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La caza de brujas en España: ni la Inquisición las persiguió ni fueron víctimas de la sociedad patriarcal | El Mundo

Adela Muñoz Páez revela en su libro ‘Brujas’ que, en contra de la creencia extendida, en España prácticamente no hubo persecución de hechiceras… gracias a la Inquisición

‘El conjuro’ (1798), de Francisco de Goya. MUSEO LÁZARO GALDIANO

IRENE HDEZ. VELASCO / EL MUNDO

No, la persecución y quema de brujas no tuvo lugar en la Edad Media, sino en la Edad Moderna. Y no, la caza de brujas no se cobró cientos de miles de vidas en Europa.La barbarie se saldó con la ejecución con 60.000 muertes tras tres siglos de barbarie. El 70% de ellas, mujeres.

No, no fue España el país donde más brujas fueron enviadas a la hoguera. Para nada. Fue en Alemania, Polonia, Suiza y Francia donde más ejecuciones por brujería se llevaron a cabo. En España las acusaciones de brujería acabaron con la vida de unas 500 personas (de las cuales 400 fueron ejecutadas en Cataluña), frente a las 25.000 de Alemania, las 4.000 de Suiza, las 4.000 en Polonia o las 5.000 de Francia.

No, no fue la Inquisición la principal ejecutora de la caza de brujas. Al revés: en muchos casos el Santo Oficio puso freno al frenesí persecutorio de los tribunales laicos y populares contra las brujas, aunque sí es verdad que dio la argumentación teórica para que otros fueran a por ellas.

No, la caza de brujas no fue un castigo de la sociedad patriarcal contra aquellas mujeres rebeldes que no se adaptaban a la norma, como en los últimos años han sugerido varias historiadoras, algunas de ellas feministas. Aunque sin duda esas persecuciones fueron fruto de una sociedad misógina, no se trató de una operación orquestada por los hombres para someter a las mujeres.

Y no, la caza de brujas no ha cesado. Continúa en países de Latinoamérica, Asia y, sobre todo, en el África subsahariana. Sólo en la segunda mitad del siglo XX murieron más brujas en Tanzania que en toda Europa en la Edad Moderna.

La ensayista Adela Muñoz Páez, ganadora en 2015 del Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la Mujer, es quien se ha encargado de derribar los numerosos clichés e ideas falsas que siguen rodeando a la locura que en torno a las brujas se desató en Europa durante la Edad Moderna. Lo hace con un arma poderosa: Brujas, un libro monumental publicado por la editorial Debate en el que, a lo largo de 400 páginas repletas de referencias bibliográficas y académicas analiza en profundidad ese fenómeno.

«Yo misma he sido la primera sorprendida en muchos aspectos», confiesa Muñoz. «Pensaba que la Inquisición en España había sido la perseguidora más cruel contra las brujas, y me quedé de piedra al saber que no había sido así».

La Inquisición, para empezar, apenas persiguió a las brujas porque en el Santo Oficio, donde se concentraban muchas de las mentes más brillantes de la época, se creía poco en eso de las brujas. Pero, sobre todo, porque su objetivo era otro: perseguir a los judíos y los moriscos.

Y no sólo eso. Después del auto de fe por brujería más famoso de España, el celebrado en 1610 en Logroño contra las brujas de Zugarramurdi y que se saldó con la ejecución de seis personas, el inquisidor Alonso de Salazar y Frías decidió indagar lo ocurrido. Llevó a cabo una exhaustiva investigación en la que entrevistó a más de 3.800 personas del Pirineo vasco-navarro, una zona donde hubo una auténtica locura de acusaciones de brujería.

'Auto de Fe en la plaza Mayor de Madrid. 1683', de Francisco Rizi. MUSEO DEL PRADO
‘Auto de Fe en la plaza Mayor de Madrid. 1683’, de Francisco Rizi. MUSEO DEL PRADO MUSEO DEL PRADO

Salazar concluyó de manera tajante que no había habido brujas ni aquelarres, que éstos sólo existieron en la mente de los jueces y que si las personas encausadas confesaron haber participado en ellos fue para intentar librarse de la cárcel satisfaciendo lo que los magistrados querían escuchar. Y lo más importante: la Inquisición hizo suyas las conclusiones de Salazar.

