El enigmático David Benatar, de quien no se conoce ni su rostro, aborda las grandes cuestiones existenciales en ‘El dilema humano’ (Alianza). «No estoy feliz de haber nacido… Y creo que nadie debería estarlo», afirma
GONZALO SUÁREZ / PAPEL / EL MUNDO
David Benatar se conecta a la videollamada justo un minuto antes de la hora acordada. Saluda con educación exquisita, agradece el interés por su nuevo libro… pero se niega a encender la cámara de su ordenador. Ya había avisado de sus dos condiciones para conceder la entrevista: la primera, nada de preguntas sobre su vida privada; la otra, que su rostro no aparezca publicado bajo ningún concepto.
«Soy consciente de que mis ideas son heterodoxas y que ofenden a algunas personas», argumenta. «Si hablo de mi vida, muchos tienden a psicoanalizarme, a achacar mis ideas a traumas o trastornos mentales. Yo lo único que pretendo es que la gente evalúe la validez de mis argumentos sin tomar el atajo de criticarme a mí».
Desde luego, las ideas de Benatar no pueden calificarse de ortodoxas. En un mundo dominado por la psicología positiva y los bestsellers de autoayuda, el catedrático de Filosofía de la Universidad de Ciudad del Cabo argumenta justo lo contrario: que nuestra existencia carece de todo sentido, que la vida es una sucesión interminable de calamidades y que lo mejor que puede hacer la especie humana es asumirlo de una vez, dejar de reproducirse y alcanzar la autoextinción.
Por resumir: su tesis es una frase tan rotunda que encajaría en la camiseta de un adolescente emo: «La vida es horrible, pero la muerte es aún peor».
David Benatar, descrito por la revista New Yorker como «el filósofo más pesimista del mundo», se hizo popular hace unos años de forma imprevista. En 2006, había publicado Better never to have been(Oxford University Press), considerado la ‘biblia’ del antinatalismo. Una década después, sus ideas inspiraron el personaje de Rust Cohle, el impenitente nihilista que interpretó Matthew McConaughey en True Detective (2014). Y el profesor sudafricano se convirtió, a su pesar, en una estrella de culto de la filosofía existencialista.
Siete años después, publica en España la continuación -refinada y actualizada-, de aquel ensayo. En El dilema humano: Una guía sin adornos sobre los grandes interrogantes de la vida(Editorial Alianza), Benatar ofrece respuestas contundentes a los grandes interrogantes de la existencia humana: ¿Tiene sentido la vida? («No») ¿Merece la pena vivirla? («Depende») ¿Está justificado el suicidio? («En casos extremos») ¿Sería deseable la inmortalidad? («Podría ser peor que morir»)… Y así sucesivamente.
«La existencia es dura: tenemos que luchar, muchas veces sin éxito, para mantener a raya las múltiples adversidades de la vida diaria», resume. «Todo sería más sencillo si nuestra vida tuviera algún sentido, pero no es así: el universo fue indiferente a nuestra llegada y lo será a nuestra partida. La muerte puede aliviar el sufrimiento de algunos, pero no resuelve el problema central de que nuestra naturaleza carezca de cualquier propósito… En otras palabras, el gran problema es que la vida es mala, pero la muerte es peor».
El nuevo libro de Benatar se abre con una cita de los Cuatro cuartetos de T.S. Elliot: «El género humano no puede soportar demasiada realidad». Esa es, según él, la gran tara de la humanidad: su negativa a mirarse al espejo con honestidad. «Si afrontásemos la realidad tal y como es, en vez de como nos la imaginamos, nos comportaríamos de una forma muy distinta, dice. «Por ejemplo, nos lo pensaríamos dos veces antes de tener hijos».
