Los insultos y apologías al genocidio contra los musulmanes en un país donde 200 millones de personas profesan esta religión, amenaza con rasgar las costuras de la democracia más poblada del mundo
LUCAS DE LA CAL / Corresponsal Asia / EL MUNDO
En Haryana, un estado al norte de India, la policía ha cortado la red móvil de internet para tratar de frenar las masivas convocatorias de protestas contra el nuevo sistema de reclutamiento militar. En la ciudad de Calcuta, al este del país, miles de musulmanes están saliendo a diario a las calles para manifestarse contra comentarios anti islámicos realizados por políticos hindúes del partido gobernante. Al sur, en la región de Kerala, muchos agricultores cabreados protestan porque dicen que su sustento está amenazado por una nueva ley que establece la creación de una «zona ecosensible» de un kilómetro alrededor de las áreas forestales protegidas.
No hay semana tranquila en India para el primer ministro Narendra Modi. La cruzada ultra nacionalista de su grupo político, el Partido Bharatiya Janata (BJP), está dejando un país más polarizando que nunca entre hindúes y musulmanes. Por otro lado, cada vez que su Gobierno pretende mover alguna ficha que afecte al sector agrícola, aquellos que trabajan la tierra se echan a la yugular del líder y amenazan con montar una revolución, como ocurrió el año pasado con tres polémicas leyes agrícolas, finalmente revocadas por presión popular, cuya aprobación provocó exitosas huelgas generales por todo el país.
El último frente que se le ha abierto a Modi lo protagonizan miles de jóvenes furiosos porque ven que servir en el ejército va a dejar de ser una de las tradicionales salidas laborales para muchos de ellos. El Gobierno acaba de anunciar que se va a modificar el sistema de reclutamiento para reducir los costes de salarios y pensiones, y rejuvenecer la plantilla de unas fuerzas armadas que cuentan con cerca de millón y medio de efectivos.
A partir de ahora se marcará un periodo de prueba de cuatro años para los nuevos reclutas (hombres y mujeres entre 17 y 21 años) y solo el 25% de ellos continuará con el servicio militar regular. Los que se queden fuera, a diferencia del sistema actual, no recibirán ninguna bonificación ni pensión.
Anteriormente, los soldados eran reclutados por el ejército de tierra, la marina y la fuerza aérea por separado y, por lo general, la duración del servicio se prolongaba hasta 17 años para los rangos más bajos. Ese sistema era muy atractivo para muchos jóvenes de áreas rurales y pobres que no lo tienen fácil para continuar sus estudios y prosperar en el mercado laboral con un salario digno.
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El pasado jueves, en Haryana, además de cortar el internet, la policía disparó al aire para dispersar a los manifestantes que trataban de asaltar las viviendas de varios funcionarios del Gobierno. Al este del país, en el estado de Bihar, miles de jóvenes bloquearon carreteras y atacaron la infraestructura ferroviaria, incendiando varios trenes y destrozando estaciones.
Las protestas de los jóvenes indios se siguen extendiendo por más regiones del país y en algunas ciudades han llegado a casi chocarse con las manifestaciones de musulmanes contra el Gobierno de Modi. Hace una semana, una portavoz del gobernante BJP, Nupur Sharma, hizo varios comentarios burlones en un programa de televisión sobre el profeta Mahoma y sus mujeres. Después, otro diputado del partido, Tejasvi Surya, calificó durante un viaje a Australia la conquista musulmana de la India como «el capítulo más sangriento de la historia del mundo» y lo equiparó con el Holocausto.
El BJP ha suspendido a la portavoz y ha expulsado al otro diputado por los comentarios, pero miles de musulmanes ya habían salido a protestar por todo el país, lo que además desencadenó una ola de enfrentamientos contra grupos de nacionalistas hindúes. La semana pasada, dos adolescentes musulmanes fueron asesinados y más de 400 han sido arrestados durante las protestas. Incluso 20 países de mayoría musulmana, incluidos Qatar, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Omán e Irán, todos socios comerciales importantes para India, han presentado quejas diplomáticas severas contra los comentarios anti Islam.
Este episodio no es un caso aislado en una nación donde cada vez se reportan más ataques, tanto dialécticos como físicos, hacia la comunidad musulmana. «Las autoridades indias están reprimiendo selectiva y brutalmente a los musulmanes que se atreven a hablar contra la discriminación que enfrentan», ha asegurado Aakar Patel, representante de Amnistía Internacional en el país asiático.
«Tomar medidas enérgicas contra los manifestantes con un uso excesivo de la fuerza, detenciones arbitrarias y demoliciones punitivas de casas, es una violación total de los compromisos de la India en virtud del derecho internacional de los derechos humanos», ha dicho Patel, refiriéndose a la respuesta de la policía a las protestas de estos días contra los comentarios de los funcionarios del Gobierno.
Los llamados abiertos al genocidio contra los musulmanes se han vuelto comunes entre extremistas hindúes, al igual que los enfrentamientos violentos y linchamientos como los que se vieron a diario durante el pasado Ramadán. «Si 100 de nosotros nos convertimos en soldados y estamos preparados para matar a dos millones de musulmanes, entonces ganaremos. Protegeremos a la India y la convertiremos en una nación hindú», soltó hace unos meses Pooja Shakun Pandey, alto cargo del partido extremista hindú Mahasabha.
A finales de 2019, violentas protestas se extendieron por todo el país después de un proyecto de ley promovido por Modi que otorgaba la ciudadanía a las minorías religiosas perseguidas en los países vecinos, excepto a los musulmanes. Los manifestantes criticaron que el empoderamiento de la mayoría hindú que lleva años tomando Modi tenía como objetivo desgarrar el tejido de la identidad laica, pero diversa, del país.
India sigue siendo un estado secular y una democracia multiconfesional. Las minorías religiosas representan aproximadamente el 20% de los 1.400 millones de habitantes del país, que incluyen a unos 200 millones de musulmanes y 28 millones de cristianos. El Gobierno siempre presume de una política de inclusividad única en el mundo, pero omite el trasfondo de nacionalismo hindú que ha cobrado fuerza durante los ocho años de mandato de Modi.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2022/06/18/62ac858b21efa076408b45e1.html