Morena pondrá en práctica los viejos estilos del PRI, refinados por el morenovallismo, para retener el poder en Puebla.
Por Jesús Manuel Hernández
En Puebla estamos viviendo una temporada no solo de chiles en nogada, auténticos y falsos, según se le quiera ver, donde el gremio restaurantero se observa con claras diferencias con el sector oficial, el estatal claro está, y quizá la explicación no se encuentre en la pretendida Denominación de Origen del barroco platillo derivado de la visita imperial.
Y es que, al tiempo, se irá viendo cómo, desde el gremio de prestadores de servicios turísticos se pretende influir en la sucesión, no en la estatal, en la de Puebla Capital. Ya saldrá el tema.
Pero también los poblanos están viviendo, sufriendo, padeciendo, otra temporada, la de “sembrando candidatos” y no precisamente para Casa Aguayo, más bien se trata de una enorme convocatoria para ir colocando a los nombres en el entorno de los cargos que garanticen las posiciones de poder.
Por eso no es de extrañar que los antiguos militantes del PRI, hoy vestidos de guinda se acerquen a sus ex correligionarios en busca de sumar activos con miras al 2024; el pragmatismo, el funcionalismo priista está bien acomodado a ciertos grupos y la prueba se verá el 30 de julio.
Los críticos huelen ese estilo morenovallista que acordaba, sumaba, cooptaba a todos para vencer al marinismo, el objetivo era sacar al PRI de Casa Puebla, decían, y lo lograron. Y si a ellos les funcionó ¿por qué no habría de funcionar ahora para retener el poder?
El silogismo es simple, de dos premisas afirmativas no puede obtenerse una conclusión negativa.
La siembra de candidatos tiene un efecto de carambola, no hay un favorito o favorita, todos tienen cabida, menos los enemigos, todos pueden competir, pero no para gobernador específicamente, en cambio sus nombres están y estarán siendo medidos por los encuestadores para ocupar las posiciones claves del próximo sexenio.
“A ojo de buen cubero” de los nombres anunciados y promovidos dentro de Morena para suceder a Miguel Barbosa, pocos, muy pocos dan la talla para el cargo, alguno incluso parece de broma, sólo Ignacio Mier y Alejandro Armenta tienen pinta de candidatos, pero hay muchos asegunes en sus pretensiones, la primera de ellas es que salieron a caminar sin la bendición de Casa Aguayo, un asunto que no sólo molestó, enojó al principal inquilino.
Hubo muchas señales en las mañaneras locales para ambos neomorenistas acusados de tener relaciones con priistas, por ejemplo Armenta se acercó con el grupo de Chucho Morales y el gobernador reaccionó furiosamente, no por el hecho en sí, más bien porque lo hizo sin su consentimiento, pues a todas luces el gobernador y Morena necesitarán de los grupos de políticos tradicionales del Estado de Puebla para ganar las elecciones.
Insisto la prueba más cercana se dará el 30 de julio.
¿O acaso se imagina alguien al poderoso Jorge Estefan pelearse con Barbosa? Por supuesto que no, será uno más de los operadores en la complicada maniobra para retener el poder.
Los entendidos consideran que no hay más cartas en Morena, o Nacho o Alejandro, todos los demás se irán a las posiciones que consoliden los intereses y necesidades del gobernador, a Olivia por ejemplo se le va más cerca de presidir alguna de las Cholulas; Melitón bien podría ser el líder del Congreso. ¿O acaso alguien se imagina a Biestro o a Céspedes como gobernador? Como que les queda grande la candidatura.
Al gobernador no debe obsesionarle quién gobierne la capital, más bien, quién tendrá mayoría en el Congreso del Estado. Y es en ese escenario que se cruzan los intereses al interior de Morena.
El verano promete climas extremos condimentados de lluvias torrenciales y algunas granizadas eventuales, de hecho el 30 de julio se pondrán en práctica los viejos métodos del PRI, refinados por el morenovallismo y seguramente rectificados por lo que promete ser el nuevo triunvirato del poder en Puebla.
O por lo menos, así me lo parece.
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