Elaborados en cantidades muy pequeñas y con canales de distribución propios, son el resultado de proyectos de investigación de las bodegas
AMAYA CERVERA / EL PAÍS
La idea no es totalmente nueva. A comienzos de la década de los 2000, la bodega de l’Empordà (Girona) Castillo de Perelada creó la gama Ex Ex (por “experiencias excepcionales”) para compartir con los aficionados algunas de sus investigaciones más exitosas. La colección, que numera los vinos de forma correlativa, arrancó con un Ex Ex 1 1998 que probaba que se podía hacer un vino de calidad en el primer año de producción de una viña. El último, el Ex Ex 13, ha sido un blanco elaborado con una uva de piel rosada, la garnatxa roja.
Unos años antes, a mediados de los noventa, la publicación anual de arte y tendencias Matador había añadido un vino a su propuesta cultural. Lo ligaba al nombre del artista invitado en el número e ilustraba la etiqueta con alguna de sus obras. Lo novedoso era que acercaba el trabajo de los productores a la creación artística, los animaba a dar rienda suelta a su imaginación y a correr riesgos. El carácter efímero de estos vinos, por otro lado, encajaba bien con la limitación temporal del proyecto y su compromiso de editar únicamente tantas revistas como letras del abecedario. Por la Bodega Matador que dirige Telmo Rodríguez han pasado personajes tan relevantes como Mariano García, la familia López de Heredia, Álvaro Palacios, Peter Sisseck, Benjamín Romeo o Raúl Pérez.
Hoy las bodegas han interiorizado la investigación como parte de su filosofía y en cada nueva vendimia plantean elaboraciones que les permitan explorar el potencial de terruños concretos, variedades de uva o técnicas de vinificación. Pero, además, la aparición de un tipo de aficionado curioso y muy receptivo a las novedades les está permitiendo compartir muchas de ellas.
Abadía Retuerta, la bodega de Sardón de Duero (Valladolid) donde el siempre inquieto enólogo Ángel Anocíbar puede acometer hasta 20 experiencias en cada nueva vendimia, es un buen ejemplo. Los resultados más interesantes (hay monovarietales de touriga nacional, graciano o godello, un clarete o experiencias de tempranillo en distintos suelos) se agrupan bajo el paraguas Winemaker’s Collection. En l’Empordà (Girona), La Vinyeta presenta sus Microvins como monovarietales de viñas viejas y variedades autóctonas con los que intenta recuperar técnicas ancestrales de elaboración. A veces, el efecto se asemeja a visitar una bodega y probar vinos de depósito o barrica.
La tendencia se está generalizando. En solo una mañana en la última edición de Madrid Fusión probé un Microtiratge de la pequeña firma de cava María Rigol Ordi y uno de los Ensayos Capitales de Bodegas Queirón en Rioja Oriental: un tinto seco elaborado con uvas asoleadas de tempranillo. Hasta el consejo regulador de la denominación de origen Bizkaiko Txakolina ha creado la categoría Apartak para elaboraciones tradicionales que se escapan de los parámetros más habituales.
Pero quizá donde adquiere mayor dinamismo esta idea es entre productores pequeños muy ligados al terruño. Como José Luis Mateo, de Quinta da Muradella en Monterrei (Galicia), con su gama Campo de Probas; Roberto Oliván (Tentenublo, Rioja), que selecciona pequeños grupos de cepas diseminados por sus viñas para elaborar Los Corrillos que luego presenta con etiquetas cuidadísimas, o Pepe Mendoza en su proyecto familiar Casa Agrícola en Alicante, donde ha creado el sello Pequeñas Producciones para tener un lugar para equivocarse y “experimentar con la máxima libertad”, aunque en la práctica ha sido fuente de elaboraciones fascinantes.
No son vinos fáciles de conseguir. La venta a menudo se limita a tiendas especializadas, físicas u online, y a restaurantes que miman el vino. Los vinos de Abadía Retuerta, por ejemplo, solo están disponibles en sus tiendas y restaurantes; los de Matador van a los suscriptores, aunque se deja una pequeña cantidad para público general. Un lugar natural de estas elaboraciones son los nuevos clubes para aficionados muy avezados, como Contubernio de Armando Guerra, que nació en la órbita de los vinos andaluces, y, más recientemente, Rarabanda, “la banda para locos del vino” del importador A la Volé, o The Garage Wine Club de Bodegas Frontonio, liderado por el master of wine Fernando Mora. Parte de su atractivo es ofrecer vinos que no se pueden conseguir en ningún otro lugar y que sus socios comparten luego orgullosamente en Instagram. Es el sabor de la nueva exclusividad.
De Club. Frontonio III Macabeo Crianza Biológica
2020 BLANCO. SIN DO. BODEGAS FRONTONIO. 100% MACABEO. 13,5% VOL.
Este vino fue una de las primeras etiquetas experimentales que Bodegas Frontonio puso a la venta dentro de The Garage Wine Club. Comparte la curiosidad de numerosos productores de distintas regiones por experimentar cómo se comportaría alguno de sus vinos bajo el velo de flor al estilo de las elaboraciones tradicionales de Andalucía, pero evocando un estilo propio de Aragón, el de las pajarillas, aunque a diferencia de estas no sobremaduran la uva. Punta salina, cuerpo medio, alegre, toque cremoso, muy agradable.
2018 Blanco. Rioja.
OLIVIER RIVIÈRE. 100% VIURA. 13,5% VOL. 35 EUROS.
Bajo el sello de Trotamundos, el productor francés asentado en Rioja Olivier Rivière realiza cada año una elaboración diferente, no necesariamente en su región habitual. En una añada fresca como 2018 nos regala esta excelente viura de viñas de 50 años cultivadas en zona de aluvión y canto rodado. Fermenta en barricas de roble francés de 600 litros y se cría 30 meses en fudre de 2.000 litros. Un blanco fino y con cierta elegancia clásica. Notas lácticas, fondo anisado, excelente acidez y equilibrio. Con vida por delante.
Matador Barceló 2019 Tinto. Bierzo.
DESCENDIENTES DE J. PALACIOS. MENCÍA. 14,5% VOL. 59 EUROS.
El vino que acompaña la letra W de la revista Matador lleva la firma de Ricardo Pérez Palacios, elaborador clave en el resurgimiento del Bierzo y en su nueva clasificación de terruños. Este Barceló quiere enseñar una parcela muy especial dentro de Moncerbal, una de sus viñas más famosas. El suelo calizo y la exposición este dan un perfil de vino fresco y liviano que se aleja del estilo habitual de la bodega. A la nariz de frutillos rojos, notas florales y toques tizosos sigue un paladar aéreo, pero bien delineado y con tensión. Un tinto evocador.
Fuente: https://elpais.com/eps/gastronomia/2022-04-16/crecen-los-vinos-experimentales-y-efimeros.html