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Un paseo por el Museo del Prado con los ojos de una astrónoma: ¿por qué pintó Rubens una Luna sucia? | El Mundo

¿Qué tiene que ver el telescopio de Galileo con las inmaculadas? La astrofísica del CSIC Montserrat Villar propone un nuevo itinerario pictórico donde el arte y el estudio del universo se dan la mano

La científica Montserrat Villar Martín posa frente a una pintura de Rubens. JAVIER BARBANCHO

ÁNGEL DÍAZ / EL MUNDO

Tras dos milenios creyendo que estábamos en el centro del cosmos y el resto de orbes giraban en torno a la Tierra, la ciencia y el telescopio propiciaron una revolución cultural sin precedentes, la cual coincidió, y no pudo ser casualidad, con la también profunda transformación que atravesaba la pintura, que saltaba de los templos a las galerías y vivía su propio proceso de modernización. Pocos museos, por no decir ninguno, son testigos de ello como el Prado.

Con la idea de que el arte y el estudio del cielo tienen más en común de lo que damos por sentado, y juntos ofrecen una ventana única hacia la historia moderna, un nuevo itinerario del Museo Nacional del Prado propone recorrer 20 obras seleccionadas desde una perspectiva astronómica. Son pinturas expuestas en diferentes salas, de distintas épocas y artistas, cuyo motivo no son exactamente los astros, pero que ofrecen una clave, oculta para el ojo no entrenado, de los debates y controversias que persiguieron a los astrónomos e inspiraron más de una vez a los mejores pintores.

«Ser capaces de poner una obra en su contexto histórico abre todo un mundo fascinante», comenta Montserrat Villar, astrofísica del CSIC y creadora del itinerario. Su interpretación de cada pintura sorprende por ofrecer detalles que pasarían inadvertidos a quien no conozca la historia de la astronomía y que, una vez sabidos, se convierten en centrales para entender un lienzo o, incluso, un género. Un ejemplo son las inmaculadas, en las que la Virgen suele estar representada sobre una Luna. Pues bien, en esa Luna hay mucha más miga de la que parece.

La interpretación de Villar es toda una lección sobre cómo el arte y los debates científicos y religiosos iban tantas veces de la mano: la controversia en torno a la naturaleza de la Virgen era un debate «enquistado» en el siglo XVII, mientras el protestantismo se consolidaba en el norte de Europa. «La Iglesia católica pone en marcha toda una maquinaria, una estrategia para frenar ese avance del protestantismo. El catolicismo reacciona con fuerza proponiendo cultos católicos, entre ellos la Inmaculada. Por eso en el siglo XVII hay tantísimas representaciones», recuerda la astrofísica.

EL NACIMIENTO DE LA VÍA LÁCTEA

PEDRO PABLO RUBENS (1636-38)

Para que Hércules, hijo bastardo de Júpiter, pudiera gozar de la inmortalidad, era necesario que se alimentara de la leche de Juno, esposa de Júpiter. Mientras lo hacía, ella despertó sobresaltada y la leche se desparramó por el cielo, formando la Vía Láctea según la mitología. Pero Galileo había descubierto con su telescopio que no se trataba de una mancha blanca continua, sino que estaba formada por estrellas. Así lo reflejó Rubens, buen conocedor de la ciencia del momento, en esta pintura, donde la leche se dispersa en multitud de estrellas. En la imagen, la científica Montserrat Villar Martín posa frente a la pintura. MUSEO DEL PRADO

La tradición es representar a las inmaculadas con sus pies sobre la Luna siguiendo un pasaje del Apocalipsis. Y la Luna, según había imaginado Aristóteles, era un cuerpo impoluto y marmóreo que marcaba la frontera con el mundo celestial. Por lo tanto, «la Luna también fue representada por los artistas como un astro puro, perfecto. Zurbarán, Murillo… Siempre aparece una Luna sin mácula», recuerda Villar.

Pero esa imagen de la Luna cambia radicalmente cuando Galileo la ve con su telescopio y descubre que no es el cuerpo puro y marmóreo que había imaginado Aristóteles, un pensador que, como bromea Villar «había sido influencer durante 2.000 años». Quizá el primero en representar a una Inmaculada sobre una Luna moderna, impura, fue el artista italiano Ludovico Cigoli, pero en el Prado hay también un ejemplo impactante: la Inmaculada de Rubens.

Muy al contrario que las lunas blancas y pulidas de Murillo o Zurbarán, la del maestro flamenco «no es de cristal, no es transparente, no es de alabastro; es una Luna que parece de plomo, maciza, tosca, imperfecta», refleja la creadora del itinerario. Presenta, además, una sutileza astronómica que no es fácil de ver, pero que transforma en buena medida el significado de la pintura: durante mucho tiempo, se había especulado sobre el origen de la luz cenicienta, que es esa débil iluminación que presenta a veces la Luna y que completa su contorno circular, sin haber Luna llena, de una forma muy tenue.

