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Angela Merkel, a las puertas de su retiro con la popularidad por las nubes | Vanity Fair

La pandemia ha sido dura, pero al contrario que colegas de otros países, el índice de aceptación de la canciller ha despuntado. En 2021 hay elecciones en Alemania, pero Merkel ya ha anunciado que no se presenta.

SILVIA CRUZ LAPEÑA/ VANITY FAIR

«Nunca centres la atención en ti». Con ese consejo, los padres de Angela Merkel no forjaron una política pero sí un carácter. La frase la recoge uno de sus biógrafos, Gerd Langguth, para retratar a una persona que estudió Física, se doctoró con una tesis sobre Química Cuántica y no tenía en sus planes convertirse en la mujer más poderosa del mundo. Sumada a los hombres y según el ranking de la revista Forbes, es la cuarta: delante de empresarios como Jeff Bezos o líderes religiosos como el papa Francisco.

Pero esos no eran los planes de la hija de un pastor protestante y una profesora de inglés criada en Alemania del Este que en el instituto era buena en todo menos en gimnasia. Entró en la Unión Democrática en 1989, después de que su padre y su hermano la convencieran para acudir a unos seminarios de los que, tras muchas cuestiones teóricas e incluso metafísicas allí tratadas, Merkel salió diciendo: «La política son resultados».Tenía 35 años.

Así, con ese pragmatismo y la discreción recomendada por sus progenitores, Merkel logró ser la canciller de Alemania. Fue la primera mujer y la más joven en lograrlo. En 2021 se retirará y aunque 2020 y la pandemia se han convertido en el año más difícil para el resto de gobernantes del mundo, para ella podría acabar siendo un colofón casi de lujo a 15 años mandando en la cuarta economía del planeta.

Popularidad por las nubes

Su año malo fue 2015, el de la crisis de los refugiados, en el que la acusaron de abrir las puertas a la inmigración ilegal por decir que Alemania era tierra de acogida y bienvenida en plena crisis humanitaria. La tacharon también de «hacerse la buena» y querer «limpiar» con ese gesto el pasado nazi, cruel y nefasto de su país. Ella hizo oídos sordos hasta que explotó: «Si ahora tenemos que empezar a pedir perdón por dar una cara amable en una situación de emergencia, este no es mi país».

Su popularidad, siempre por encima del 50% entre los encuestados alemanes, cayó en picado. Le dio lo mismo, siguió en sus trece, entre otras cosas porque Europa, como ente, toma muchas decisiones por los líderes de cada país: cerrar el paso de quienes venían de los Balcanes, por ejemplo. En ese caso, dijo que no admitiría refugiados de Idomeini y las críticas entonces, vinieron de su equipo: su entonces número 2, Sigmar Gabriel, la acusó de cambiar de opinión cuando rechazó la entrada en Alemania de quienes venían del Idomeni, el principal campo de Europa.

Fuera de Alemania habían visto ya el doble perfil. Y la dureza que mostró con Grecia en los peores años de la última crisis económica. Una deuda que reclamó obviando los abusos que su país había cometido en el pasado con los helenos –de nuevo la sombra nazi– y los intereses abusivos con los que Alemana había concedido préstamos a sus hermanos europeos, especialmente a los griegos. Si hace unos días, se emocionó y lloró por las cifras de muertos en Alemania a causa del coronavirus, la situación extrema que vivió Grecia en esos años no lo logró. Merkel, que se crio en la Alemania comunista, con una austeridad que en su casa rayó la necesidad en una casa con cinco hijos –»el sueldo de su padre apenas alcanzaba el de los obreros de algunas fábricas», recuerda Langguth–, mostró su cara más dura.

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Dar la cara

De ahí venía cuando la revista Time la nombró personaje del año en 2015. Ella, sin embargo, siguió con el lema aprendido en casa: «Nunca centres la atención en ti». Pero en 2018 tuvo que cambiar el guion y dar un paso al frente. El gobierno de coalición de socialdemócratas y conservadores, cuya formación requirió de seis meses de negociaciones y estuvo al borde del colapso al menos dos veces le hizo plantearse su futuro. Tampoco tenía entonces el mismo apoyo de la ciudadanía, según indicaban las encuestas. La falta de confianza quedó patente en las elecciones regionales, donde la coalición obtuvo malos resultados. Y entonces, la canciller, anunció que 2021 sería su último año. “Fue una movida típica de Merkel. No ha perdido su capacidad para sorprender”, dijo entonces Evelyn Roll, autora de otra biografía sobre Merkel, en The New York Times.

