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Horribles y leprosos: el verdadero origen de los alebrijes es una pesadilla | Sputnik

© Foto : Cortesía de la familia Linares

SAMUEL CORTÉS HAMDAN /SPUTNIK

Aunque se tiende a asumir que el alebrije es una creación de dominio público en la tradición artesanal mexicana, una familia ubicada en la colonia Merced Balbuena de la Ciudad de México reivindica a estas criaturas como propias.

Se trata de los Linares, herederos de don Pedro Linares, un maestro cartonero nacido en 1906 que se dedicaba a hacer trabajos artísticos de temporada para la Semana Santa, Navidad, fiestas patrias, Día de Muertos y otros eventos populares.

Sin embargo, en 1936 enfermó de úlcera gástrica y, víctima de la pobreza extrema, al no poder atenderse de manera formal con un tratamiento médico, soportó durante 11 años su padecimiento.

De los delirios, fiebres y cansancios que le produjo este malestar surgió el alebrije, una criatura pesadillesca que lo mismo puede tener ojos de sapo que garras de felino, colmillos de caimán y alas de murciélago, y que resultó de la expresión alusiva de la enfermedad y sus dolores sin alivio, relata en entrevista con Sputnik uno de los nietos del artista, Leonardo Linares.

Así comenzó un viaje que ha ido de la Ciudad de México a París, Glasgow, Oaxaca, Estados Unidos y otros destinos.

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Animales descarnados, terroríficos, leprosos, cadavéricos

«Mi abuelo era artesano de la técnica de papel y cartón, ahora llamada cartonería», describe el nieto de Pedro.

«Los meses muertos que no tenía trabajo de cartonería asistía de albañil o iba a la tenería o a la misma fábrica de vidrio que estaba aquí en Carretones, esos eran los trabajos que tenía», explica.

En alucinaciones derivadas de la enfermedad, el fundador Linares percibió por primera vez estas criaturas, crudas, atemorizantes, leprosas, alejadas de las versiones embellecidas y repletas de color que se conocen ahora.

Trabajo de tradición heredado de manera doméstico en la casa taller de los Linares. © Foto : Cortesía de la familia Linares

«Entonces, cuando él se logra recuperar, pues se acuerda de lo que había visto en su estado de coma. Él empieza a hacer los alebrijes en Semana Santa y ahora sí que los vende como si fueran Judas, por llamarlo así, pero la gente se espantaba porque le decía: ‘¿Y esos animales tan feos qué son?'», recuerda el nieto de Pedro.

Un artista que confió en esta primera versión de los alebrijes, pese a su fealdad, fue el muralista mexicano Diego Rivera, en cuya casa de Altavista, diseñada por el arquitecto Juan O’Gorman y ubicada en el sur de la Ciudad de México, aún se conservan algunos de los tres que adquirió de manos de Linares, asevera Leonardo.

«[Don Pedro Linares] vio que no se le vendían los alebrijes por feos, por horroríficos, entonces dice: ‘Pues ni modo que se me quede todo esto’, los empezó a modificar, les empezó a meter color, empezó a meterles dibujos como si fueran entre tipo monstruos, tipo Judas. Ese tipo de colorido les metió para que se le pudieran vender, para que fueran más agradables a la gente, que no causaran miedo», explica.

«Hacerlos feos, sí, pero bonitos a la vez, y conservando lo que él había visto, ¿no?, piezas de varias partes de animales. Y así poco a poquito el alebrije fue evolucionando, dándole color, dándole más dinamismo, hasta que mi papá, Felipe Linares, es el que le da toda la plasticidad, toda la movilidad que ahora conocemos hasta el día de hoy», abunda el nieto del creador de estas criaturas.

Los alebrijes salen de México

A pesar de que el alebrije nació como una creación de Pedro Linares, explica su nieto, a partir del éxito comercial de esta figura comenzaron a surgir replicadores que los elaboraban conforme a sus propios entenderes y búsquedas artísticas y de ventas.

«Ya agarraron al alebrije en charola de plata, por decirlo así, ¿por qué?, porque mi abuelo abrió puertas y mi papá también abrió puertas en ese sentido», considera el familiar del fundador de estos animales fantásticos.

Luego del banderazo que dio Diego Rivera a estas criaturas, una galería de arte de Oaxaca adquirió los primeros alebrijes que salieron de la Ciudad de México, además de que una coleccionista adquiría alrededor de 10 alebrijes al mes para exportarlos a Estados Unidos.

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También, una tienda de artesanías de la capital mexicana comenzó a dar a conocer esta creación, por lo que estos seres pesadillescos fueron ampliando sus horizontes, relata el tercero en la línea hereditaria de la familia Linares.

Fundado en 1974, el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) del Gobierno de México organizó una exposición colectiva de alebrijes en Europa, sin embargo, esa no fue la primera vez que las criaturas cruzaron el Océano Atlántico, abunda.

«En 1954, gracias a Fernando Gamboa, que era un museógrafo, todólogo de las artes y de las artes populares y de las bellas artes, él también los llevó a Europa mucho antes que Fonart, los llevó precisamente a París, Francia, y la exposición se llamó De lo precolombino a lo actual, y causó un gran impacto», declara Linares.

Embellecidos para mermar el terror, los alebrijes llevan décadas entre nosotros.
© Foto : Cortesía de la familia Linares

Defender la propiedad intelectual

En 1975, Pedro Linares fue captado en una película documental que acabaría por ligarlo con el Festival de Cannes, Francia, bajo la mirada de Judith Bronowski, recuerda su nieto.