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

RUBENS (1628-29)

Zurbarán, Velázquez y muchos otros pintaron inmaculadas por los mismos años en los que las observaciones telescópicas mostraban una esfera áspera y opaca. Murillo lo haría unas décadas después. El debate sobre la naturaleza de nuestro satélite penetró en círculos religiosos y artísticos, aunque se mantuvo la tradición de representarlo de forma impoluta, blanco o cristalino. Tradición que Rubens, sin embargo, se saltó. M. P.

Muchas interpretaciones de la luz cenicienta, así como de las manchas lunares, habían tratado de compatibilizar estos fenómenos con la premisa de que la Luna era un orbe puro. Pero ya Leonardo Da Vinci, incluso antes del telescopio, y después Galileo y sus contemporáneos, como lo era también Rubens, sabían que la luz cenicienta estaba generada por la luz del Sol que la propia Tierra refleja sobre su satélite.

«¿Cuál era el problema? Que algo que ocurría en el mundo sublunar, terrestre, estaba produciendo cambios en el mundo supralunar. Eso significa que la Tierra, un mundo corrupto, iluminaba un cuerpo perfecto. Todo esto había que explicarlo, iba en contra de lo que se creía», explica Villar. «Mi propuesta es que la Inmaculada de Rubens representaba la luz cenicienta con origen terrestre, como esa luna opaca, maciza, que es la que mostró el telescopio», responde.

«La de Rubens es esa Luna diferente que ha revelado el telescopio. Y, además, la vemos con un destello de luz en la parte superior que yo propongo que es la luz cenicienta», detalla la astrofísica. «Por la situación del Sol y de la Luna, cabría esperar que la Tierra sea el foco que está iluminando la Luna, esa Luna impura… Y tiene su sentido, porque sabemos que Rubens conocía y le interesaban los avances de conocimiento sobre el cosmos», argumenta.

Dado que la Inmaculada de Rubens está datada en 1628-29 y el juicio a Galileo concluyó con su condena por herejía en 1633, mientras que otras pinturas posteriores siguieron representando durante décadas la Luna blanquecina que la humanidad había imaginado antes del telescopio, es difícil pensar que un artista contemporáneo pueda hoy representar algo tan moderno, en el más puro sentido de la palabra, como aquella Luna de Rubens.

LA VISTA

RUBENS Y JAN BRUEGHEL EL VIEJO (1617)

En esta obra aparecen numerosos instrumentos útiles para el estudio de los cielos, como una esfera armilar que presentaba un modelo del cosmos, varios compases y un gran astrolabio. Además, situado entre Venus y Cupido se ve con un telescopio, un instrumento de vanguardia en ese tiempo. Y hay un mono que sostiene un catalejo. M. P.

«Además, era apoyar a una persona que, realmente, estaba siendo muy perseguida por sus ideas. Plasmar los resultados de Galileo en sus obras significa que está defendiendo ese conocimiento que había traído una persona muy polémica y muy controvertida. En ese sentido, Rubens fue muy rompedor», corrobora Villar.

El itinerario también desmonta algunas ideas equivocadas que se implantaron durante la modernidad, como es el «mito de la Tierra plana». Como recuerda Villar, fue durante el siglo XIX cuando se extendió la idea de que en la Edad Media se pensaba que la Tierra era plana. La realidad es que ya en el siglo VI antes de Cristo comenzaron a elaborarse teorías que consideran a nuestro planeta una esfera, y ese conocimiento nunca llegó a perderse del todo.

¿Es posible, entonces, que haya ahora más terraplanistas que en la Edad Media? «Seguro», ríe Villar. «Yo siempre digo: seguro que hay ahora más terraplanistas que entonces. Por ejemplo, el terraplanismo parece anecdótico y para echar unas risas… Lo que sí me parece muy serio son los movimientos antivacunas, la homeopatía… porque estamos jugando ya con la salud de la gente. Quizá el problema es que nos llega información de todo sin filtrar, y proliferan de una manera tan eficiente todo este tipo de pseudociencias», concluye.

EL PASO DE LA LAGUNA ESTIGIA

JOACHIM PATINIR (1520-24)

A menudo hemos escuchado que en la Europa medieval existía la creencia de que la Tierra era plana, pero lo cierto es que casi todos los grandes pensadores aceptaron el concepto clásico de que nuestro planeta era esférico. Si el terraplanismo fuese cierto, la línea del horizonte marino de este cuadro de Platinir marcaría el fin del mundo. M. P.

Fuente: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2022/07/12/62cc7a2221efa047398b4575.html

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