Si Mao, Stalin o Pol Pot hubieran sido un poco más pesimistas, no habrían causado tantísima miseriaDAVID BENATAR
¿Por qué nos cuesta tanto afrontar estos dilemas si forman la base de la naturaleza humana?Por razones biológicas: la gente con un sesgo optimista evita estos pensamientos y, por tanto, tiende a tener más hijos. Gozan de una ventaja evolutiva, por así decirlo, frente a pesimistas como yo.También hay motivos culturales: en cualquier librería hay miles de manuales de autoayuda, pero no libros como el suyo que, básicamente, sostienen que la vida es una mierda. Lo que ocurre es que, por mucho que la gente trate de esquivarla, la realidad siempre acaba golpeándoles en la cara. El ser humano intuye de forma inconsciente que la vida es terrible y busca vías para soportarla. De eso vive toda la industria de la autoayuda: de proporcionar a la gente formas de negar la realidad. No debe sorprendernos que las respuestas pesimistas a las grandes cuestiones existenciales sean tan impopulares: a la gente no le gusta recibir malas noticias, especialmente sobre ellos mismos.Sin embargo, la práctica totalidad de los estudios científicos indican que la gente se considera bastante feliz. España, por ejemplo, alcanza un 6,5 de media en el informe más solvente, el que Gallup realiza cada año. Igual quien se equivoca es usted…En esos sondeos, la inmensa mayoría cree que la calidad de su propia vida es mejor que la media, algo que es aritméticamente imposible. Al contrario de lo que dice la gente, la calidad de la vida humana es francamente deplorable. Los psicólogos han demostrado que esos estudios se equivocan por atributos humanos fácilmente demostrables…Explíquemelos.Uno es el sesgo del optimismo: recordamos lo bueno y olvidamos lo malo que nos ha pasado. Lo mismo ocurre con nuestras predicciones: siempre pensamos que el futuro será mejor de lo que realmente es. Y, además, está la capacidad humana para adaptarse a situaciones francamente terribles…Pensadores como Steven Pinker sostienen que el mundo mejora año tras año. ¿No le debemos a las generaciones del futuro seguir progresando en vez de autoextinguirnos?El mundo es mucho más complicado de lo que sostiene Pinker. Sí, algunos indicadores están mejorando. Pero, ¿acaso la vida es mejor en Hong Kong, Afganistán o Turquía que hace unos años? La idea de que existe una especie de progreso imparable está absolutamente equivocada.Imaginemos que tiene razón y que los humanos nos autoengañamos. ¿Qué hay de malo en un mecanismo psicológico que nos ayuda a ser más felices?Si a la gente le ayuda, no tengo ningún problema. Pero el entusiasmo injustificado puede ser peligroso. Ya no hablo de la procreación, sino de que el optimismo está en la raíz de ideologías políticas peligrosas. Pienso en los regímenes comunistas que intentaron crear un estado utópico y causaron millones de muertos. Si Mao, Stalin o Pol Pot hubieran sido un poco más pesimistas, quizá no habrían causado tantísima miseria.
Los placeres más intensos duran poco, mientras que los dolores más atroces pueden ser permanentes
Antes de que Benatar culpe al optimismo de la pandemia -es perfectamente capaz- recopilemos lo poquísimo que se sabe de su biografía. Nacido en Sudáfrica en 1966, lidera desde hace años el Departamento de Filosofía de la Universidad de Ciudad del Cabo. Más allá de eso, la nada: no tiene redes sociales, no aparece en vídeos de YouTube y exige a sus alumnos que no le fotografíen durante sus clases.
Que se sepa, sólo un periodista le ha entrevistado en persona: Joshua Rothman, jefe de la sección de Ideas del New Yorker. En su artículo le describió como un hombre «pequeño, aseado y con cara de elfo» que se camuflaba «bajo una gorra de béisbol». «¡Es una persona fascinante!», recuerda Rothman por email. «Sus ideas atraen a un montón de gente. Pero no logré entablar una conversación íntima con él: me dejó claro que no respondería ninguna pregunta personal».
