Acusada de robamaridos, la exótica actriz y productora mexicana se enamoró hasta las trancas del dramaturgo Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, en un viaje de trabajo a Chile. Desde entonces, enfocó toda su vida profesional hacia la felicidad del guionista, con quien vivió 40 años y de quien fue fiel compañera hasta el día de su muerte, hace hoy siete años.
ÁLEX ANDER / VANITY FAIR
Roberto Gómez Bolaños derrochó siempre tanta creatividad que, siendo aún joven y dada su baja estatura, alguien le puso el apodo de Chespirito —la mexicanización de Shakespearecito—. El polifacético artista había estudiado Ingeniería Mecánica en la Universidad Autónoma de México (aunque nunca llegó a ejercer) y trabajaba entonces como creativo publicitario y guionista de películas. Pero su gran momento llegó a finales de los sesenta, cuando se metió al público en el bolsillo con una tertulia televisiva de humor (Los supergenios de la mesa cuadrada), escrita y producida por él, donde María Antonieta de las Nieves, Rubén Aguirre, Ramón Valdés y el propio comediante respondían de forma absurda e ingeniosa a preguntas formuladas por los telespectadores.
El éxito de aquel espacio dio origen a un programa más extenso, de sketches, titulado Chespirito. A partir de 1971 una de las escenas breves que lo integraba (El chavo del ocho) se convertiría en una serie independiente protagonizada por un niño huérfano que dormía en un barril, soñaba con un bocata de jamón y convivía con gente variopinta en una vecindad cualquiera de México. Cabe decir que el humor un tanto simplón de esta serie —una crítica al clasismo de la sociedad mexicana— conectó con los televidentes y que, de hecho, terminó emitiéndose en todo el continente.
Una de las vecinas de aquel pobre crío acostumbrado a sufrir humillaciones cotidianas en la ficción era la gruñona y prepotente Doña Florinda. La actriz encargada de darle vida a ese personaje, Florinda Meza, había debutado poco antes en la televisión haciendo monólogos y papeles pequeños en un programa diario. «Yo entré a finales de 1968 en La media naranja, que producía Eduardo Alatorre, el mismo productor de Chespirito en ese entonces. Cuando en 1970 hizo falta una actriz, Eduardo me recomendó. Después de dos participaciones, Roberto me dijo: ‘Te quedas. Eres muy buena actriz y amplías la variedad al grupo», comenta a Vanity Fair Meza, que en los últimos años ha dosificado sus apariciones públicas y hoy concede entrevistas con cuentagotas.
Aquella veinteañera provinciana de físico exótico no tardó en empezar a hacerle tilín a Gómez Bolaños, quien, durante un lustro, trataría de conquistarla con frases ingeniosas, poemas y montones de flores, aunque ella se resistía a caer en la tentación, consciente de que iniciar un romance con su jefe no parecía la mejor opción. Pero un día cualquiera de 1977, durante un viaje de trabajo en Chile, surgió el primer beso y se acabó encendiendo la chispa del amor entre ellos. «Después de un largo cortejo lleno de caballerosidad y atenciones, Roberto logró derribar mis barreras y se adueñó de mi alma por completo. Ese día, Roberto me estaba diciendo en confidencia que sentía un vacío y un deseo de besar a alguien. Fue entonces cuando, sin saber ni cómo, salió de mi boca: ‘Si quieres besar a alguien, ¿por qué no me besas a mí? Así se abrió la puerta que, a causa de mis principios, se había mantenido cerrada por cinco años», relata ahora la actriz desde su casa en Cancún.
En efecto, no hubo vuelta atrás para Meza, que puso como condición que ella fuese la única mujer en la vida del comediante (entonces un señor casado y con fama de mujeriego y picaflor). «Cuando un vaso está lleno, no le cabe nada más», le respondió él. Pero la actriz tuvo que hacer frente durante años al acoso de la prensa, los comentarios machistas y las críticas de todos aquellos que la tildaban de robamaridos. «La sociedad era muy conservadora, por llamarla de una sola manera, con una doble moral. Roberto podía andar con muchas y, por ser hombre, se le perdonaba, pero que eligiera solo a una parecía la peor afrenta. Como siempre, se culpaba a la mujer por ‘engatusarlo’, como si él no fuera un adulto y no pudiera tomar decisiones y ser responsable de las consecuencias».
