La cantante y actriz vuelve a Mérida convertida en la fiera Cleopatra de Shakespeare. «El feminismo viene de lejos, no de unas enloquecidas radicales como dicen ahora», afirma
DVID VIGARIO / Mérida / EL MUNDO
A sus 70 años, Ana Belén regresa al Festival de Teatro Clásico de Mérida de la mano de su director teatral fetiche, José Carlos Plaza, con Antonio y Cleopatra. A la actriz le brillan los ojos de emoción antes de pisar de nuevo la histórica arena emeritense aunque, en una hora de conversación, no sólo habla de teatro: también de feminismo: «Me unen tantas cosas con esa tierra, está tan ligada a mi vida, tantos amigos, que no quiero renunciar a mis afectos, a mi cariño y a mi admiración por ella».
PREGUNTA: ¿Qué supone para usted regresar a Mérida?
RESPUESTA: Cuando llegas aquí, sales a las calles y te comentan que han escuchado los ensayos hasta muy tarde, te preguntan cómo te has levantado tan temprano para ir a la farmacia… Eso te da la idea de cómo sienten el festival. Se puede diseñar un certamen con grandes obras y figuras, pero si los ciudadanos no están implicados, no tiene peso.
P: Ahora, sin embargo, nos encontramos en una especie de dictadura de lo instantáneo, de lo efímero… ¿Ha llegado esa tendencia también al teatro?
R: Nos hemos malacostumbrado a la rapidez, a lo quiero ya y ahora, cortito y digerido, que no se tenga que pensar mucho. Si tengo que mandar un mensaje a alguien, no me preocupo por escribirlo bien porque ya me entenderá. Lo respeto, pero nos hace falta tiempo para muchas cosas. Incluso los jovencitos que se están formando lo necesitan para madurar y llegar a razonamientos por sí solos. Puedes hacer una obra reducida de Shakespeare con sólo dos personajes… pero no es lo mismo y menos con William Shakesperare.
P: ¿Volver al escenario después de la pandemia representa un reto aún mayor?
R: La gente ha encontrado cobijo en el teatro. Muchos se han dado cuenta de que la cultura ha servido para mucho en esos terribles momentos de confinamiento. Hubo compañeros que regalaron sus composiciones porque las circunstancias lo requerían; se ha estado ahí. Y me parece que esto nos tiene que hacer reflexionar: la cultura no es que sea necesaria, es que es como el aire, no podemos dejar de respirar.
P: Usted siempre ha reconocido que es una actriz con muchas dudas…
R: No soy nada segura, ni como actriz ni como cantante. Tengo miles de dudas y me peleo muchísimo conmigo misma. Me tengo que convencer cada día y me digo a mí misma «tú puedes». Pero si esta profesión fuera fácil no tendría gracia.
P: La historia del poder, de la sensualidad, del dominio en la pareja, del amor… Todo se recoge en el texto de ‘Antonio y Cleopatra’. Parece la vida misma cuatro siglos después de haberse escrito.
R: Es que son las pasiones humanas. Por eso seguimos representando aquí en Mérida esas grandes tragedias. Porque nos siguen hablando.
P: La relación que se establece entre Cleopatra y Antonio nos traslada a una lucha de poder tremenda entre mujer y hombre. No sé si, con los avances que ha habido, y en otro contexto, se podía dar hoy en día esa relación, con todos los problemas que sigue padeciendo la mujer.
R: No necesito a Cleopatra para reivindicar el papel de la mujer. Cuando yo empezaba, existía dentro de la profesión una libertad que no había fuera. Mis padres, trabajadores de clase baja, no la tenían. Mi madre era una niña de la guerra y cuando me fui a la primera gira me dijo: «Tú ya ganas un sueldo, no dejes que nadie te invite, págatelo tú». Lo que quiero decir es que el feminismo viene de lejos, no de unas enloquecidas radicales como dicen algunos… Mi madre no sería feminista, porque no sabría ni lo que era, pero iba marcando el camino como otras muchas, poco a poco. Y en el momento en que esté país estalló y deshizo las costuras, hubo mujeres que empezaron a luchar muchísimo. Soy feminista porque estoy convencida de que hombres y mujeres tienen la misma capacidad y tenemos derecho a las mismas oportunidades. Y a meter la pata al igual que los hombres…
P: ¿Ha visto episodios de machismo dentro de su profesión?
