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El ‘abogado del diablo’ que desmonta la leyenda negra española: «En México no había una nación con conciencia indígena por mucho que su presidente se empeñe» | Papel

Ni expolio, ni genocidio ni esclavismo: el mexicano Fernando Cervantes, profesor de la Universidad de Bristol, rompe la versión oficial de la Conquista en su nuevo libro, que llega a nuestro país tras grandes críticas en Reino Unido. Y, por supuesto, niega que España deba pedir perdón a su país natal

Hernán Cortés se encuentra con Moctezuma rodeado de guerreros aztecas.

IRENE HDEZ. VELASCO / PAPEL / EL MUNDO

Si hubiera que poner una fecha sería la de 1581, casi 90 años después de la llegada de Cristóbal Colón a América.

Ese año Guillermo de Orange, quien ya entonces se había convertido en el principal cabecilla de la rebelión en Flandes contra la corona española, publicó su famosa Apología. Una diatriba en la que, tratando de recabar apoyos para su causa, arremetía contra todo lo español y, en concreto, contra Carlos V y Felipe II, a los que acusaba de todos los vicios y maldades: desde la hipocresía y el adulterio hasta el incesto y el asesinato de su esposa e hijo. Y, por supuesto, hacía un relato pormenorizado y condenatorio de las atrocidades cometidas por los conquistadores en el Nuevo Mundo, apoyándose en gran medida en la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, escrita en 1552 por Bartolomé de las Casas.

Justo ahí comienza el obstinado relato que, desde entonces y hasta ahora, considera la conquista de América como la crónica de una crueldad al servicio del puro fanatismo político y religioso de España. La imprenta se encargó de propagarlo y nuestro país, con su falta de respuesta, de consolidarlo.

Las repercusiones llegan hasta hoy. Ahí está Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, exigiendo a España que pida perdón «por la salvaje matanza perpetrada durante el período de la Conquista española contra los pueblos originario». O Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, hablando del «genocidio de 300 años» cometido por España en Hispanoamérica…

La pregunta es: ¿fue la conquista del Nuevo Mundo realmente tan atroz y sanguinaria como la pintan, fue un exterminio en toda regla? ¿O es una imagen distorsionada fruto de la leyenda negra?

Para el mexicano Fernando Cervantes, especializado en la Historia intelectual y religiosa de España y la América española de la Edad Moderna, no hay duda: esa interpretación es claramente un mito, una burda caricatura.

El también profesor de estudios de la Edad Moderna en la Universidad de Bristol ha dedicado su último libro, un ensayo de más de 500 páginas, a tratar de desmontar esa convención, convertida hoy en opinión mayoritaria. Se titula Conquistadores. Una historia diferente (editorial Turner) y a fe que es diferente: aunque no niega las atrocidades y barbaridades cometidas por los españoles durante la conquista del Nuevo Mundo, que las hubo, subraya que «no se debe disociar del potente espíritu de reforma humanista y religiosa que caracterizó a la España de la Baja Edad Media. Ese era un mundo que no veía contradicciones en el intento de establecer formas de gobernanza nobles y al mismo tiempo desvergonzadamente lucrativas».

El libro fue publicado hace un año en Gran Bretaña con muy buenas críticas en grandes medios como el Financial Times, en The Times… «El abogado del diablo: un historiador mexicano defiende a los conquistadores», se titulaba por ejemplo la reseña que la revista semanal británica The Spectator le dedicó nada más publicarse.

Justo en esas fechas estaba previsto que el libro se publicara en EEUU, pero el movimiento Black Lives Matter y sus ataques a personajes históricos acusados de racismo (incluidos los conquistadores) hicieron que la editorial norteamericana se arrugara y retrasara su publicación hasta hace unos meses, pero las críticas que está cosechado allí han sido igualmente buenas.

El libro de Fernando Cervantes traza -basándose en diarios, cartas, crónicas, biografías, historias, epopeyas, encomios y tratados elaborados tanto por los conquistadores y sus defensores como por sus detractores- una historia distinta, podría decirse que diametralmente opuesta, sobre cómo fue la relación de los españoles con la población indígena del Nuevo Mundo.

Para empezar, el historiador mexicano la emprende contra la muy extendida e idílica imagen de un pacífico pueblo indígena que se vio arrollado y aniquilado por la violencia de los españoles. «No, no había una nación indígena con una conciencia indígena, por mucho que el presidente López Obrador se empeñe en ello», explica. «Existía un mosaico de pueblos indígenas que hablaban diferentes idiomas, que tenían diferentes culturas y que estaban peleados entre ellos».

De hecho, Cervantes no duda en afirmar que los indígenas participaron en un número aplastante en las masacres que se produjeron en la conquista de México y en la conquista del Perú. Y qué decir de Guatemala: «Todo el mundo piensa que Pedro de Alvarado conquistó Guatemala. Él la empezó, sí, pero la de Guatemala fue una conquista casi cien por cien indígena, con líderes indígenas», sentencia.