Meza también fue acusada de ser una trepa, pero lo cierto es que vivió siempre de su trabajo y, según aclara ahora, el comediante nunca le compró una casa (como más de una vez se ha dicho públicamente). «Desde el inicio de nuestra relación, él llegó a vivir a mi pequeña casa, en la Colonia del Valle. Traía consigo lo puesto, una maleta llena de libros, lápices, hojas cuadriculadas y una máquina de escribir portátil. Todo lo que poseo lo tengo porque supe administrarme, ser emprendedora y visionaria. Gracias al programa Chespirito, todo el elenco ganó dinero suficiente para mantener a sus familias de forma más que holgada. Con mis ingresos, yo también mantuve a mi pequeña familia de dos hermanos menores e invertí con sabiduría y buen olfato financiero».
Todos los protagonistas de El chavo del ocho terminaron convertidos en iconos y la serie adquirió el estatus de referente de la cultura popular mexicana. Sin embargo, las rencillas entre algunos de los actores acabaron generando un mal ambiente laboral. Según la versión de María Antonieta de las Nieves, Meza fue tomando poco a poco las riendas de la dirección de la serie y empezó a mostrar una actitud prepotente que acabó crispando a los demás. «Llegó a lastimar a muchas personas del equipo, desde directores, camarógrafos, hasta directores de cámaras. Les gritaba que no eran nadie y que no sabían su trabajo. Era muy prepotente y Roberto no hacía nada porque estaba cegado por ella y entendía solo lo que ella decía», llegaría a comentar en una entrevista la actriz que encarnó a la Chilindrina.
Algunas de las estrellas de El chavo del ocho abandonaron la serie que las había convertido en celebridades. ¿Ocurrió eso por un desacuerdo económico o por envidias, celos y desavenencias?
Roberto era un jefe muy respetuoso. Cada uno de los que dejaron la serie lo hizo por ambiciones personales que Roberto nunca frenó. Él dejaba la puerta abierta para que, si después de probar suerte no les iba como esperaban, regresaran al programa. Varios así lo hicieron, y nunca hubo un pleito. Había egos, imagínate si no, pero Roberto era un gran líder y supo mantener la convivencia de ocho o diez actores durante 25 años, cosa que muchos matrimonios no logran. Claro que surgieron algunas diferencias o roces, pero jamás hubo un rompimiento como ahora quieren hacer creer algunos que así lo necesitan.
¿Por qué llegó a su fin El chavo del ocho?
El programa Chespirito estuvo desde 1970 hasta 1995. Justamente una semana antes de cumplir 25 años ininterrumpidos el programa fue sacado del aire de forma unilateral por parte de la empresa, que decidió eliminar toda la barra de comedia del canal 2. Le ofrecieron a Roberto pasar el programa a los sábados, pero él prefirió no aceptar. El programa había estado siempre los lunes de ocho a nueve de la noche en el canal 2 y justo en ese momento marcaba altos niveles de audiencia. Los anunciantes se disputaban ese horario, así que Roberto pensó que era mejor retirarse en la cúspide.
El entorno de Gómez Bolaños comenta que el comediante se enamoró hasta las trancas de Meza, quien, antes de conocerlo, ya era parte del show business. Hija de padres divorciados, la artista se crio con sus abuelos y tíos, lo que la hizo madurar muy rápido. «Crecí entre eruditos. Yo no jugaba al avión, solía jugar a brincar sobre los mapas que mis tíos colocaban en una mesa muy grande y, mientras lo hacía, debía decir el país y la capital, cuando apenas era una niña pequeña», apunta una mujer que estudió arte dramático y, siendo adolescente, realizó ya sus primeros pasos dentro del mundo del teatro clásico y experimental.
