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‘La mujer de Chaikovski’: una historia oscura de mitomanía y homosexualidad encubierta | El Confidencial

El director ruso Kirill Serebrennikov compite en la Sección Oficial de Cannes con una película sobre la tortuosa relación del compositor ruso con Antonina Miliukova

lyona Mikhailova interpreta a Antonina Miliukova, la esposa del compositor ruso. (Festival de Cannes)

MARTA MEDINA / Cannes / EL CONFIDENCIAL

«He pasado dos semanas en Moscú con mi esposa. En estas dos semanas he padecido una serie de tormentos morales inabarcables. Sentí enseguida que no podía amar a mi esposa y que ese hábito, en cuyo esfuerzo había puesto todas mis esperanzas, nunca vendría. Me arrastró la desesperación. Busqué la muerte; me parecía la única salida posible. Me empezaron a embargar momentos de locura durante los que mi corazón estaba tan lleno de odio hacia mi pobre esposa que quise estrangularla«. Ëste es un extracto de una carta que envió Piotr Chaikovski a su amiga y mecenas Nadezhda von Meck escrita en octubre de 1887. Ella, su esposa, es Antonina Miliukova, una joven de la nobleza moscovita venida a menos que idolatraba al compositor ruso y que se casó con él por puro fanatismo sin haber advertido que su marido era en realidad homosexual. La relación turbulenta, tóxica y enloquecida de esta pareja es la ignición de ‘Zhena chaikovkogo’ (‘La mujer de Chaikovski’), la última película del director ruso Kirill Serebrennikov, que compite en la Sección oficial de la 75 edición del Festival de Cannes.

https://youtu.be/EVRGd7P1hCw
Tráiler de ‘Zhena Chaikovskogo’

Disidente contra el régimen de Putin, exiliado en Berlín y condenado a tres años de cárcel por un delito de fraude -una sentencia polémica por sus connotaciones políticas-, Serebrennikov es el único participante ruso en el certamen a pesar de la petición de exclusión total de algunos cineastas ucranianos. Y el cineasta, para acabar de ‘congraciarse’ con su gobierno, ha dedicado su último trabajo a derribar uno de los grandes iconos rusos, Chaikovski, señalando uno de los aspectos más controvertidos de su biografía, su homosexualidad encubierta, tema tabú en un país profundamente homófobo. Un torpedo a la línea de flotación de un país cada vez más escorado a un patriotismo ultraconservador sostenido sobre el himno y el símbolo.

La inclinación sexual del autor de ‘El lago de los cisnes’ ha sido una cuestión bien censurada o bien obviada en la biografía del compositor largo tiempo, pero la reciente publicación del archivo epistolar de la Casa-Museo Estatal Chaikovski de Klin ha descubierto joyas como la siguiente frase referente a su propio sirviente, Alyosha: «Dios mío, qué criatura angelical, y cómo echo de menos ser su esclavo, su juguete, su propiedad«. Cuando compuso ‘Romeo y Julieta’, en 1880, estaba, dicen, enamorado de su pupilo Eduard Sack, de quien dejó escrito en su diario lo siguiente: «Me parece que nunca he amado a nadie tanto como a él».

Finales del siglo XIX. Chaikovski es un músico de éxito relativamente conocido, pero sin solvencia económica. Sobrevive de prástamos de amigos, de las clases que imparte en el conservatorio de Moscú y de la generosidad de Von Meck. Rebasado el ecuador de la treintena, el músico sigue soltero, algo extraño para la época. En una fiesta de la alta sociedad moscovita conoce a Antonina Miliukova, una noble que queda fascinada por él. Serebrennikov toma el punta de vista de ella para ficcionar esta historia de obsesión y locura, un punto de partida jugoso y perverso que acaba despeñándose en una propuesta formalista rayana en el grotesco y bastante desconcertante. Serebrennikov llevaba años intentando levantar este proyecto de gran presupuesto y lo ha conseguido en parte gracias a la inversión gubernamental, lo que le ha permitido recrear el Moscú decimonónico y tomarle el pelo al Estado al mismo tiempo.

La propuesta del director comienza como un drama de época que va deslizándose hacia la locura. Esa travesía de la película camina en paralelo al estado mental de su protagonista: Serebrennikov caracteriza a Miliukova -interpretada por una Alyona Mikhailova hipnótica y luminosa –a pesar del personaje- como una joven fantasiosa y delicada fascinada por el talento del músico que va tornándose cada vez más oscura y enfermiza, hasta convertirse en una obsesión insana y violenta inflamada por el desprecio de un hombre (Odin Lund Biron) que la repudia. Al principio la candidez del personaje oculta tanto al espectador como a los personajes dentro de la pantalla su peligroso fanatismo, del que sobresalen leves destellos en las cartas de ‘amor fou’ que le dedica a Chaikovski. Ella lo persigue hasta conseguir que él, acorralado por las deudas y los rumores, acepte contraer matrimonio para conseguir la dote y un armario. Moscú aparece representada como una ciudad tremendamente desigual, en la que tullidos, vagabundos y locos deambulan por calles enlodadas donde el barro, el pis y la mierda de todos los vecinos se revuelven en un engrudo. Y Chaikovski, en una maniobra desesperada, le promete un amor puro, «como de hermano a hermana», pero la ceguera idólatra le impide a ella entender plenamente el significado de esa promesa.

También se desvela al principio el inicio de una psicología anormal cuando el director enseña la desestructura familiar y la violencia de la que procede Antonina, con una madre abusiva y tiránica amargada por su propio matrimonio fracasado, un resentimiento dejado en herencia genética a sus hijas. En Chaikovski ella encuentra la posibilidad -equivocada- de un nuevo hogar feliz y una fórmula de estatus. Y quiere convertirse en la esposa perfecta, afanándose hasta tal extremo que acaba provocando el desprecio de su marido. Inmersos en un círculo visioso, la relación se envenena cada vez más. Y explota en el momento en el que Antonina, suplicante por algo de calor sexual, de sentirse mujer en brazos de su hombre, provoca la repugnancia más visceral de su marido.

En un tiempo en el que el divorcio suponía la muerte social de la mujer, Antonina se niega a firmar los papeles: también su único sustento es el que le ofrece el matrimonio. El mundo que retrata a partir de aquí Serebrennikov se enrarece todavía más, mezclándose los momentos oníricos y pesadillescos con el hilo narrativo de un drama tradicional. Las visicitudes y las consecuencias de sus propias acciones convierten la realidad de Antonina en un mundo feo, decadente y enfermo. Ella misma se envilece y se vuelve fea, decadente y enferma a medida que la locura y el resentimiento se adueñan de ella. Y es aquí cuando el director se arriesga -siempre es meritorio- y pierde, incorporando escenas simbólicas de danza contemporánea y tomando decisiones extravagantes –hombres desnudos haciendo el pino– que desafinan del tomo general de la película.

Tampoco ayuda la propuesta artística en interiores de la película, que se asemejan a las series de época de sobremesa, ni el uso de ciertos maquillajes, pelucas y efectos especiales que abaratan la factura de la producción. Pero también hay ideas visuales originales y transiciones dentro del mismo plano sorprendentes y mucho desnudo masculino -una anomalía en el cine que se agradece- que demuestran que Serebrennikov ha tentado al riesgo y no ha querido acomodarse en lo que acaba convirtiéndose, como muchas relaciones tóxicas, en una película de auténtico terror.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2022-05-21/mujer-chaikovski-kirill-serebrennikov_3428068/

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