La necesidad de saciar el hambre parece venir acompañada de una serie de códigos o advertencias que escuchamos una y otra vez en boca de los adultos que nos rodean
C. MACÍAS / ACV
Sentarse a comer no es un asunto fácil, especialmente durante la infancia. «No se mastica con la boca abierta, no se habla comiendo, no se ponen los codos en la mesa«. ¿A quién no le retumban estas frases en la cabeza como un eco lejano que nunca se olvida? La necesidad de saciar el hambre parece venir acompañada de una serie de códigos o advertencias que escuchamos una y otra vez en boca de los adultos que nos rodean. Aprendemos rápido que es un asunto serio, leyes no escritas, o eso acabamos asumiendo en la inercia del gesto social, ¿pero realmente te lo has preguntado alguna vez? ¿De dónde viene eso que se conoce como modales? ¿Son seguro leyes no escritas?
Que no es algo nuevo, está claro. De hecho, como los dichos y dinámicas orales que repiten las personas mayores, tiene ese halo de herencia inquebrantable, algo así como que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Parece que siempre estuvieron ahí. Y, ¿cuándo es siempre? ¿Cuándo y por qué surgen formas concretas de comportarse frente a la comida?
La historia del ajo, el alimento que condicionó las clases sociales Carmen Macías
Según explica Margaret Visser, autora de ‘The Rituals of Dinner: The Origins, Evolution, Eccentricities, and Meaning of Table Manners, a Reader’s Digest’ o ‘Los rituales del almuerzo: Orígenes, evolución, excentricidades y significados de los modales en la mesa’ en su título en español, estos gestos se establecieron con el fin de impedir que las reuniones acabasen en desgracias. Sí, hay más peligro en una mesa de comensales del que apreciamos a priori.
Evitar una desgracia
Evitar una pelea, ese parece el motivo más claro para que tus padres te reprimieran de pequeño cuando ponían los codos sobre la mesa. Tal vez ni siquiera ellos lo sepan. “Era importante que la gente te viera como alguien considerado o esforzándose mucho por comportarse”, apunta Visser.
Si lo piensas así, la teoría se vuelve más que evidente. Situados a ambos lados de tu asiento, el tenedor y el cuchillo ya actúan como un límite imaginario para el espacio de cada persona en la mesa. En los viejos tiempos, cuando las normas sociales que ahora conocemos seguían perfilándose (aunque nunca dejan de hacerlo), cruzar esa frontera invisible podía interpretarse como una falta de respeto al orden. Un gesto y resultabas una persona peligrosa, capaz de cualquier cosa.
No obstante, la regla de los codos ya no es lo que era. Por su puesto que tu madre no se enfada cuando lo haces porque te considere alguien peligroso, sino porque ya se ha convertido en una costumbre, así como en una forma de prevenir otro tipo de percances a la hora de comer.
Un asunto muy antiguo
Los modales al comer ya existían, como poco, entre los antiguos griegos, quienes por ejemplo ya usaban para limpiarse las manos «apomagdalia» o miga de pan que luego ofrecían a los perros. Los romanos, por su parte, empleaban paños conocidos como «sudaria» o «mappa». Asimismo, en la Castilla medieval se conoce que existieron las llamadas «tovallas de manjar» y «pañizuelos de mesa».
De hecho, de acuerdo con la Biblia, una persona debería avergonzarse tanto de «estirar el codo en la cena» como de «romper un juramento o un pacto». Aunque se desconoce el origen exacto de esta fijación por los codos, tiene poco de novedoso.
Aunque el período medieval se desdibuje actualmente a través, sobre todo, de la pantalla, la sociedad de aquellos tiempos era más cauta de lo que solemos pensar. Si el acto de comer ya había ido hasta entonces reuniendo objetos o posturas, por ejemplo, que resultaban facilitar la ingesta de alimento y su digestión, también se fue configurando como un asunto público o, al menos, como parte misma de esa convivencia.
Los modales de la corte
Así, los banquetes eran de las cosas favoritas de la corte. Reunirse en torno a mesas repletas de comida se volvió la forma perfecta de reforzar los límites del poder. No obstante, comer comemos todos, de manera que, con más o menos platos, cualquiera gustaba de reunirse con los suyos.
«Y no les deben consentir que tomen el bocado con todos los cinco dedos de la mano, y que no coman feamente con toda la boca, más con una parte. Y limpiar las manos deben a las toallas y no a otra cosa como los vestidos, así como hacen algunas gentes que no saben de limpiedad ni de apostura». Estas son algunas de las recomendaciones que aparecen en las Partidas del rey Alfonso X el Sabio acerca de las «cosas que deben acostumbrar los hijos de los reyes para ser apuestos y limpios» a mediados del siglo XIII.
Siete siglos después, a principios del XX, estas reglas eran ya una cuestión básica. Hasta bien entrado el siglo XV no había aparecido el tenedor (sí la cuchara) por lo que esto podría darnos una pista acerca de la primera vez que alguien contempló la necesidad de elevar los brazos al comer no era de fiar. En la actualidad, toda una historia de continua evolución de protocolo se aprende rápido, sin necesidad de manuales.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2022-05-05/por-que-mala-educacion-comer-codos-sobre-mesa_3419032/