Teresa Arijón cuenta su experiencia como modelo de artistas y rastrea algunos de los rostros más famosos del arte en La mujer pintada.
LAURA GALDEANO / LIBERTAD DIGITAL
Reinas engalanadas, campesinas en sus labores y prostitutas en callejones comparten espacio en las paredes de los museos de todo el mundo. ¿Quién puso cara a la Venus de Botticelli, a la Virgen muerta de Caravaggio o a la Fornarina de Rafael? Detrás de algunas de las mujeres pintadas más famosas se esconden vidas extraordinarias. Teresa Arijón, poeta y traductora, ha rastreado a las mujeres que posaron para los mejores pintores de la historia, aquellas que prestaron sus cuerpos de forma anónima, en un «acto de justicia artística». El resultado está contenido en La mujer pintada (Lumen), un ensayo de corte autobiográfico salpicado de anécdotas «desde la perspectiva de las modelos».
Mientras recuerda algunas de las biografías más interesantes de aquellas que posaron para Francis Bacon, Monet, Da Vinci o Velázquez, Arijón reflexiona sobre los años que ella misma posó como modelo. Entró en el oficio con apenas 19 años para pagarse sus estudios de teatro y, más tarde, cuando su trayectoria viró hacia la literatura, lo hizo en exclusiva para el pintor realista argentino Juan Lascano. Se detuvo ante su mirada durante 20 años, protagonizando más de 700 obras. En una obra de teatro, el director le dijo «tú sí que sabes desnudarte» y esa frase le acompañó en cada posado. «Es un acto sobrio, grácil, sin carga y sin rigidez», asegura a Libertad Digital.
El cuerpo desnudo no tiene nada de malo, el asunto está en la mirada del espectador.
Arijón defiende que las modelos – se limita a hablar de mujeres por comodidad para introducir su propia experiencia – prestan más que su rostro o su cuerpo al pintor, son «partícipes de la obra» y lamenta que «el espectador pase por alto a la modelo y sola vea una figura pintada». Por eso, muy brevemente, nos habla de Lisa Gherardini, detrás de la sonrisa más enigmática del arte; o de Maria Pasqua Abruzzesi, hija de campesinos italianos y modelo infantil para artistas como Jalabert, Hébert y Bonnat, que fue vendida a una condesa francesa cuando ésta, al no poder comprar un retrato en el que la pequeña aparecía, compró la modelo a su padre.
El futuro de la profesión
La Venus de Velázquez fue atacada por una feminista y se critica que haya más desnudos de mujeres en los museos que artistas mujeres. ¿Estará mal visto posar desnuda en un futuro próximo? «Todo va cambiando, lo cual no quita que se sigan pintando desnudos. Es una pintura linda de ver para muchos. Creo que el desnudo realista es una parte importante de estudio del cuerpo. En cuanto al disfrute del desnudo, corre por parte del espectador. El cuerpo desnudo no tiene nada de malo, el asunto está en la mirada del espectador. Hubo una época en la que ver a Olympia de Manet era de las pocas oportunidades de ver una mujer desnuda, hoy eso no pasa».
Uno de los artistas más controvertidos en este aspecto es Balthus, en la lista negra de las asociaciones feministas. «Balthus decía que solo pintaba niñas y adolescentes porque eran pura posibilidad. Las mujeres, en cambio, ya estaban terminadas. Acusaban a su obra de pedofilia y, de haberlo sido, en todo caso el pedófilo sería el artista, no el cuadro. De ahí viene la cultura de la cancelación y empezaríamos a cancelar libros, películas, etc. Yo puedo ver una obra de Balthus sabiendo lo que pensaba y parecerme repugnante o asombrosa. Puedo conocer aspectos de una pintura o de un artista y, no obstante, querer ver esa obra».
Reinas y doncellas
«Creo que no posa igual una reina que una campesina», asegura. «Creo que hay una marca de origen que no se borra, aunque cambies de clase social. Aunque sea sencilla y afable, una reina tiene una manera de estar en el mundo que no lo tiene una campesina. Pero hay un momento en el que ella es la modelo y el otro es el artista, se crea esa conexión por igual». En este sentido, cree que para «captar el alma» de la retratada es fundamental la relación que establezca con la modelo, de confianza mutua, «no necesariamente una amistad, pero sí una corriente fluida con empatía, un buen entendimiento, para que la obra sea buena».
Algunas de las modelos que aparecen en las páginas de este libro lograron pasar al otro lado, «salir del lienzo y tomarlo por las astas», como Sophie de Boutellier, que firmó sus cuadros con el seudónimo de Henriette Browne; Victorine Meurent, la «mal llamada musa de Manet»; o Henrietta Moraes, que, en sus propias palabras, solo posó para genios: «era pintora y posó para Lucian Freud y Francis Bacon, una mujer extraordinaria, muy extrema, divertida, agresiva y con periodos depresivos».
En su experiencia como modelo, Arijón no se ha sentido «más cómoda posando para mujeres que para varones». «Tuve malas experiencias con hombres, pero algo puntual. Me siento más cómoda con la persona con la que tengo una conexión», asegura. Gracias a esos días, hoy es quien es: «Lo que me gustaba de posar es que mi mente estaba libre. Me venían poemas a la cabeza y en el descanso anotaba todo. De ahí salió mi primer libro, que fue premiado».
De todas las mujeres inmortalizadas, se queda con la Venus de Willendorf, una venus paleolítica de apenas once centímetros de alto, que la «conmovió» como ninguna otra.
Teresa Arijón. La mujer pintada. Lumen. Traducción Eugenia Vázquez Nacarino. Páginas: 344. Precio: 17,90 €
Fuente: https://www.libertaddigital.com/cultura/arte/2022-05-30/teresa-arijon-la-mujer-pintada-oficio-posar-cuerpo-desnudo-no-malo-6902287/