en icono, aunque los argentinos no necesitaban ese aporte del británico Andrew Lloyd Weber para reconocer en Eva María Duarte de Perón a una de las mujeres más influyentes de su Historia. ¿La más influyente? A 70 años de su muerte, un 26 de julio de 1952, el debate continúa: Eva sigue siendo adorada por muchos, que la consideran una santa, y detestada por otros, que la señalan como una déspota.

Paloma San Basilio, Faye Dunaway o Madonna son algunas de las mujeres que encarnaron a la mujer de Juan Perón, el hombre que gobernó tres veces la Argentina y que en los años 40 fundó el peronismo, que tres cuartos de siglo después sigue marcando la vida política del país.

Eva nació en un hogar humilde en Los Toldos, un área rural de la provincia de Buenos Aires, y a los 15 años se trasladó a la capital, a la ciudad de Buenos Aires para ir detrás de su pasión: el teatro, el radioteatro, el cine. Menos de 10 años después conocería a Perón, punto inicial de una historia de asombrosa potencia política. Ocho años más tarde, a los 33, moriría de un cáncer del cuello del útero.

España vivió con especial intensidad el fenómeno que fue Evita. En 1947, la primera dama argentina visitó a Francisco Franco y le dio cierta legitimación internacional al aislado régimen del dictador. La opulenta Argentina de entonces donó ingentes cantidades de trigo a una España pobre y exangüe tras la Guerra Civil. Evita fue ovacionada en el Palacio de Oriente y fue protagonista del NO-DO. Recorrió varias ciudades españolas a lo largo de 18 días.

En Argentina, Eva fue decisiva para que las mujeres pudieran votar. Tras 22 proyectos de ley infructuosos desde 1911, la ley fue sancionada en 1947 y en 1951, meses antes de su muerte, la primera dama vio cómo las mujeres lograban la igualdad política.

«Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del Gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos (…) una victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional», dijo Evita con su voz «metalizada y estridente», según el historiador Felipe Pigna.

La Fundación Eva Perón fue su instrumento, desde el poder y las facilidades del Estado, para desplegar una intensa actividad social, con becas para estudiantes y el impulso a derechos sociales y laborales. Un libro autobiográfico, La razón de mi vida, se convirtió en obligatorio en las escuelas argentinas. El fuerte costado autoritario de Evita y el peronismo contribuyó a una intensa polarización que sigue hasta hoy en el país.

Su figura era adorada, denostada y temida. Cuando Perón pretende convertirla en compañera de fórmula para las elecciones de 1951, se desata una fuerte batalla interna en el peronismo. Evita, un fenómeno político y social que en esos momentos superaba en intensidad al del propio Perón, termina rechazando la oferta en un discurso conmovedor por la cadena nacional de radiodifusión. Un radioteatro que era real y paralizó al país.

«Estoy segura que el pueblo argentino y el movimiento peronista que me lleva en su corazón, que me quiere y que me comprende, acepta mi decisión porque es irrevocable y nace de mi corazón. Por eso ella es inquebrantable, indeclinable y por eso me siento inmensamente feliz y a todos les dejo mi corazón».

La vida estaba abandonando a Eva, que en ese discurso dijo expresamente como quería que se la recordara: «Que de mí se diga, cuando se escriba este capítulo maravilloso que la historia seguramente dedicará a Perón, que hubo al lado de Perón una mujer que se dedicó a llevarle al presidente las esperanzas del pueblo, que Perón convertía en hermosas realidades y que a esta mujer el pueblo la llamaba cariñosamente Evita. Nada más que eso».

Lo normal es que la muerte ponga punto final a la historia de una persona, pero Eva Perón era especial. Pigna recuerda las inscripciones callejeras con la leyenda «viva el cáncer», reflejo del nivel de deshumanización al que había llegado la disputa política en el país.

Perón, que había fracasado en su intento de una fórmula Perón-Perón para las elecciones, lo lograría 21 años más tarde con su tercera esposa, María Estela Martínez, conocida como Isabelita, que llegó a ser presidenta una vez que murió su esposo. Sigue viva hoy, silenciosa y apartada de todo y de todos, en Madrid.

La muerte de Eva dio inicio a una historia espeluznante, el robo de su cadáver embalsamado. «En torno a él se creó una macabra leyenda que mezcló realidad con ficción. Durante casi 16 años los argentinos se preguntaron dónde estaba el cuerpo de Eva Perón», escribió en Clarín el periodista argentino Sergio Rubín, que investigó el tema en profundidad.

El cadáver embalsamado de Eva fue robado de la sede de la CGT (Confederación General del Trabajo), en noviembre de 1955, dos meses después del golpe de Estado que derrocó a Perón. Carlos Moori Koenig, oscuro jefe de inteligencia del Ejército argentino, se presentó en la CGT y se llevó el cuerpo en presencia de Pedro Ara, el embalsamador.

Tras un derrotero inverosímil, el cuerpo fue enterrado en secreto en un cementerio de Milán. En 1971 le fue devuelto a Perón en su residencia madrileña de Puerta de Hierro. Hoy, Eva Perón sigue siendo presente para centenares de miles de argentinos que ven a diario su gigantesca figura en hierro forjado sobre el edificio del Ministerio de Salud, en el centro de la anchísima Avenida 9 de julio, la principal de Buenos Aires. Muchos aman verla y recordarla, otros detestan que se los fuerce a ver esa imagen. La historia de Eva va en paralelo a la de Argentina. Y nunca termina.

Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2022/07/26/62dc3d62fc6c83075c8b45b5.html

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