Por no hablar de las plagas y enfermedades que, según Cervantes, provocaron muchísimas más muertes que la violencia de los conquistadores y que no duda en señalar como la principal causa de la despoblación de América. «Los españoles de hecho estaban muy preocupados, porque no querían acabar con los indios: los necesitaban como mano de obra, como vasallos, etc..», afirma el historiador.

Cervantes también arremete contra las denuncias lanzadas contra los conquistadores por Bartolomé de las Casas, primer protector de los indios de la Historia y autor de Brevísima relación de la destrucción de las Indias e Historia de Las Indias, obras en las que describía con escalofriante detalle las monstruosidades cometidas por los conquistadores contra los indígenas y el rastro de sangre que dejaron a su paso por todo el continente. Argumenta Cervantes que rara vez Bartolomé de las Casas menciona nombres concretos al hablar de las atrocidades. Los españoles son «lobos rabiosos», «tigres y leones crudelísimos de muchos días hambrientos» que mataban a «mansos corderos», pero esos animales no tienen nombres y apellidos. Y cuando los da, como en el caso de Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, su única crítica es que es alguien que nunca entendió a los indios.

Y no sólo eso. El autor de Conquistadores añade que los relatos de Bartolomé de las Casas están repletos de exageraciones. «Cuando dice que de los dos millones de habitantes que tenía el Caribe a la llegada de Colón apenas quedaban 15.000, está claro que es una exageración», sostiene. «Nadie sabe cuántos habitantes tenía el Caribe cuando desembarcó Colón, pero los cálculos más aceptados consideran que como máximo habría 300.000 personas, y para cuando Las Casas hizo sus denuncias, no menos de 80.000. Por supuesto que fue una tragedia, eso nadie lo niega. Pero las cifras de De las Casas son muy exageradas».

El estilo de la época, explica el profesor de Bristol, era en sí mismo exagerado, como se revela en las narraciones por ejemplo de los cruzados. Y a eso se añade el interés de De las Casas de presionar con sus escritos a la corona española para mejorar la situación de los indígenas y abolir la encomienda, un sistema por el cual se daba a los conquistadores un grupo de indígenas para que trabajarán para ellos, recibiendo a cambio protección, educación y evangelización.

Otro mito que derrumba Cervantes: el de la esclavitud. Los indígenas del Nuevo Mundo nunca fueron esclavizados por los conquistadores. «El dominio de esas tierras fue atribuido a la corona española, así que los indígenas eran por definición vasallos y no podían ser esclavizados. Hacerlo era jurídicamente un crimen», explica. Existía esclavitud en el Nuevo Mundo, sí, pero con esclavos que procedían de regiones que no estaban bajo el dominio de la corona.

Y otra convención que el historiador hace pedazos: los españoles no impusieron el cristianismo con la fuerza de la espada. «No hubo bautizos por la fuerza, todo el mundo era consciente de que era contraproducente convertir por la fuerza. Además, ¿dónde estaban los recursos para imponer el cristianismo a poblaciones como la de México, con 20 millones de habitantes, cuando los españoles eran 1.000 escasos y 12 frailes? Fue un proceso muchísimo más interesante y gradual, donde realmente se respetaba todo lo que existía si no iba completamente en contra de los postulados del Evangelio, como el sacrificio humano, el canibalismo y la poligamia. E incluso ahí los frailes fueron muy prudentes».

Y no, Cervantes desmiente también que los españoles expoliaron América. Hasta bien entrado el siglo XVIII, la mayoría de la riqueza se quedó en América. Aunque sí admite excepciones, como el brutal saqueo que Pizarro llevó a cabo en Perú, donde fundió los tesoros de los incas para mandar lingotes de oro a España, algo que escandalizó a Carlos V… aunque le complació desde el punto de vista económico. «Pero hay que desenmascarar la persistente pero radicalmente equivocada idea de que las colonias españolas fueron explotadas por una monarquía española opresora hasta que éstas lograron liberarse de sus grilletes en las guerras de insurgencia».

El historiador concluye que fue un logro extraordinario que el sistema de gobierno no unitario que los españoles llevaron al Nuevo Mundo sobreviviera durante tres siglos sin ningún ejército permanente y sin rebeliones importantes. Algo que se consiguió porque se respetaron los privilegios y los fueros de los reinos (jamás los llamaron colonias) establecidos en América.

Y, para terminar, Cervantes niega que se pueda hacer responsable de todos los males que afligen a la América Latina actual al legado de los conquistadores, como sostiene la historiografía nacionalista del siglo XIX. «Las condiciones actuales se derivan de las reformas liberales implementadas en el siglo XIX por los Gobiernos republicanos que abolieron las medidas legislativas promulgadas por los conquistadores y sus sucesores, y que dejaron a las comunidades indígenas totalmente indefensas frente a especuladores cuyo único criterio era el dinero».

Dicho lo cual, no es de sorprender que Cervantes considere que no es de recibo exigir que España pida perdón por la conquista de América.

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2021/11/14/618ea6d4fc6c83083e8b459c.html

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