«En España, a pesar de la creencia popular, no hubo prácticamente caza de brujas y ello se debió, sobre todo, a la Inquisición. Se trata de algo ampliamente reconocido por académicos e historiadores pero ignorado por buena parte de la población, que sigue pensando que España fue una hoguera de brujas azuzada por el Santo Oficio. Aunque está perfectamente documentado, sigue perviviendo la idea de que España fue uno de los países en los que se persiguió a las brujas con más saña cuando es justo lo contrario: junto con Portugal, fue uno de los países donde menos persecución de brujas hubo», explica Muñoz Páez.

De hecho, la inmensa mayoría de las 500 ejecuciones por brujería que se registraron en total en España tuvieron lugar en Cataluña. En esa zona, que escapaba a la jurisdicción de la Inquisición, las brujas a las que se dio muerte fueron 400.

El historiador estadounidense Henry Charles Lea ya publicó en 1906 un amplio estudio sobre la brujería en que concluía que, a comienzos del siglo XVII, cuando en toda Europa se desató la caza de brujas más feroz, España fue una isla de cordura y que gracias al informe de Salazar los procesos por brujería se frenaron. Por su parte el danés Gustav Henningsen, el historiador que más exhaustivamente ha estudiado a las brujas, considera que en España no hubo torturas físicas contra ellas como sí las hubo en otros países.

«El trato que dispensaba la Inquisición no era peor que el que se dispensaba en las cárceles, de hecho en general era menos cruel. Pero aunque no fueron torturadas, muchas de las personas acusadas de brujería acabaron confesando y seguramente incluso estaban convencidas de haber participado en reuniones de brujas, aunque posteriormente se demostró que esos aquelarres no habían ocurrido en realidad», señala Adela Muñoz Páez.

En Alemania la persecución de brujas no solo causó 50 veces más muertes que en España, sino que el trato y las torturas que se infligió a las acusadas fueron tremendamente más crueles. Se las pinchaba por ejemplo con hierros al rojo vivo mientras eran martirizadas en la garrucha.

«Tampoco las brujas eran esas mujeres rebeldes y sabias que yo pensaba», admite la autora de Brujas. «Algunas es verdad que tenían conocimientos sobre plantas, pero no fueron perseguidas por eso, sino por encontrarse en el lugar equivocado en el peor momento. Las brujas en general eran personas que se cruzaban en el camino de los perseguidores de brujas. En el caso de las brujas de Salem o las de Zagarramurdi, ninguna de esas mujeres tenía un perfil determinado; simplemente se cruzaron en el camino de un perseguidor de brujas. Y yo también pensaba que habían tenido lugar aquelarres y que estos eran una celebración pagana cuyo principal reclamo eran las relaciones sexuales sin trabas y unos banquetes macabros -se decía que una de las cosas que se servía eran niños cocinados- en una época en la que se pasaba muchísima hambre. Pero no, nada de eso ocurrió realmente».

Las brujas sólo se entienden dentro de una mentalidad mágica que hoy resulta difícil de comprender. Pero en esa época, muchas personas estaban convencidas de la existencia de las brujas y de su capacidad para hacer daño. Cuando una cosecha se perdía, cuando un temporal llevaba un barco a pique o un niño moría, con frecuencia esa desgracia se atribuía a una bruja. «De hecho, la mayoría de las denuncias por brujería no surgió de las autoridades políticas o religiosas, sino de sus convecinas«, destaca Adela Muñoz Páez.

Sin embargo, las brujas siguen siendo perseguidas en países en los que pervive en parte esa mentalidad mágica. En países como México, Ecuador, Perú, Bolivia, India, Indonesia, Papúa Nueva Guinea y la inmensa mayoría de los del África subsahariana. En esos lugares han sido asesinadas por brujería en la segunda mitad del siglo XX más personas que en Europa en toda la Edad Moderna.

Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/2022/02/22/6214bffce4d4d868638b45c1.html

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