El 9 de julio de 1966, ‘Strangers in the Night’ alcanzaba el número 1 de la lista de éxitos Billboard. A pesar de haberla calificado como la peor canción que había escuchado nunca, el cantante italoamericano la interpretó durante años para agradar a su público y mantener su alto nivel de vida. Esta es la crónica de una relación mal avenida, pero necesaria, entre un astro y un clásico
EDUARDO BRAVO / ICON / EL PAÍS
En 1960, Frank Sinatra fundó Reprise, su propio sello discográfico. Después de casi dos décadas dedicado al mundo del espectáculo, La Voz se dio cuenta de que solo así tendría un verdadero control sobre su carrera artística. Gracias a Reprise, Sinatra podía elegir sus músicos, sus arreglistas, trabajar ajeno a fenómenos como el rock and roll, el auge de los cantantes folk, como Bob Dylan, la beatlemanía, y, lo que es más importante, decidir su repertorio.
No obstante, y a pesar de esa independencia, en 1966 Sinatra tomó una decisión un tanto incomprensible que le afectaría el resto de su carrera. En lugar de seguir su instinto artístico, se decantó por el criterio empresarial y grabó Strangers in the Night, un elepé que tuvo magníficos resultados económicos, pero del que no quedó demasiado convencido. ¿La razón? Precisamente la canción que daba título al trabajo.
El tema había sido compuesto por el director alemán de orquesta Bert Kaempfert, quien rescató un fragmento instrumental que había utilizado previamente en la banda sonora de Espías en acción, película protagonizada por James Garner y Melina Mercury. De hecho, en un primer momento se pensó en la artista griega para interpretar la canción. Sin embargo, Mercury la rechazó con el argumento de que la tonalidad era más apropiada para una voz masculina. De ese modo, y con una nueva letra en inglés escrita por Charles Singleton y Eddie Snyder, fue a parar a manos de Sinatra.
“No quiero cantar esto. Es una mierda”. Fue, según varias biografías, la respuesta que Sinatra le dio a su ayudante Irving Weiss cuando le propuso interpretar Strangers in the Night. A pesar de esa mala opinión y de su casi omnipotente capacidad de decisión, cuando en Reprise tuvieron noticia de que la canción también se le había ofrecido al cantante Jack Jones, convencieron a Sinatra de la necesidad de grabarla antes que cualquier otro. El objetivo era, simplemente, ser los primeros. Lo que nadie esperaba, empezando por el propio Sinatra, era que la canción se iba a convertir en un éxito mundial.
Publicada en mayo de 1966, el 9 de julio Strangers in the Night llegó al número uno de la lista de éxitos Billboard, la más influyente del mundo. Repitió ese mismo puesto en la lista inglesa de sencillos más vendidos y obtuvo también muy buenos resultados en otros rankings europeos. Por si no fuera suficiente, en la edición de los Grammy de ese año, la canción y el álbum salieron vencedores en las categorías de mejor interpretación masculina pop, mejor disco del año, mejor arreglo musical para interpretación vocal y mejor grabación.
La acogida fue tan buena que, a partir de entonces, además de clásicos como Night and day, I’ve Got You Under My Skin, Witchcraft o Just One Of Those Things, en los conciertos de Sinatra sonaba, muy a pesar del artista, Strangers in the Night. “Hay una canción que no soporto. Simplemente no la soporto, pero qué diablos”, confesaba Sinatra en un concierto celebrado en Jerusalén en noviembre de 1975 refiriéndose a ella. No era la primera vez que despotricaba contra Strangers in the Night desde el escenario ni sería la última. Según relatan Anthony Summers y Robbyn Swan en Sinatra: the life, el artista habría llegado a decir en una ocasión sin percatarse que el micrófono estaba abierto: “Esta es la puta peor canción que he escuchado en mi vida” o, dirigiéndose directamente al público: “Si os gusta esta canción, entonces os debe de chiflar el yogur de piña”. En todo caso, nada como cuando, en mitad de una actuación en Las Vegas, llegó a decirle al director de la orquesta: “Si te atreves a tocar esa canción de nuevo, te meto el arco del violín allí donde no luce el sol”.
