Por Fernando Manzanilla Prieto
Después de que bajó la tasa de incidencia de casos de covid-19, dentro de la llamada cuarta ola, estamos viendo que la calma en la que nos encontramos es relativa.
Tan relativa como es la paradoja de que aunque muchos especialistas consideran que la peligrosidad del virus ahora es baja, también se habla de la presencia de nuevas variantes mucho más contagiosas.
Es así que surgen los cuestionamientos de saber si debemos prepararnos para el fin de la pandemia, el inicio de una nueva ola o simplemente acostumbrarnos a vivir de manera endémica con el virus.
Lo anterior no sólo porque hace algunos días la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó la existencia de “Deltacron”, una variante de coronavirus que combina Ómicron y Delta, en la cual afortunadamente no se ha detectado ningún cambio en la epidemiología ni en la gravedad.
Aunque en un inicio se cuestionaba duramente su existencia, ya se ha revelado la presencia de esta variante recombinante en Francia, Países Bajos y Dinamarca.
Pero más allá de hablar de nuevas variantes, lo verdaderamente preocupante es saber que no hay nada escrito sobre el rumbo que tendrá la pandemia en el futuro. Hoy, más que nunca, las predicciones del covid son sumamente riesgosas.
Basta recordar como a finales de 2021 los científicos descubrieron la variante Ómicron, cuyo linaje constaba de tres subvariantes genéticamente diferentes, ya que cada rama tenía su propia serie de mutaciones peculiares.
En ese momento se tenía una presencia predominante de la subvariante denominada BA.1, la cual se propagó con rapidez por la faz de la tierra y fue la responsable de un incremento considerable de casos, dentro de la llamada cuarta ola.
Al principio esta subvariente, BA.1, era mil veces más común que la BA.2, sin embargo todo cambió a principios de este 2022, en el que las cifras se modificaron y mostraron una mayor incidencia de la BA.2 en los nuevos contagios. Incluso los estudios han demostrado que esta subvariente es más contagiosa que la BA.1.
Bastó poco tiempo, en realidad sólo un mes, para que esta subvariante BA.2 mostrara una tendencia predominante en todo el mundo.
Precisamente, varios especialistas preveían que mientras los países relajaran sus medidas contra la propagación de covid, argumentando su baja o leve peligrosidad, le darían la oportunidad a la subvariante BA.2 de originar nuevamente un considerable incremento de casos.
Al respecto, se sabe que tanto la BA.1 y la BA.2 pueden evadir la acción de mayor parte de los tratamientos con anticuerpos moniclonales, no por nada se empezó a denominar a la BA.2 como la “variante sigilosa”. Lo anterior debido a que determinar su presencia con las pruebas ha sido notablemente más complicado, dado que tiene una mutación que oculta uno de los tres genes indicadores de coronavirus detectado en las pruebas.
Es por ello que resulta muy preocupante que en China, el país en donde surgió el virus y el cual ha tenido desde el inicio de la pandemia una política estricta de “cero covid”, con confinamientos, restricciones de viaje, vacunas y pruebas masivas, se estén presentando “rebrotes” de contagios de gran preocupación.
Es así que el gigante asiático ha entrado de nueva cuenta en confinamiento, tras registrar la cifra más alta de contagios por el virus en dos años.
Tan sólo en 24 horas se registraron cerca de 4 mil contagios, la cifra más alta en los últimos 24 meses, lo que ha llevado al cierre de los centros comerciales, restaurantes y escuelas.
Actualmente, hay más de 50 millones de residentes de las principales ciudades de China bajo estricto confinamiento, casi 40 millones en confinamiento parcial, además de que otras ciudades de tamaño mediano a pequeño mantienen diversos grados de confinamiento.
Es así que en total hay más de 90 millones de personas en China que tienen sus actividades cotidianas restringidas e incluso esta semana la bolsa de valores de esta nación ha visto una de las caídas más grandes en su historia.
Queda claro que lo más conveniente es que todavía nadie se confíe sobre el futuro de la pandemia, ya que la principal lección que nos sigue dando es una paradoja: hay que aprender a desaprender más rápido de lo que el virus lo hace, para reaprender que nuestros estilos de vida y convivencia jamás serán los mismos.