Por Luis Martínez
En Puebla, de 96 medios registrados por el Observatorio Mexicano de Medios, 91 operan mayoritariamente con dinero público. Unos con millonarios contratos y otros -la mayoría- con pequeños contratos que aseguran la subsistencia personal de quien los dirige y con algo de suerte, la modesta nómina de quienes les asisten.
Recibir dinero público del gobierno estatal, gobiernos municipales, la BUAP, partidos políticos y/o instituciones públicas tampoco tiene que verse como un estigma que demerita el trabajo y esfuerzo de decenas de reportaras, reporteros, personal de edición, fotografía, técnico y demás, ni mucho menos de quienes se aventuran a emprender una empresa de medios, la diferencia la da la dignidad y el compromiso con el que se desempeñan.
Sin embargo, la dignidad y el compromiso pueden estar a la venta, porque siempre hay alguien dispuesto a comprarlas. Dicen por ahí que todos tenemos un precio, pero no todos estamos a la venta.
En el mercado mexicano de medios idealmente se asume que el producto es la noticia, el contenido, la audiencia, el análisis, la investigación; pero en la realidad construida en la relación prensa-poder, estos son sólo accesorios.
Una columna de análisis es un producto, sólo si es útil para el poder, una noticia es un producto, sólo si incluye lo que interesa a quien la contrata, el boletín es sólo un trámite y el anuncio publicitario, un pretexto.
El verdadero producto, el que vale los cientos de miles o los millones es subjetivo pero determinante: el producto es la complicidad, la entrega, la abyección, la obediencia.
La obediencia y la complicidad son también un buen producto cuando no se tiene otras opciones. En su dependencia al dinero público, decenas de comunicadores han dejado de estudiar, de formarse continuamente, de explorar nuevos canales, narrativas y modelos de negocio, se han estancado en la complacencia al poder, mudan de formato para decir lo mismo, pasaron del papel al Facebook para aplaudir a los mismos.
Vivir del poder siempre tiene un riesgo, y es que el poder siempre va a querer un trato especial, porque tiene el dinero, las instituciones y los mecanismos. El poder en turno impulsa medios, funda medios, rescata medios, pero también anula medios, desaparece medios, enjuicia medios.
El ciclo de vida de la mayoría de medios, con sus respectivos dueños es trienal, es sexenal. Porque al ser utilitarios son desechables. ¿Recuerda los medios de Rafael Moreno Valle? ¿De Mario Marín? ¿Adivina los de Miguel Barbosa?
Arturo Rueda y Cambio, ilustran el más exitoso ejemplo del producto que compra el poder en Puebla; se entrega al poder, fue su cómplice, -algunos señalan que hasta asesor- fue abyecto e implacable contra los enemigos del poder, fue obediente al poder, y cuando ya no fue necesario, fue desechable para el poder. Hoy hasta el encarcelamiento de Rueda sigue siendo útil para el poder.
La sociedad civil ha entendido que todo esto es el periodismo. A estas y estos comunicadores les entiende como periodistas y que las transacciones y acuerdos entre el poder y los medios es también periodismo, y por eso nadie se inmuta ante las y los periodistas asesinados. La muerte de un o una periodista sólo indigna al gremio, y se convierte en botín de grupos políticos.
Recientemente Alejandro Moreno, dirigente del PRI, dijo: «No mates a los periodistas con balazos, mátalos de hambre.»
¿Usted periodista, de qué vive si no es del dinero público?
¿Usted periodista, está preparado para ser desechable?
@LuisMartiMX