Parecía que se había agotado su ciclo. Más cuando 2020 llegó con una pandemia sin precedentes que ha agotado física y políticamente a la mayoría de mandatarios del mundo. No a Merkel, que a pesar de las protestas por las restricciones impuestas en Alemania, ha visto aumentar su índice de aceptación hasta el 74%. Uno de los motivos es que una investigación encargada para evaluar la actuación del Gobierno en los últimos dos años concluyó que habían puesto marcha o logrado dos tercios de las medidas prometidas sin haber llegado aún ni a la mitad de la legislatura. Otro motivo es que, por primera vez, a sus 64 y de manera muy explícita, Merkel ha violado el consejo paternal de no exponerse y se conecta una vez a la semana a Zoom para contestar preguntas de su ciudadanía.

«Conversación con la canciller» es el título del programa y con él Merkel quiso acercarse a lo que está pasando y pensando la gente en la crisis del coronavirus. Profesores, policías, estudiantes… así, gremio a gremio, ha ido tomando de primera mano el pulso del país. Lo hace, obviamente, de manera controlada. También con la relajación de saber que el año que viene cierra la puerta a esta etapa de su vida.

Angela Merkel Joachim Sauer marido

Angela Merkel y Joachim Sauer.@GTRES

Qué líder ha sido Merkel

Esa no exposición también la ha aplicado Angela Merkel a su vida privada, que nunca ha usado en su carrera política. Sólo su boda, según Lungguth, habría sido una concesión al partido, más conservador que ella y su pareja, Joachin Sauer, en lo referente a las cuestiones privadas que pueden influir en la opinión pública.

Se conocieron en la universidad, donde él dirigió su tesis, y como cuenta el mismo autor, mirando la cronología, es probable que su relación empezara cuando él aún estaba casado con la madre de sus dos hijos. Con Merkel, que conserva el apellido de su primer marido, no ha tenido descendencia. Sauer ha acompañado a la canciller en algunos viajes oficiales, poniendo de manifiesto lo duro que es el techo de cristal en las instancias más altas del poder al ser el único primer caballero en esas citas.

Él acude, poco y sin complejos. Como su esposa, que cuando en una entrevista reciente le preguntaron qué lavadora tenía, reconoció que no lo sabía porque de esas cosas se encarga su marido. De sus logros y declaraciones como esa, así como por los escritos que han trascendido de su etapa juvenil, se deduce una mujer preocupada por la escasa representación de las mujeres en la vida pública y el papel en sus propias casas. Pero no decirse que sea feminista.

Ella misma escurrió el término en una entrevista del año pasado: «Considero a mujeres como Alice Schwarzer [periodista y fundadora de la revista Emma] verdaderamente feministas. O Marie Juchacz [primera mujer que dio un discurso en el parlamento alemán], quienes junto a otras lucharon por el voto femenino hace cien años y ganaron. Ellas han luchado toda su vida por los derechos de las mujeres de una manera que no puedo decir que yo haya hecho».

Respondía así también a los intentos de la prensa de ver un mensaje en su modo de vestir. Porque Merkel, además de rechazar cualquier valoración sobre su aspecto, ha demostrado que le importa poco, más bien nada, su ropa, su corte de pelo o la interpretación que de esos detalles hagan analistas, periodistas o modistos –Karl Lagerfeld entró en ese terreno al opinar que sus pantalones siempre están mal cortados y le quedan cortos–.

Uno de los momentos más sonados en ese aspecto es cuando en 2008 acudió a la inauguración de la ópera de Oslo con un escote inusual en ella. «No se hablaría tanto del tema si se tratara de un hombre», dijo la mujer más poderosa del mundo, que ese día sí centró toda la atención en ella, pero nunca más repitió esa apertura.

Fuente: https://www.revistavanityfair.es/poder/articulos/angela-merkel-valoracion-pandemia-gestion-coronavirus/47960

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