La periodista mexicana, exiliada en España desde 2019, lleva a las Naves del Español ‘La infamia’, que recrea el secuestro y las torturas que sufrió por denunciar una red de pederastia y pornografía infantil en su país.
HENRIQUE MARIÑO / PÚBLICO
La periodista Lydia Cacho (Ciudad de México, 1963) se vio forzada a exiliarse en España hace dos años para salvar su vida. En 2004, había denunciado en su libro Los demonios del Edén a una red de pederastia en la que estaban implicados altos cargos políticos de su país. La mafia, dirigida desde Cancún por un empresario hotelero, difundía pornografía infantil y explotaba sexualmente a niñas de entre cuatro y catorce años.
Cacho, quien ha ejercido de activista por los derechos humanos y fundado el Centro Integral de Atención a las Mujeres (CIAM), fue secuestrada, torturada y amenazada de muerte por policías. Una experiencia traumática que ahora lleva al teatro en La infamia, basada en el libro autobiográfico Memorias de una infamia, donde denuncia el riesgo que corren las periodistas mexicanas y la complicidad de las autoridades en una trama de corrupción y abusos.
«No fue duro verme sobre el escenario, pero sí muy emocionante. Es una buena manera de cerrar un ciclo que ha durado 16 años y de narrar la historia desde un lugar distinto al de la escritura y el periodismo puro», explica la experta en trata, quien ha adaptado su texto junto al director de la obra, José Martret, y asesorado a las actrices que se ponen en su piel, Marta Nieto y Marina Salas.
Lydia Cacho recuerda que, según la organización Article 19, más de la mitad de las agresiones contra periodistas mexicanos son perpetradas por funcionarios públicos (militares, policías, gobernadores…). «Una cifra muy difícil de comprender hasta que la ves en la carne de una mujer», afirma la autora de Los demonios del Edén, convencida de que en el maltrato que recibió estaba implícita la violencia de género.
«Ser mujer periodista es doblemente arriesgado porque hay una gran carga de violencia sexualizada, una forma de castigarnos por decir la verdad», asegura Cacho, cuya intención era mostrar «cómo funciona ese mecanismo machista dentro del sistema de venganza por parte de empresarios y autoridades estatales» en el país que no está en guerra donde es más peligroso ejercer su profesión, según su propia definición de México.
La infamia, coproducida por el Teatro Español y Producciones Come y Calla, recrea las torturas psicológicas y las agresiones físicas que sufre la protagonista para acallarla, al tiempo que refleja cómo la justicia, las autoridades y los potentados se confabulan para doblegar a la investigadora. «Era importante mostrar que esa complicidad construye un muro de impunidad donde cada personaje es un nudo de una larga red de vínculos».
Años después, Cacho reconoce que durante la investigación tuvo que recibir terapia porque no podía dormir. «La pornografía infantil es un horror y la pederastia, un mundo que no nos imaginamos hasta que lo vemos», explica la escritora, quien afirma que afrontó la dureza del caso porque para ella, como periodista que siempre ha luchado a favor de los derechos humanos, era una obligación.
Sin embargo, no pudo evitar la frustración y la impotencia que le provocó que una víctima se retractase por dinero y miedo para terminar defendiendo a un acusado. «El sentimiento de traición, de desesperación, de angustia y de soledad fue enorme, pero también aprendí que muchas regresan con sus captores porque la trata de niñas destruye su sentido de la realidad, de modo que alguna no logra salvarse», comenta.
La consuela, en cambio, que el líder de la red y los policías que la torturaron fuesen encarcelados, la misma suerte que corrió un gobernador. «Me dijeron que si testificaba en su contra me asesinarían y en 2019 mandaron unos sicarios a mi casa y, como no me encontraron, mataron a mis perritas». Fue entonces cuando, «para salvar la vida», se exilió en España, que a su juicio «también tiene un problema serio de pornografía infantil».
¿Por qué no llegaron a matarla? «Siempre me lo he preguntado. Tengo la culpa de la superviviente, porque muchos amigos y amigas periodistas fueron asesinados», confiesa. Ellos no se imaginaban ese destino, aunque Cacho había establecido un plan de seguridad en caso de secuestro. «Hasta llevaba un GPS en el cuerpo. Era muy consciente del riesgo y eso fue lo que me salvó: si me sucedía algo, tenía que saberse inmediatamente».
El rapto de Lydia Cacho saltó pronto a los medios y, tras vivir un infierno, fue liberada. Ahora lo cuenta en las Naves del Español (Madrid) por boca de una actriz, grabada en vídeo en tiempo real y cuyo rostro puede verse en una pantalla para trasladar su calvario al primer plano. «Mi padre dice que fue un milagro, pero yo creo que, por alguna razón, me tocaba seguir adelante».
Fuente: https://www.publico.es/culturas/lydia-cacho-espana-problema-serio-pornografia-infantil.html