El Bievre, río degradado en desagüe de la industrialización de París, fue sepultado en 1912. Ahora, vuelve a la luz para combatir el cambio climático
AMADO HERRERO / París / EL MUNDO
Hace 5.000 años, años, el río Sena no atravesaba su actual cauce, al menos en el tramo de lo que hoy es el centro de París. El Sena giraba hacia el norte por el eje de lo que hoy es el canal y, después, el bulevar de Saint-Martin y continuaba hacia el oeste hasta volver a coincidir con su cauce conocido a la altura de los actuales los jardines del Trocadero, ¿Y entonces? ¿Que pasaba en el sitio por el que hoy pasa el Sena? Pasaba otro río, el Bievre,que llegaba desde el sur y giraba hacia el oeste a la altura del actual puente de Austerliz.
La historia geológica y urbanística fue dura con el Bievre: el Sena se quedó con su cauce y lo degradó a afluente. Cuando París creció y se industrializó, se convirtió en un canal de uso insalubre, un desagüe que entraba en la ciudad por la Puerta de Italia y zigzagueaba hacia el Sena, por el borde sureste de la ciudad histórica. Victor Hugo lo retrató en alguna novela como un escenario sórdido y violento. En 1912, las autoridades parisinas cegaron su cauce y el río desapareció de la memoria de la ciudad.
Hasta ahora: el Bievre se liberará del asfalto, recuperará al menos una parte de su antiguo caudal y añadirá algunas islas de vegetación a los distritos del sur de París, de acuerdo con un plan de rehabilitación del Ayuntamiento. Su función será la de crear un eje de vegetación que ayude a combatir el calentamiento global en la ciudad. Cambiar el asfalto por el agua será una manera de aliviar el futuro de París. El Bievre, además, se integrará en la nueva vida del saneado Sena, que será apto para el nado en los próximos meses, después de un siglo de polución e intenso tráfico fluvial.
La capital de Francia se mueve: la prioridad del Consejo Municipal es conseguir que París alcance la neutralidad de carbono, que se adapte mejor a las olas de calor y a las lluvias torrenciales. El equipo de la alcaldesa, Anne Hidalgo, presentó a finales de año las líneas maestras del nuevo Plan Local de Urbanismo (PLU) que se someterá a consulta pública. «París es una ciudad con un patrimonio excepcional, que hay que proteger, pero también una capital cuya transformación es necesaria para que las futuras generaciones puedan vivir en ella en buenas condiciones», afirmaba Hidalgo durante la presentación del plan.
El debate está en la densidad necesaria para lograr una ciudad eficiente pero habitable. Por eso hay polémica en torno a la Tour Triangle, un rascacielos que se está construyendo en el sur de la ciudad, junto a la Puerta de Versalles. En París no es extraño que las nuevas construcciones sean objeto de grandes polémicas: ocurrió con la pirámide del Louvre, las Columnas de Buren en el Palacio Real, el Museo Pompidou o la Torre Montparnasse. Pero este nuevo rascacielos de 180 metros de altura supondrá un cambio drástico en el perfil de la ciudad. De ahí que se hayan necesitado siete años para que el proyecto -firmado por Jacques Herzog y Pierre de Meuron– fuese validado y otros siete más para que se haya puesto la primera piedra, este mismo mes. Una obra que ha avanzado contra viento y marea gracias al apoyo de la actual alcaldesa y de la aseguradora Axa.
El primer adjunto de Anne Hidalgo, Emmanuel Grégoire -principal arquitecto del nuevo PLU-, ha aclarado que su objetivo no es «promover más altura para los edificios de París», pero que habrá excepciones en emplazamientos que ya habían sido definidos por el anterior PLU, que data de 2006.
«Los parisinos son exigentes y con razón, París es una ciudad cuyo patrimonio está muy bien conservado y que es muy homogéneo; es una ciudad horizontal con un aspecto acabado, como una obra de arte. Así que cualquier modificación suscita el debate», explica a EL MUNDO Alexandre Gady, historiador de la arquitectura y profesor en la Universidad de la Sorbona. El especialista señala que la cuestión crucial para los nuevos proyectos debe ser la de su utilidad real. «Si decidimos modificar la ciudad, debe plantearse la cuestión del coste: económico, energético y patrimonial. Y en este último punto eso significa hacernos una pregunta: ¿lo que queremos conseguir es mejor que lo que vamos a perder?».
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La nueva normativa también permitirá al Ayuntamiento convertir el concepto de ciudad de los 15 minutos en el nuevo principio de organización de la vida parisina. Con el objetivo de limitar los desplazamientos («fuente de infelicidad y contaminación», reza el plan), la capital quiere organizarse por barrios, en torno a los colegios. En un radio limitado, los residentes encontrarán tiendas, instalaciones deportivas, centros de salud y espacios verdes. «Reequilibrar nuestra ciudad significa también dar una vida más dinámica a determinados barrios», ha dicho la alcaldesa. «Los parisinos deben recuperar también estos lugares emblemáticos; ya no habrá un París para los turistas y un París para los residentes».
La conservación del patrimonio, el uso de materiales de origen biológico y la rehabilitación en lugar de la demolición forman también parte de los principios que deben plasmarse en el texto final. Otra prioridad es la prevención contra el fenómeno de las islas de calor urbanas. En la capital aún está muy presente la devastadora ola de calor de 2003, que causó la muerte a 4.867 personas en la región parisina (un exceso de mortalidad del 134% en relación a otros años).
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/2022/03/01/621d087ee4d4d8810f8b45b3.html