Como entonces era una joven esbelta y atractiva, Meza coqueteó también con el modelaje y rodó algunos anuncios de televisión. «Los comerciales solo eran una ayuda económica», cuenta ahora. «En teatro me pagaban 150 pesos [unos seis euros actuales] y en un comercial me podían llegar a pagar de 1.500 a 15.000 pesos [entre 60 y 600 euros], lo que en ese entonces era todo el oro de Mackenna. Yo mantenía a mis dos hermanos y por eso aceptaba esos trabajos. También fui secretaria de un reconocido médico español, el doctor Isaac Costero, que fue uno de mis grandes mentores».
Aquella experiencia le otorgó las tablas necesarias para montar otra obra, Once y doce, que permaneció siete años consecutivos en cartelera y luego salió de gira nacional e internacional. Durante los noventa la artista se animó a producir para Televisa telenovelas mexicanas como Milagro y magia (que ella misma protagonizó), La dueña (dirigida por el primogénito de Chespirito y protagonizada por la exprimera dama de México Angélica Rivera) y Alguna vez tendremos alas (a la que algunos llamaban con tono burlón Alguna vez tendremos rating). «Después de tantos años en la serie Chespirito, producir fue un paso más en mi carrera. Además de ser actriz, estudié con grandes maestros que me enseñaron sobre iluminación, vestuario, escenografía y guionismo. Comprenderás que tenía todos los elementos para poder ser productora», se jacta.
Pero el reinado de las telenovelas latinoamericanas llegaría a su fin poco tiempo después. «Los turcos aprendieron de nosotros a hacer telenovelas», responde cuando se le pregunta por el fenómeno mundial de la ficción turca. «Ellos tienen sus ingredientes particulares. Son muy intensos, muy románticos y dramáticos tanto en las historias como en los diálogos, la imagen y la música. El secreto está en que respetan el género del melodrama y le dan su toque nacional, que en el extranjero fascina por ser algo nuevo y diferente. Son otra cultura. Ahí puedes ver escenas muy eróticas sin un solo beso. No hay desnudos ni sexo, lo que echa por tierra las teorías de que eso es lo único que vende. Lo que vende es lo que está bien hecho. Así eran mis telenovelas y así es todo lo nuevo que ahora estoy escribiendo para diferentes formatos: algo bien hecho».
¿Por qué dejó de escribir y producir telenovelas para Televisa?
Cuando yo dejé de hacer tanto telenovelas como todo lo que abarcaba mi carrera fue porque me dediqué a cuidar de Roberto, que en ese momento empezó a tener problemas muy serios de ánimo (que luego desencadenaron sus problemas de salud). Nos mudamos a Cancún para que él tuviera una mejor calidad de vida. Tuve muchas propuestas para trabajar: una de ellas con la naciente Telemundo en Estados Unidos, otra con TV Azteca y otra en Argentina. Pero Roberto nunca quiso mudarse fuera del país, y, claro, yo nunca quise dejarlo. No me arrepiento, estuve con él hasta el último instante, cuidándolo y haciendo su vida feliz.
Con esto que me comenta acalla muchas críticas y rumores sobre la naturaleza de su relación amorosa.
Mi unión con Roberto fue por amor, por mi deseo de hacerlo feliz y de compartir juntos las cosas que tanto nos apasionaban. No hay nada ni nadie que pueda demostrar lo contrario . Fuimos una gran mancuerna, un binomio romántico y creativo único. Él fue mi gran mentor como escritora y gracias a eso me convertí en la única persona en quien Roberto confiaba para escribir libretos del programa […]. Por otra parte, yo traje a su vida el orden, la disciplina, la buena administración de su tiempo y de su dinero, el cuidado de su alimentación, de su salud y de su apariencia, el gusto por la música clásica y la ópera. En fin, nos complementamos y fuimos muy productivos. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Vivir con un genio no es nada fácil, pero para algo le da Dios a una la inteligencia. Si a eso le agregas mucho amor, todo fluye.
