Una mirada desde Zapata y AMLO
Dr. Melitón Lozano Pérez
A las 8: 38 de la mañana del domingo 10 de abril el presidente Andrés Manuel López Obrador, ingresó al Antiguo Palacio del Arzobispado, en Moneda 4 de la Ciudad de México, para participar en la consulta de revocación de mandato de su gobierno.
El presidente, puede apreciarse en los videos, camina sin vacilar y luce sereno; consciente de ser partícipe y precursor de un ejercicio de democracia directa inédito en la vida democrática de nuestra Nación: la revocación de mandato, sujeto al voto popular del jefe de Estado, jefe de Gobierno y jefe de las Fuerzas Armadas de un régimen presidencial, cada vez más democrático, de una nación con una historia milenaria llamada México.
El presidente, se acerca a la casilla y antes de depositar su papeleta en la urna la muestra al público, reafirmando lo que ya había mencionado previamente; promovería la memoria del Espartaco del Sur: Emiliano Zapata.
Así y ante todos los medios muestra una leyenda que quedará para la historia. Con letras grandes y legibles se puede leer:
¡Viva Zapata!
¿Casualidad? Ninguna ya que, en esta misma fecha, pero de hace 103 años, un jueves de 1919, cerca de las 2 de la tarde, Zapata acompañado de apenas 10 hombres monta un caballo de nombre “As de Oros”, regalo del que en unos momentos más sería su verdugo.
Se dirige Zapata a la Hacienda de Chinameca a encontrarse con Jesús. “El Pelón” Guajardo quien, en prenda de una supuesta alianza, entregaría al General parque para continuar la lucha agraria.
Se trata, sin embargo, de una artera emboscada.
Allí, junto a sus tres generales de división: Gil Muñoz, Zeferino Ortega y Jesús Capistrán Zapata, quien apenas cumpliría 40 años, es acribillado por soldados federales guiados por el mismo Guajardo. Todos allí en la tierra, con las ropas en jirones, los zapatistas y su líder, más que jefe máximo son matados a quemarropa.
Desaparecido Zapata, el zapatismo ha muerto, declara entonces Pablo González, general Carrancista. Nada más falso, porque justamente Zapata había dedicado su vida y ejemplo a hacer, a su manera, una pedagogía del oprimido en pos de la lucha por la igualdad desde la posesión de la tierra.
Porque Zapata sabía, que a sus compañeros de a pie había que hablarles de cosas concretas como la tierra, pero también había que insuflarles en su corazón el anhelo de libertad al reconocerse los unos a los otros como dueños de su propia vida y su futuro. Desde el dolor y desde la indignación, avocados a la terca transformación, con su muerte, Zapata no murió, sino reavivó en otros el anhelo de justicia y libertad tan propios de la condición humana.
De Zapata, dijo el mismo presidente en la mañana, antes de partir rumbo a la consulta “sólo se puede decir que fue un dirigente excepcional, honesto, un hombre con convicciones, con principios, que cuando fue a la Revolución quisieron cooptarlo, (…) y él contestó que no había ido a la Revolución para hacerse hacendado sino para garantizar el derecho de los campesinos a la tierra».
Como Zapata AMLO también hace pedagogía, pero pedagogía de la democracia en favor de una politización sana y necesaria de la sociedad, porque ésta, sólo cobra sentido si se llena de contenido y el contenido principal de cualquier país democrático es la participación de sus ciudadanos a través de las instituciones.
Fueron cerca de 35 años que una minoría rapaz controló el Estado Mexicano, creo organismo a modo de una élite privilegiada, promovió la privatización de los bienes de la nación, pero, ante todo; pretendió hacernos creer, que el voto era transaccional y que vivíamos en el mejor de los mundos posibles; que la ciudadanía era necesaria, sí pero sólo circunscrita a una aparición esporádica y tímida por parte de todos los mexicanos.
Se quería votantes de opereta, pero súbditos de facto.
Por eso este ejercicio democrático es tan importante, porque se trata de seguir formando ciudadanía para la transformación y que los mexicanos sepamos que existen los instrumentos legales y constitucionales para no permitir que un presidente, sea el que sea, se mantenga en el poder si no tiene una base popular que lo respalde.
Por eso, AMLO y Zapata a 103 años de distancia, tienen más en común de lo que se podría imaginar, porque ambos, uno desde el agrarismo y la justicia social, otro desde la democracia y las instituciones, han denunciado la desigualdad y han optado por los más desfavorecidos, haciendo visible y tangible los canales para garantizar sus derechos, pero también sus deberes.
Por eso Zapata aún y con AMLO la construcción de la democracia, sigue.