Por si no fuera suficiente tortura, la periodista Kitty Kelley relata en His way. The unauthorized biography of Frank Sinatra que Strangers in the Night fue una de las canciones que sonaron por el hilo musical del Hotel Sands de Las Vegas cuando, el 19 de julio de 1966, Frank Sinatra contrajo matrimonio con Mia Farrow. Un hecho que para los más fabuladores podría haber sido una premonición sobre el aciago futuro de la pareja.
Tropecé de nuevo con la misma piedra
Aunque pueda tratarse de uno de los casos más llamativos, Sinatra no es el único artista que odió alguno de sus grandes éxitos. Madonna, por ejemplo, no soporta Like a Virgin, REM aborrece Shiny Happy People y Robert Plant acabó harto de Stairway to Heaven. Tampoco es un fenómeno únicamente anglosajón: a Loquillo nunca le gustó la versión más popular de Quiero un camión —por eso la volvió a grabar con un nuevo arreglo en 2015—, Amaral prefiere no tocar en directo Tarde de domingo rara y Radio Futura reniega de Enamorado de la moda juvenil.
En todo caso y a pesar de la ojeriza que le tenía Sinatra, Strangers in the Night nunca dejó de estar en el repertorio del artista. Como él mismo reconocía, la canción le había ayudado a mantenerse “alejado de la pizza”. En otras palabras, le había permitido disfrutar de una vida rodeada de lujos y comodidades, entre las que se contaban un helicóptero y avión privados, apartamentos, mansiones, manjares y excesos.
Tanto es así que Sinatra no tuvo problema en repetir una experiencia semejante tres años más tarde y sacrificar de nuevo su criterio artístico en beneficio de su fortuna, la cual llegó a rondar los doscientos millones de dólares (casi ciento setenta millones de euros). Sucedió con My Way, otro de sus grandes éxitos aunque, en su descargo hay que reconocer que, en un primer momento, esa canción sí que le gustaba.
Escrita originalmente por el francés Claude François, Paul Anka adquirió posteriormente los derechos para el mercado anglosajón y compuso una nueva letra. Aunque no tenía nada que ver con la original, encajaba perfectamente en la personalidad de Sinatra, que quedó complacido tanto por su partitura, como por esa imagen de hombre despreocupado y libre que dibujaban sus estrofas.
Aunque tan solo alcanzó el puesto 29 en las listas de pop, My Way se convirtió en el single más vendido de su carrera y en un éxito internacional incontestable. Además de por Sinatra, fue grabada por Elvis, Nina Simone, Aretha Franklin, Raphael, Sid Vicious y todas las orquestas habidas y por haber. Desde la de Frank Pourcel a la Fausto Papetti, sin olvidar la de Miguel Ramos y su órgano Hammond. En consecuencia, hacia finales de los setenta, a Sinatra el tema comenzó a atragantársele.
Aunque en algunos conciertos hacía lo posible por no interpretar My Way, el público se la demandaba y no le dejaba abandonar el escenario hasta que la acababa cantando, aunque fuera como bis. Un trance al que el artista se enfrentaba con la misma sinceridad que demostraba con Strangers in the Night. “Odio esta canción, ¡si la cantarais durante ocho años vosotros también la odiaríais!”, declaró en una actuación en el Caesar’s Palace en 1978. Un sentimiento que el artista volvió a compartir un año más tarde en Los Ángeles: “Y por supuesto, ha llegado el momento tortuoso, no para vosotros, sino para mí”. A pesar de lo cual, la cantaba. Eso es un artista.
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Fuente: https://elpais.com/icon/cultura/2021-07-09/no-soporto-esta-cancion-frank-sinatra-y-el-clasico-que-odiaba-pero-estaba-obligado-a-cantar.html