Según Meza, su marido cumplió siempre con sus obligaciones como padre, y en todo momento procuró que sus hijos la respetaran. «Desde el principio tuve muy claro a lo que me enfrentaba», confiesa. «Comprendí la situación de sus hijos. No esperaba que me quisieran, tan solo aspiraba a que me aceptaran y me respetaran como la mujer que su padre eligió. Mi intención era que Roberto fuera feliz y para eso tenía que haber armonía y civilidad. Al menos mientras Roberto vivió creo que se logró mi pretensión en un ochenta por ciento. Incluso diría que llegamos a tener momentos muy felices, pero prefiero guardar en mi memoria el recuerdo de esos buenos tiempos».
El comediante y ella vivieron felices en concubinato durante casi 30 años, aunque llegó un momento en el que decidieron casarse y Gómez Bolaños, que aún no se había divorciado de su anterior mujer, arregló los papeles y le dio el “sí, quiero” a la actriz en noviembre de 2004. Con el tiempo, el mexicano empezó a sufrir los típicos achaques de la vejez y, a finales de noviembre de 2014, murió en la casa que compartía con Meza a causa de diversas complicaciones respiratorias (su propia mujer comentaría luego que el comediante sufría un Parkinson tardío que aceleró su deterioro).
La muerte de Gómez Bolaños les supuso un duro revés a sus seis hijos —fruto de su primer matrimonio con la también fallecida Graciela Fernández—, pero también fue un mazazo personal para Meza. Aunque los medios no dieron tregua y llegaron a publicar que la lucha por la herencia de Chespirito había derivado en una guerra. Sus hijos prefirieron dar la callada por respuesta, pero su viuda acabó saliendo al paso de las habladurías. «Me dejó un pequeño porcentaje de las regalías de Grupo Chespirito, dividido a partes iguales entre sus hijas y yo. El otro porcentaje, no tan pequeño, es para su hijo varón. Las ganancias se determinan anualmente después de gastos, sueldos, reinversiones en el mismo negocio, pago de impuestos, etc. Me imagino que, por eso, lo que quedó para repartir fue muy poco […]. El testamento especifica que yo soy la persona que debe velar por todo lo que se haga en su nombre, para que ello nunca traicione los valores que él tanto expresó en todo lo que hacía», aclararía Meza en un programa de televisión chileno.
¿Se hicieron ricos con Chespirito?
Ganamos bien. Como Roberto siempre decía: «Tengo más de lo que algún día imaginé, pero muchísimo menos de lo que la gente cree». Las ganancias millonarias las recibió Televisa. Ellos eran los dueños de la cancha y del balón. Roberto siempre jugó bajo esas reglas, que tal vez eran leoninas, aunque en esa época no se podía concebir otra cosa. El monopolio era absoluto en México. Cuando Roberto tuvo una oferta para emigrar a Estados Unidos como un creativo estelar, declinó la propuesta por lealtad y, más que nada, por amor a sus hijos, a quienes no quería dejar de ver. Cuando los brasileños le ofrecieron millones de dólares por su propiedad literaria, nuevamente la fidelidad a Televisa fue más fuerte que la posibilidad de tomar el camino de la riqueza. Roberto era un hombre de fuertes convicciones y principios.
Un desacuerdo económico entre Televisa y el hijo mayor de Gómez Bolaños llevó a que, el pasado año, El chavo del ocho dejara de emitirse en todo el mundo. ¿Cómo vivió usted aquello?
No estoy ni estuve de acuerdo. Nunca me consultaron, lo que es contrario a lo que estableció el testamento. Cuando sacaron los programas del aire me enteré por la prensa, como cualquier hijo de vecino, y hasta medio año después no tuve conocimiento de cómo el hijo de Roberto no había aceptado lo que Televisa ofrecía. Además, legalmente también hubieran tenido que avisarme, porque colaboré como escritora de la serie y tengo derechos de autor personales que están involucrados en esa decisión. Fue además un momento muy desafortunado porque, en plena pandemia, decidieron retirar los programas y privar al público de ese sano entretenimiento. Cuando Roberto murió, yo me sumí en un duelo tremendo. Pero, desde que interrumpieron las transmisiones, me llené de valor para dar la batalla para que se respete la voluntad de Roberto y luchar a favor del público, de los buenos que siempre nos han seguido y que son los principales afectados por este asunto tan penoso.