«A mi abuelo se le hizo el primer video, el primer documental, y tuvo éxito en los Estados Unidos», narra.

Este proceso, recuerda Leonardo, ligó a Pedro Linares con el tallador de madera Manuel Jiménez, quien adaptaría la técnica de cartón y papel del alebrije a sus propios materiales de trabajo.

Originario de Oaxaca, Jiménez desarrolló alebrijes en madera, cuyo impacto en la comunidad de su estado generó resonancia e imitación, de modo que estos monstruos comenzaron a fabricarse en ese territorio del sur de México, relata el nieto de Pedro.

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«Mucha gente piensa que era de Oaxaca cuando en realidad los alebrijes son de la Ciudad de México», defiende Leonardo y rechaza la adjudicación social de esta creación, su atribución al dominio público.

«[El alebrije] no es de dominio público porque nosotros lo tenemos registrado», explica.

No obstante, la familia Linares tampoco prohíbe el desarrollo de alebrijes, deja trabajar a otros artistas, pero el nieto de Pedro reprocha la falta de interés por las raíces de estas criaturas, la falta de descripción puntual de su identidad y su proceso de constitución como una temprana tradición mexicana.

«Hay un registro, hay un derecho de autor, hay una propiedad intelectual», asienta y reprocha la actitud inclusive de museos mexicanos que tratan de borrar el legado de Pedro Linares.

En esta defensa de la memoria del alebrije, Leonardo Linares explica que la familia acaba de ganar un proceso legal contra la ciudad de Oaxaca por el uso de estos animales imaginarios como artesanía originaria de esa entidad.

«Todo mundo conoce el alebrije»

Para bien o para mal, afirma Leonardo Linares, el alebrije es reconocido por todas las personas. Un proceso artístico, dice, que resulta satisfactorio para los familiares del fundador de estos seres imposibles.

Aunque no todos conocen el proceso específico del nacimiento de estos animales, son replicados por distintos artistas y lograron romper el prejuicio de las escuelas de arte contra las creaciones populares, celebra el nieto de Pedro Linares.

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Antes de la década de 1940, las escuelas mexicanas de arte no consideraban estas expresiones populares, sin embargo, ahora el alebrije es tomado en cuenta también en las aulas y los planes de estudio, reconoce.

Además, abrió brecha para que se pusiera atención a otros trabajos artesanales de la tradición mexicana, defiende Linares.

«Es una satisfacción que nosotros hemos sido ariete o punta de lanza para todos las demás, les guste o no les guste, que vienen atrás de nosotros, y también los que han estado al lado de nosotros», apunta.

«Cada textil que se hace tiene un discurso»

Entre 1998 y 2006 Leonardo Linares colaboró, sin goce de sueldo, en el proceso de constitución del Museo de Arte Popular, ubicado en las inmediaciones de la Alameda Central del Centro Histórico de la Ciudad de México, proceso del que derivó la organización del desfile de alebrijes monumentales que antes de la pandemia se celebraba año con año en la capital mexicana, explica

El primer alebrije monumental, recuerda Linares, se elaboró para un festival de Glasgow, Escocia, con lo que se asentó el precedente que desembocaría en el desfile.

Los alebrijes son artesanías originales mexicanas inventadas en la Ciudad de México.
© Foto : Cortesía de la familia Linares

Sin embargo, acusa que tras la constitución del espacio de exposición, la familia Linares fue separada de la toma de decisiones de ese espacio de exhibición, en un acto del que fueron responsable tanto el Gobierno de la Ciudad de México en 2006 como las autoridades federales.

Por ello, considera que en México hace falta fortalecer la defensa de los derechos de autor y la protección de las creaciones artísticas del país, además de que estima que las autoridades deberían nutrir sus marcos legales y ofrecer genuino acompañamiento a los creadores y artesanos.

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«Desafortunadamente estamos encuerados tanto en el sentido de derechos de autor y también la propiedad industrial, tienes que batallar mucho para poder registrar», dice y llama al Gobierno a formarse mejor en la comprensión de la riqueza cultural de la artesanía mexicana, de modo que puedan contribuir más a su protección.

Esta violencia no sólo amenaza a los alebrijes, considera el nieto de Pedro Linares, sino también a otros trabajos artísticos, como el caso de los textiles indígenas plagiados por casas de moda en Europa Estados Unidos

«Es una lástima que muchas veces nomás lo ven como algo curioso, como una novedad, pero no ven que tiene una tradición, un curso. Cada textil que se hace tiene un discurso», declara.

«Eso es lo que sí nos gustaría que las autoridades pelearan, que dijeran: ‘Esta es nuestra identidad y esto es lo que hay que proteger'», concluye.

A pesar de todos estos tropiezos y jaloneos, Pedro Linares fue reconocido en 1990 con el Premio Nacional de Ciencias y Artes por la creación del alebrije, una manera de reconciliar su herencia con la tradición artística mexicana, evalúa su nieto.

Además, Leonardo Linares reconoce que su casa taller sigue siendo recorrida por sus familiares y personas interesadas, por lo que la tarea de crear alebrijes se mantiene viva en su entorno, sin imposición, esperando la oportunidad de nacer como un gusto entre nuevas manos creadoras de murciélagos psicodélicos.

Fuente: https://mundo.sputniknews.com/20220227/horribles-y-leprosos-el-verdadero-origen-de-los-alebrijes-es-una-pesadilla-1122096132.html

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