Los Periodistas

De las ‘flappers’ a los clubs de chicas: cuando la esvástica no tenía nada que ver con el nazismo | El Confidencial

En su vestido, una esvástica oscura contrastaba con el tono claro de la tela; en su sombrero, otra esvástica añadía fuerza visual. «Ah! Clara has the indian sign!», decía el titular

Foto: Wikimedia.

CARMEN MACÍAS / EL CONFIENCIAL

Era 1928 cuando la mítica actriz estadounidense Clara Bow posaba entre las páginas del ‘The New Yorker’ luciendo aquel peinado que había puesto de moda, el ‘bob cut’, y sumándose a otra moda del momento: en su vestido, una esvástica oscura contrastaba con el tono claro de la tela de la prenda; en su sombrero, otra esvástica añadía fuerza visual a la imagen. «Ah! Clara has the indian sign!», decía el titular. Clara, que en apenas siete años de carrera cinematográfica (y solo tres desde su primer papel principal) se había convertido en la actriz más popular del momento, en el arquetipo de chica ‘flapper’, en una inspiración para todas las chicas, fuera del cánon, de los límites impuestos por la masculinidad, se reveló y su hacer se tornó así simbólico.

¿Qué tenía que ver aquella chica icónica con el nazismo? Absolutamente nada. En la simbología de su presencia ante la sociedad, justo en el momento en el que la fama la mecía entre el deseo y el desgarro, cuando su nombre sonaba por todas partes, Clara solo hacía un papel más, el de modelo. Lo que llevara puesto se volvería tan famoso como ella, a lo famoso lo reafirmaría, porque Bow estaba atrapada por el escaparate de la sociedad de masas que se imponía. La esvástica era un simple detalle.

Mientras Bow reafirmaba la idea de modernidad con aquel símbolo, con su propia pose como símbolo de una era que sonaba nueva, distinta, mejor, el odio se estaba trazando por encima de todo, especialmente de todo lo que establecía y constataba márgenes, espacios de existencia dentro de la existencia misma. Al otro lado del resplandor de un nuevo siglo, el fascismo hablaba volviéndose eco.

La buena fortuna

Hubo una vez en que «svastika» significó «buena fortuna», «bienestar». En 1928 aún era este su significado. Aquella vez no fue una vez sino un origen, la aparición misma de un concepto que en la actualidad soporta todo el significado de la desgracia y la barbarie, como una especie de planta replantada en un suelo infértil. Las palabras dentro de otras palabras, un tachón, en las posibilidades mismas del lenguaje, los motivos se enroscan, adquirirlos es cuestión de profanarlos.

Durante sus excavaciones, el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann descubrió la cruz en forma de gancho en tierras de la antigua Troya, explica la web de la enciclopedia del ‘United States Holocaus Memorial Museum’. Lejos de allí, la esvástica ya existía: según un estudio publicado en 1933, apuntaba un artículo de ‘The New York Times del 2000, este símbolo emigró de la India a través de Persia y Asia Menor hasta Grecia, luego a Italia y luego a Alemania, probablemente en el primer milenio antes de cristo.

Entonces, el término utilizado para nombrar la unión de las cuatro letras gamma mayúsculas griegas (Γ) era «cruz de gammadion». Su trazo representaba el movimiento del sol, el tiempo mismo en su curso incesante. Así, hoy en día sigue siendo un símbolo sagrado en el hinduismo, el budismo, el jainismo y el odinismo. Lo fue también para el sentir colectivo de las comunidades nativas americanas. Un símbolo entre las poblaciones navajas, apaches, tohono o’odham y hopi.

Un giro de siglo, un giro del sol

«En adelante, a partir de esta fecha y para siempre, nuestras tribus renuncian al uso del emblema comúnmente conocido hoy como la esvástica o ‘fylfot’ en nuestras mantas, canastas, objetos de arte, pinturas de arena y ropa», escribieron dichos pueblos poco después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

De origen sánscrito, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la esvástica se comenzó a emplear mucho en Europa y el norte de América. Las sociedades occidentales la recuperaron con numerosos significados, pero el más común seguía siendo el más antiguo, el que llegó a ellas desde otras tierras: un amuleto para la buena suerte.

En su libro ‘La esvástica: ¿Símbolo más allá de la redención?’, el escritor de diseño gráfico estadounidense Steven Heller muestra cómo fue adoptado con entusiasmo en Occidente como motivo arquitectónico, en publicidad y diseño de productos. El giro de siglo fue, pues, representado con aquella idea del giro del sol.

Las mujeres de la esvástica

Cuando Clara Bow lució un look de esvásticas, las esvásticas ya estaban por todas partes, pero en todos los colores. La actriz Margaret Dale, de hecho, ya la había utilizado en forma de collar, y posó con ella en 1907.

Tras la Primera Guerra Mundial, el aparente marco de liberalismo social e intercambios culturales transatlánticos, así como la exportación de jazz estadounidense a la cultura europea convivían con las turbulencias políticas que el conflicto había dejado, aquellos restos de poder redimido que estaban planeando venganza.

En 1922, un equipo de hockey femenino formado en Columbia Británica decidió llamarse ‘The Fernie Swastikas’. En sus uniformes usaban el mismo símbolo que en las revistas y los periódicos lucían las llamadas ‘flappers’, mujeres «feministas y transgresoras, que salían juntas sin hombres, usaban faldas cortas, no llevaban corsé, lucían un corte de cabello especial (el popular ‘bob cut’) y escuchaban jazz. También usaban mucho maquillaje, bebían licores fuertes, fumaban en público, conducían, con frecuencia a mucha velocidad, y tenían otras conductas que se alejaban de la norma», señalan al respecto desde la revista ‘Agente Provocador’ de la editorial ‘La Felguera’.

Una moda y mucho más

Un año después de su formación, ‘The Fernie Swastikas’ ganaron la Copa Alpina en el campeonato femenino de hockey sobre hielo del Carnaval de Invierno de Banff. En aquel campeonato se juntaron tres equipos que se hacían llamar swastikas: las Edmonton Swastikas y las Windsor Swastikas.

En ‘Agente Provocador’ explican que «las chicas de la esvástica fueron una respuesta en clave femenina a otro equipo, masculino y célebre, fundado unos años antes, los canadienses ‘The Windsor Swastikas’, surgidos en 1905 y que en 1916 ya habían dejado de existir».

El ‘Girls Club’ de Filadelfia, creado en los primeros años de 1900 por el ‘Ladies Home Jornal’ para acercar a las niñas a becas, premios y obsequios de todo tipo con el que impulsar su presencia en la sociedad, publicó una revista llamada ‘The Swastika’, apuntan desde la web de ‘Vintage Kids Clubs Online Museum’, para la que utilizaron como logo una pequeña esvástica con un diamante en el centro.

Asimismo, los grupos de Boy Scouts de Gran Bretaña la introdujeron como parte de sus insignias, extendiéndola pronto entre los boy scouts de todo el mundo hasta 1940. Según Johnny Walker, el primer uso que hicieron de ella en este ámbito fue con la primera insignia de agradecimiento introducida en 1911.

Después de la Primera Guerra Mundial, varios movimientos fascistas tomaron este símbolo, asociándolo al pensamiento racista que consideraba lo «racialmente puro». Cuando los nazis tomaron el control de Alemania con estas ideas, las connotaciones de la esvástica cambiaron para siempre.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2022-01-23/flappers-clubs-chicas-esvastica-nada-ver-nazismo_3361104/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio