El alcalde de Bimenes llama «basura» a los reporteros y sostiene que «quien está en contra de la oficialidad está en contra de Asturias». Un vecino, académico de la RAE: «La oficialidad es imposible y perjudicará a las clases humildes». Un ganadero: «Mira los vascos… Nosotros queremos lo mismo»
LEYRE IGLESIAS / FOTOS CARLOS GARCÍA POZOS / CRÓNICA / EL MUNDO
«Mira, lo pone en asturiano, polideportivu. Si fuera en castellano sería con o». La llovizna («Aquí decimos orbayu») empieza a empapar cuando Jairo Ordiales, secretario de organización del PSOE local, de 37 años, señala con pedagogía y orgullo la fachada del edificio.
Es Bimenes, pequeño concejo comandado por el único alcalde asturianista y el rincón del Principado donde el bable ya es oficial, al menos sobre el papel. Lo es, por declaración solemne del Ayuntamiento, desde 1997. Entonces lo promovió un alcalde de IU y el PSOE local lo apoyó. Pero es ahora cuando, con el giro emprendido por la Federación Socialista afín a Pedro Sánchez tras la salida del histórico Javier Fernández, los defensores de la oficialidad de la «llingua» esperan poder ver su sueño cumplido en toda la región.
En la diferencia entre la o y la u del polideportivo municipal se resume una batalla que en el Parlamento asturiano sitúa en un lado al PSOE, Podemos e IU; enfrente a PP, Cs y Vox; y en la duda a Foro Asturias, el partido fundado por Francisco Álvarez Cascos (ahora expulsado de sus filas) y que puede otorgar el voto decisivo para una reforma del Estatuto de Autonomía que incorpore la cooficialidad.
Mientras los sondeos dibujan a una sociedad polarizada (el 53% estaría a favor del cambio legal) y no existe consenso sobre las cifras de hablantes del bable (son el 62% de los asturianos, según una encuesta del Euskobarómetro de 2017) ni tan siquiera sobre su denominación (los puristas consideran ahora que llamarlo «bable» es despectivo e indigno), el presidente autonómico, el socialista Adrián Barbón, promete una «oficialidad amable» y «sin imposiciones». Pero los juristas de mayor prestigio recelan de ese plan difuso que muchos entienden como una puerta abierta al nacionalismo y que, a pesar del pretendido tono positivo, está topándose ya con una serie de contradicciones.
Una de esas contradicciones late en Bimenes.
EL FOLKLORE
En la superficie de este concejo de 1.700 habitantes, a media hora en coche de Oviedo y de Gijón, no se aprecia problema alguno. La mayoría de los vecinos se expresa sin conflicto aparente en una mezcla inteligible entre español y palabras en bable. La mayoría de los consultados apuesta por preservar, de forma muy ligada al folklore, la tradición de sus abuelos (aquí sí lo hablaban, no como en gran parte de Asturias).
Así lo defienden Cándido Díaz Vigil, de 86 años, que fue edil del PP y dirigía un lagar de sidra, o Alberto Ordóñez, de 33, que compatibiliza su trabajo en una empresa de fontanería con sus entrenamientos como campeón de rally de Asturias. «La oficialidad no hace mal a nadie: el asturiano es la tradición de esta zona. No creo que vaya a ser obligatorio, tampoco en la escuela», opina el deportista.
Aunque sobre la cooficialidad fluyen también otros argumentos como el que plantea Rubén Arboleya, de 28 años, mientras dirige a sus diez vacas por la calle principal de la parroquia de San Julián hacia el campo. El joven trabaja en una empresa de laminado de maderas y se ha hecho ganadero «para mantener la tradición». «Aquí el 99% estamos a favor porque ¿quién va a defender lo nuestro si no? Mira los vascos y las empresas que tienen. Si fuésemos la mitad de constantes que ellos con la lengua, los valores, la cultura y la defensa de lo nuestro… Nosotros queremos lo mismo».
En el tranquilo y gris Bimenes, sin embargo, la radicalidad exhibida en repetidas ocasiones por el alcalde, Aitor García Corte, sumada a la petición de los vecinos contrarios a la oficialidad de no figurar en este reportaje con ningún dato que permita identificarlos por «miedo» a ser señalados o perder sus negocios, es quizá el síntoma de algo más profundo y menos afable. «Aquí hay gente que no está a favor de la oficialidad, pero ninguno le hablará abiertamente», advierte uno de ellos. «Es gente sencilla que no ve lo que va a traer todo esto. Las exigencias que vendrán para funcionarios y en las escuelas aislarán aún más a Asturias».
Bimenes es un pueblo sin minas pero con mineros jubilados. De las compensaciones económicas para su retiro se alimentaron muchas familias. Ese mundo extinguido ha dejado en el concejo una sociología electoral históricamente a la izquierda y estampas como la estatua de un minero y la figura sonora de Roberto, que a sus 86 años camina apoyado en su bastón y en sus «madreñes» (zuecos), que ya «naide» lleva pese a que son «más calientes que la chiruca y que todo». «Bajaba a la mina a 700 metros de profundidad; 32 años trabayé.Empecé el 24 de enero de 1951 y retiréme el 1 de octubre de 1984. Yera un trabajo duru». Él enfermó «por culpa del polvo». «La felicidad ya va marchando, el tiempo pasa…», ríe.
A los habitantes de este concejo enclavado en la Comarca de la Sidra los llaman yerbatus. El origen del gentilicio se atribuye a que «se decía que los habitantes de Bimenes llevaban hierba para las mulas que se empleaban en las minas», explica Orfelina Suárez. La mujer, de 58 años, regenta una tienda de muebles y preside la Asociación Folclórica y Cultural Los Yerbatos. «El folklore, la música… todo viene de la mano de la llingua. No es política, es nuestra cultura», dice en asturiano mientras se dirige a una clase de pandereta en la que junto a otras cuatro mujeres y un profesor de percusión tradicional ensayará villancicos. «La Virxe y Xan Joxé / dibin pa una romeria / la Virxe taba cansá / y andar ya nun podía», cantan.
LA DECLARACIÓN ILEGAL DE 1997
Bimenes echó a andar como símbolo el 5 de julio de 1997. Entonces fue el alcalde de IU Joaquín García Gutiérrez quien impulsó la declaración municipal de oficialidad, «a pesar de que sea ilegal», según reconoció. El pueblo lo celebró con una misa, pasacalles, bailes… El PSOE local votó a favor, apunta Jairo Ordiales: «Fuimos el primer concejo que declaró la oficialidad en Asturias. Se cambiaron los carteles del ayuntamiento a una versión bilingüe». Una decena de municipios los emuló.
Sin embargo, la Delegación del Gobierno de José María Aznar solicitó al Tribunal Superior de Justicia de Asturias que anulara el texto y éste le dio la razón: la declaración invadía una competencia autonómica.
Por un tiempo la cosa quedó ahí. Hasta que casi dos décadas después algo cambió. Un joven concejal del decadente Partíu Asturianista (PAS) había tomado el mando del concejo. Se llamaba Aitor García. Criado entre Bimenes y Gijón -donde, según ha contado, le marginaban por hablar en bable-, trabajaba de repartidor y tocaba la gaita antes de meterse en política. Fue un año después de lograr la alcaldía, en 2016, cuando lideró la apuesta renovada por «la oficialidá de la llingua asturiana». Con el respaldo del PSOE y apoyándose «en la Declaración Universal de los Derechos Humanos», el pleno volvió a aprobar la oficialidad anulada, y por unanimidad.
Más tarde llegó una ordenanza municipal. De nuevo, de carácter más bien simbólico, pues apenas difiere de lo que ya reconoce la Ley de Uso y Promoción del Asturiano, impulsada por el PP en 1998 desde el Gobierno regional a cambio del apoyo presupuestario del Partíu Asturianista. La norma autonómica, vigente hoy, regula que los ciudadanos pueden dirigirse a la administración en bable.
También en lo que respecta a la escuela, en Bimenes ocurre como en todo el Principado: los niños reciben ya una clase optativa de asturiano. Aunque en el concejo el año que viene la idea es que las tres clases semanales vayan a más, según cuenta el socialista Ordiales, quien niega con la cabeza cuando se le pregunta si oficialidad significará nacionalismo: «El PSOE apoya la España plurinacional y federal, no tiene que haber ningún conflicto».