¿Se identifica usted con la etiqueta de mujer fría y racional?
En lo profesional, cuando te conviertes en productora en un mundo de hombres, sobre todo con algo tan grande y variado como una telenovela al estilo mexicano, con tantos capítulos, tienes que ser una persona fuerte y fría para sacar un producto con la calidad que tenían las que yo hice (que se vendieron en el primer mundo como no se había vendido ninguna telenovela, a costos muy altos, y fueron un éxito). La única manera de lograrlo es tener un absoluto control. Necesitas tener todos los hilos en tus manos, y eso es una condición para hacer bien ese trabajo tan conspicuo. Si no, que se lo pregunten a Guillermo del Toro, a Alfonso Cuarón o a empresarios como Carlos Slim o Amancio Ortega. Aun cuando tengas en cada puesto a la persona indicada y sepas delegar, el control lo lleva el líder.
También la han tildado a menudo de señora controladora y manipuladora capaz de manejar a su marido a su antojo.
Roberto era un comediógrafo renombrado, y era 20 años mayor que yo. Cuando lo conocí, yo estaba en mis tempranos veintes. Él ya era un hombre experimentado, con mucho mundo y largo camino andado. A quienes dicen que lo manipulaba, les pregunto: “¿Quién tendría más posibilidades de manipular a quién?». Además, él era un genio, con una inteligencia privilegiada y, para rematar, era mi jefe y yo lo admiraba. Me han colgado la etiqueta de villana aquellos que son mis enemigos. Pregúntales a mis amigos o a los que me conocen y te darán otra versión. Además, si los que hablan mal de mí supieran lo que yo pienso de ellos, aún hablarían peor. Pero hay un hecho incontrovertible: Roberto y yo duramos más de 40 años juntos, nos amábamos, fuimos felices y él murió, literalmente, en mis brazos.
La mexicana hace hincapié en que existen «declaraciones públicas de Roberto diciendo cuánto me amaba y me agradecía todo lo bueno que traje para su vida». Todo lo demás, explica, «son fantasías y ataques de personas que, lamentablemente, se sintieron lastimadas por nuestra felicidad. ¿Qué puedo hacer yo ahí? La inseguridad no tiene vacuna».
Jaleos aparte, a sus 72 años, Meza no parece tener intención de jubilarse. A principios del pasado año participó en La hija del regimiento, una ópera cómica representada en el mexicano Palacio de Bellas Artes para celebrar los 15 años del debut del tenor mexicano Javier Camarena, y hoy centra buena parte de sus esfuerzos en retomar su faceta de productora teatral. Tanto es así, que aún continúa buscando inversionistas para poder producir Queen Mother, un musical sobre la vida de la progenitora de Charles Chaplin que Gómez Bolaños soñaba con poder llevar a Broadway.
«Nosotros seguimos haciendo el trabajo creativo y de preproducción por Zoom, pero ahora tenemos que esperar a que todo se recupere para volver con el mayor ímpetu y lograr que esta producción llegue a los escenarios», apostilla la de Zacatecas. «En octubre de 2014 Roberto pudo ver en vídeo las funciones del workshop que trabajamos en Nueva York. Estaba feliz y satisfecho, y murió con la idea de que la obra que él escribió y yo adapté a musical, al fin, había llegado a Broadway. Estaba orgulloso de mí y yo siento que tengo un compromiso con su memoria y legado que debo cumplir: una marquesina en Broadway donde se lea ‘Queen Mother, creación de Florinda Meza y Roberto Gómez Bolaños».
Fuente: https://www.revistavanityfair.es/articulos/florinda-meza-roberto-gomez-bolanos-chavo-del-ocho-chespirito-entrevista