Navegando entre Donald y el Dragón Asiático
José Ojeda Bustamante
Iniciando con una mirada a la coyuntura social y política que atraviesa nuestro país a nivel local, pero también internacional como a continuación lo refiero. Decía Marx en su libro 18 Brumario que “La historia ocurría dos veces: la primera como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa».
Y es precisamente esto lo que algunos analistas vieron en el evento del pasado 24 de Julio en el Palacio de Chapultepec, a propósito del 238 aniversario del natalicio de Simón Bolívar y de la reunión de los trabajos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la cual preside temporalmente el Gobierno mexicano y que integra a 33 países de la región americana.
Una tentación del presidente Andrés Manuel López Obrador por emular la política exterior impulsada en su momento por el expresidente y ya casi centenario Luis Echeverría Álvarez. ¿Estará jugando AMLO a la diplomacia tercemundista que hizo famoso y criticado por partida doble a su colega? ¿O hay una ventana de oportunidad en materia de política exterior que el presidente ha visto y busca capitalizar? ¿Ambas quizás? Analicémoslo desde las Antípodas.
Ciertamente, en no pocos diplomáticos de nuestro vecino país del norte, el posicionamiento del presidente habrá levantado varias cejas en señal de extrañamiento. En el argot popular mexicano tan dado a dichos y refranes pareciera haber sido un “te lo digo Juan, para que lo escuches Pedro”, o un te lo digo Almagro, para que los escuches Joe.
Y es que Obrador, utilizando la figura de Simón Bolívar como pretexto, realizó un agudo diagnóstico en torno al tablero geopolítico internacional y la importancia de una América fuerte, integrada económicamente, pero soberana. Ya no más un simple patio trasero de Estados Unidos.
En primer lugar, AMLO resaltó la conveniencia que para Estados Unidos esto tiene.
Fue claro al señalar el ascenso a nivel mundial de China como la potencia hegemónica predominante y el paulatino pero continuo declive de Estados Unidos como Imperio hegemónico. Todo esto con la tensa calma o las fricciones económicas, culturales e incluso militares que se pueden desencadenar entre dos naciones que buscan la supremacía.
Y es que todos los análisis coinciden en que, dentro de 20 años, China tendrá el dominio del 65 por ciento del mercado mundial y Estados Unidos apenas tendrá el 10 por ciento. Es claro, el presente y el futuro de la humanidad está en Oriente, pero México junto con todos los países miembros de la CELAC, está anclado geográfica y económicamente a Occidente. En concreto a Estados Unidos.
En segundo lugar, el presidente dejó ver entre líneas que México ha de liderar esta integración con América del Norte. En este sentido no es ajeno a lo que ha sostenido en otros momentos cuando ha resaltado el profundo impacto de la cultura mexicana en Estados Unidos con los más de 36 millones de habitantes mexicanos radicando allá. Es decir, cerca del 10 % de la población estadounidense. Cifra que, por cierto, algunos analistas ven como subregistrada con el objetivo de evitar mayores implicaciones políticas y demográficas.
De ser el caso y solo por hacer el ejercicio, la potencia demográfica mexicana no sería de 130 millones de mexicanos, sino sumando a los que radican en Estados Unidos, la cifra se elevaría a cerca de 166 millones de mexicanos. Cifra que nos convertiría en la octava nación más poblada del mundo, por encima incluso de Rusia. Somos pues, una nación transterritorial. Una nación que, desde hace rato, crece hacia afuera.
Ya lo ha dicho el famoso profesor conservador de Harvard Samuel Huntington quien menciona que la cultura estadounidense está siendo absorbida por la mexicana y que ello implica un peligro para la identidad estadounidense. Algo ya de sí nada extraño si consideramos que México, junto con Mesopotamia, Egipto, India, China y la Zona Andina son las civilizaciones consideradas “madre” en el mundo y de las cuales han abrevado y se han enriquecido todas las demás culturas y pueblos.
Finalmente, la postura establecida por AMLO frente los miembros de la CELAC, refleja una posición que no deja indiferente el manejo interno que el país está teniendo respecto a la Pandemia, pero también la diplomacia solidaria en materia de salud y distribución de vacunas que está realizando hacia el exterior. Así lo fue la postura sostenida ante la ONU respecto a la distribución de las vacunas para los países más desfavorecidos.
De la mano también con lo anterior y no por ser un buen samaritano, México está interesado en la integración económica; toda vez que se estima un 6.3% de crecimiento de su producto interno bruto (PIB) para 2021 y mejores perspectivas de las exportaciones, el consumo y la inversión. El escenario mundial demanda y esto lo sabe el presidente, acelerar la integración económica a través de todas las herramientas disponibles, incluida la Diplomacia.
Por si fuera poco, el presidente conoce de ese péndulo entre izquierda y derecha en que han oscilado los gobiernos latinoamericanos en los últimos años, y que con los recientes resultados electorales logrados en Perú y que se avecinan probablemente en Brasil y Chile, oscilará nuevamente hacia la izquierda. Con las consabidas agendas de combate a la corrupción y a favor de la justicia social, las cuales el presidente Andrés Manuel, conoce y quiere capitalizar aún más en México para convertirse en un referente a nivel Latinoamérica.
Como lo hemos mencionado en otras ocasiones. El presidente suele ser atinado en su diagnóstico, incluido ahora el internacional. La pregunta es, ¿la implementación o las soluciones serán las adecuadas? ¿Estamos ante un relanzamiento de la diplomacia mexicana? ¿Una recargada Doctrina Estrada? ¿Una diplomacia virtuosa como el agave?
@ojedapepe