EL ALCALDE ASTURIANISTA
El jueves Crónica llamó a la puerta del alcalde para recabar su opinión. En actitud verbalmente violenta, el regidor asturianista echó de las dependencias municipales a la periodista y al fotógrafo cuando apenas habían podido presentarse. Nadie del consistorio hablaría con EL MUNDO, les anunció. Después hizo correr por Facebook un mensaje llamando a sus convecinos a tener «cuidado» ante su presencia en Bimenes, calificando al diario de «basura» y acusándolo de alimentar una «guerra» en torno al «asturianu».
«Atención! Y en castellano para que me entiendan», precisaba. «Les he invitado muy amablemente a abandonar el ayuntamiento». El mensaje concluía con el emoticono de una peineta. En las horas siguientes, tres vecinos llamaron a la centralita del periódico para expresar su disconformidad.
«El que ta escontra la oficialidá ta escontra d’Asturies», ha dicho el polémico alcalde, que atesora todo un historial de insultos por internet. En Bimenes, donde en 2019 revalidó su cargo con mayoría absoluta, suele expresar su desprecio por la bandera de España. Ese año se enfrentó a Vox en los tribunales tras ser acusado de retirar la enseña del ayuntamiento; él alegó que había sido robada y el caso se archivó.
García, de 41 años, mantiene una buena relación con Adrián Barbón, ex alcalde del cercano municipio de Laviana. El socialista ha acudido varias veces a la Fiesta de la Oficialidad que organiza Bimenes en conmemoración de la gesta de 1997. En la de hace dos años alertó: «La primera reflexión que tenemos que hacer es que hay que salvar el asturiano de su desaparición».
El empresario hotelero José Felgueres, diputado del PP en la Junta General del Principado, conoce bien la zona porque fue alcalde de Villaviciosa, a 30 kilómetros. Habla en el bar Vigil, en el centro de Bimenes, que ya no tiene ningún edil popular.«La «oficialidad amable» es la gran mentira de Barbón. La gente entiende que va a estar basada en la voluntariedad, pero se confunde y se disfraza de amable algo que no lo es. No explican los efectos legales: ¿el que venga de médico a Asturias tendrá que saber asturiano?».
UN ILUSTRE ACADÉMICO
Salvador Gutiérrez Ordóñez nació en Bimenes en 1948 y es miembro de número de la Real Academia Española. Responde desde su cátedra de Lingüística General en la Universidad de León. Para él es un asunto delicado.
-¿Es partidario de la cooficialidad del asturiano?
-No.
-¿Por qué?
-En primer lugar, porque es imposible. La declaración de oficialidad implica que han de ser escritos en asturiano todos los documentos oficiales relativos al derecho, a la ciencia, al urbanismo, a la arquitectura, a la industria, a la climatología, al espacio, al deporte, a la medicina, a la literatura, a la religión… ¿Pero cómo, si no tiene léxico terminológico para ello? En segundo lugar, porque no tenemos un conocimiento estadístico sobre la situación real del bable después de tantos años de promoción educativa.
-¿Y el coste económico?
-Tampoco las autoridades aportan a los asturianos un dato tan relevante como este. El ciudadano tiene el derecho a conocer los gastos que tendrá que sufragar con sus impuestos. Se oye por lo bajo que el coste sobrepasará los 70 millones de euros al año. Ante gasto de tal magnitud, uno se acuerda de la pregunta de Josep Pla cuando quedó asombrado por la enorme cantidad de luces de Nueva York: «Y esto, ¿quién lo paga?».
-Dice que no deben mezclarse sueños con razón…
-Las autoridades del Principado no nos ofrecen datos objetivos de la situación del bable. La impresión es que en la zona central de Asturias, en la que se condensa mayor población, se habla mayoritariamente un castellano trufado con algunos rasgos fónicos y gramaticales prototípicos, junto con algunas voces locales. El grado de comprensión para un castellanohablante es prácticamente total. Desde luego, muchísimo mayor que el que experimenta ante una conversación entre andaluces.
-Se define como socialista. ¿Cómo cree que puede afectar la cooficialidad a las clases más humildes?
-Si la enseñanza se impartiera exclusiva o mayoritariamente en un bable oficializado (forzosamente artificial), los jóvenes de los pueblos, de los barrios, los hijos de inmigrantes… no alcanzarían en castellano las destrezas lingüísticas necesarias para progresar y no verse profesionalmente confinados a nuestra comunidad. Las clases más humildes, las que más apoyan la oficialidad, serán las más perjudicadas.
Fuente: https://www.elmundo.es/cronica/2021/11/20/6197be3821efa065478b45ee.html