R: En aquella época había un ambiente muy machista. Lo sigue habiendo, pero cada vez menos. Sí recuerdo microcosmos, como en mi calle de Madrid, en el centro, en mi piso de cuatro plantas, donde una vecina recibía unas palizas impresionantes de su marido. Y recuerdo las conversaciones de mi madre y sus vecinas comentando cómo le había dejado los ojos de la paliza porque había llegado bebido… Pero ni se les pasaba por la cabeza que se podía denunciar, ni aporrear la puerta para que este ser monstruoso dejara de pegarle. Se ha ido avanzando, pero… ¿cómo puede haber tantas muertes como las que llevamos este año? O lo del asesinato de Samuel…¡Qué barbaridad! Es un problema de raíz educacional, de que siempre hemos estado gobernados por hombres. Por eso los pasos atrás que pretenden algunos no hay que consentirlos.
P: ¿Hay más censura ahora que antes o hay más autocensura?
R: Sin duda hay autocensura, porque estamos en eso de lo políticamente correcto. Hay tantos trabajos que hecho en cine, canciones, música, letras… que hoy harían que todo el mundo se sintiera ‘o-fen-di-di-to’… ¡Pero qué piel más fina se tiene ahora!
P: Usted vivió la Transición en primera línea. ¿Cómo hemos podido llegar hoy a tal nivel de polarización?
R: Este país llegó a tener una democracia porque se pudo llegar a acuerdos. ¿Cómo se llega a acuerdos? Pues porque unos y otros renuncian a algo. En la Transición había tantos deseos de convertirnos en un país mínimamente serio que no había otra. Así que negociar significa eso: renunciar. Lo sentimos, para eso eres político…
P: No ayudará tampoco que no haya líderes como los de entonces…
R: Mira el mundo, ¿hay líderes a la altura de los grandes que hubo en su momento? En general, todo se ha vulgarizado, abaratado. Creo que el siglo XX, con todas sus sombras y sus tragedias, pasará a la historia como un siglo muy importante porque ha dado a gente muy importante. Este siglo XXI no lo estamos empezando de una manera precisamente apasionante.
P: ¿Qué opina de los populismos?
R: Sabemos cómo funciona el populismo: es hilar fácil, es apelar a los sentimientos sin más, sin razonamiento, ahí cabe todo.
P: Ese microcosmos, esa pequeñez, ese egoísmo que nos invade, ¿no lo representa el independentismo más que nadie?
R: Yo cuando escucho palabras tan importantes como «la unidad de España»… siempre digo que es mejor hablar de la unidad de los españoles. Es tanto lo que nos une que por qué vamos a renunciar. Todas esas cosas tan grandes, tan rimbombantes como la bandera, la unidad de España… Me parecen bien para quien las quiera, pero a mí siempre me importa más lo cercano, ese otro que me encuentro por la calle y que no lo veo como diferente, ni como alguien raro.
P: Lo peor también es la fractura social entre las propias familias en Cataluña…
R: No tengo la varita mágica, pero si no se habla, no hay ninguna posibilidad de arreglo. Pasó en la Transición: si hubiéramos esperado a que nos llamara el otro, no hubiéramos llegado hasta aquí. Alguien tendrá que decir: «vamos allá y vamos a ver qué ocurre». La ruptura sería una pena, una lástima, por un lado y por otro. A mí me unen tantas cosas con Cataluña, tengo ligadas tantas cosas a mi vida y tantos amigos allí que no quiero renunciar a eso, a mis afectos… Es tan complicado todo… Los políticos lo tienen complicado, sí, es verdad.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/teatro/2021/07/07/60e4971afc6c833a0f8b4581.html