El sudafricano también dirige el departamento de Bioética de su universidad, fundado por su padre, Solomon Benatar, un reputado experto en política sanitaria global. De hecho, su manifiesto antinatalista, Better never to have been, se abre con una dedicatoria a sus progenitores: «A mis padres, a pesar de que me trajeron a este mundo».¿Está contento de haber nacido?¡Ya estamos con las preguntas personales!Sólo le pido que aplique sus ideas a su propia existencia…No, no estoy contento de haber nacido. Y creo que nadie debería estarlo.¿No tiene ningún momento feliz?No he dicho eso. La vida es como cuando ves una mala película en el cine: aunque te arrepientas de haber pagado la entrada, puede que haya una o dos escenas que no estén mal del todo.
Lo más curioso de todo es que, por lo poco que sabemos, la existencia de Benatar encaja con la definición convencional de «una buena vida»: nació en una familia acomodada, ejerce un trabajo interesante y sus libros se leen en medio mundo. Pero, sin entrar en detalles, niega la mayor: «Cuando profundizas en las vidas de la gente, ves que casi todo el mundo, por no decir el 100%, sufre enormes adversidades, por mucho que se empeñe en ocultarlas al resto de la gente e, incluso, a sí mismos».
Los optimistas, admite Benatar en su libro, dirán que su perspectiva es sesgada, que su pesimismo es irracional. Pero él insiste: «Los placeres más intensos duran poco, mientras que los dolores más atroces pueden ser permanentes. Un orgasmo pasa deprisa. El placer de una buena comida, como mucho, dura unas horas… El placer en general -no sólo el más sublime- suele durar menos que el dolor. De hecho, mientras que el dolor crónico está muy extendido, el placer crónico no existe».¿No es esa la gracia de la vida? ¿Que el placer sea algo que cuesta alcanzar?Si ofrezco cinco horas del placer más sublime a cambio de una hora del dolor más inimaginable, ¿alguien lo aceptaría? Lo dudo mucho.¿Qué propone, entonces? Si comparo la Tierra con Marte, donde no hay seres sintientes, no tengo dudas de qué planeta es mejor: allí no hay millones de animales y humanos sufriendo los dolores más atroces cada minuto.Quizá sea un planeta más pacífico, pero allí tampoco hay felicidad, ni amor, ni belleza… Cierto, pero como allí no vive nadie, nadie sufre su carencia. La ausencia de un beneficio sólo importa si se priva a alguien de disfrutarlo. Mientras, la presencia de un daño sí que importa si alguien lo sufre, como ocurre en la Tierra. Para mí es una asimetría clara que hace que Marte sea mejor.Dígame tres cosas buenas de la vida en la Tierra, por favor. Es cierto que existe el placer, aunque sea breve. También que hay gente que se las apaña de alguna forma para autoengañarse y creer que son felices. Y nuestra esperanza de vida es de 80 años, cuando antes era de 30 o 40… Aunque no estoy seguro de que eso sea tan bueno.¿Le compensa ser así de pesimista?Creo que sí: percibir la realidad tal y como es sí merece la pena. Por ejemplo, si te ofrecieran tener la capacidad cognitiva de un bebé para siempre, vivirías sin miedo a la muerte. ¿Aceptarías?No.Yo tampoco. Prefiero una dosis extra de realidad, aunque a cambio sufra una perturbación psicológica casi constante.¿Cuántas veces le han preguntado por qué, si tan mala le parece la vida, no se suicida?¡He perdido la cuenta! Y una pregunta tan simplista sólo demuestra que la gente no quiere tratar seriamente los asuntos que abordo en mi libro. Sí, creo que la sociedad debería ser más tolerante con quienes se quitan la vida. Pero suicidarse sólo me parece una opción legítima si tu calidad de vida es tan ínfima que te resulta intolerable. Ya te lo dije antes: la vida es horrible… pero la muerte es peor.
‘El dilema humano: Una guía sin adornos sobre los grandes interrogantes de la vida’, de David Benatar (Ed. Alianza), sale a la venta el 17 de febrero. Puedes comprarlo aquí
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/lideres/2022/02/14/620a7678fdddff352f8b4596.html