Por Fernando Manzanilla Prieto
Para nadie es un secreto que las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y China están en su peor momento en décadas. Entre la guerra comercial desatada por el trumpismo y las tensiones derivadas de la pandemia, unas 70 mil empresas chinas decidieron sacar sus capitales de Estados Unidos y replantear su estrategia de inversión en la región. Y aquí es donde México pasa a jugar un papel preponderante, por varias razones.
Primero, por nuestra ubicación geográfica. Nuestra cercanía con el mercado más grande del mundo ha sido y sigue siendo, una ventaja competitiva. Ventaja que, en esta coyuntura previa a la post pandemia, adquiere una relevancia estratégica en el reacomodo geopolítico de los grandes jugadores económicos globales.
Segundo, por el tema del tratado comercial, el T-MEC, que México tiene con Estados Unidos y Canadá. De acuerdo con diversos analistas, en los próximos años muchas de las inversiones chinas que salieron de Estados Unidos se asentarán en México, no solo para mantener su comercio con Norteamérica, sino también para aprovechar nuestro mercado nacional y nuestro liderazgo regional.
Y tercero, por la importancia estratégica de la iniciativa china conocida como la “Franja y la Ruta” (BRI, por sus siglas en inglés), originalmente pensada para Europa y Asia, pero que desde 2013 se ha ampliado a toda América Latina.
Recordemos que dicha iniciativa —que rescata la herencia milenaria de la “ruta de la seda”— tiene como objetivo formar un conjunto de enlaces marítimos y ferroviarios que, a la fecha, incluyen a 136 países y 30 organizaciones internacionales que se han beneficiado de un total de 90 mil millones de dólares en inversiones provenientes de China, así como intercambios comerciales con el país asiático por 6 billones de dólares. Esta iniciativa, considerada por China como el proyecto del siglo, forma parte de la estrategia de expansión industrial y de consolidación de la economía de exportación del país asiático.
Si bien es cierto que México siempre ha ocupado un lugar preponderante para China, la nueva visión del gobierno mexicano y la pandemia, han venido a acelerar los procesos y las nuevas definiciones. Además, factores como el conflicto comercial con Estados Unidos, el debilitamiento de Venezuela, que ha sido uno de los principales socios de China en la región, y el desinterés del gobierno de Bolsonaro por expandir la inversión china en Brasil, han obligado al sector privado manufacturero chino a reconsiderar el destino de sus inversiones, mostrando un alto interés en México. Prueba de lo anterior es que, en tan solo dos años, nuestro país se convirtió en el segundo destino más importante de las inversiones chinas en América Latina, después de Brasil.
Es claro que el objetivo de estas empresas es aprovechar los beneficios del T-MEC, principalmente en los sectores automotriz, energético y de telecomunicaciones, volviéndose el proveedor líder del mercado norteamericano vía México. Y también es muy claro que, en el marco del proceso de recuperación económica post pandémico, México se ha convertido en un destino estratégico derivado de nuestro amplio espectro de tratados comerciales con las regiones y mercados más dinámicos del mundo.
En febrero del próximo año, celebraremos el 50 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y México, justo en un momento en que, tal y como lo ha expresado recientemente el embajador Zhu Qingqiao, “la relación bilateral se encuentra en una etapa histórica crucial de desarrollo y transición”. No olvidemos que China es la segunda economía mundial, la segunda potencia comercial y el primer exportador del planeta. Ambas naciones debemos aprovechar esta coyuntura para convertirnos en aliados estratégicos en la región. De esta forma, tendremos la gran oportunidad de consolidar nuestra recuperación económica fungiendo como el mejor puente comercial entre el gigante asiático y nuestros socios comerciales norteamericanos.