En su primera entrevista televisiva desde el debate, el presidente de EE. UU. intentó tranquilizar a sus partidarios, pero pasó gran parte de la conversación resistiéndose a las preguntas sobre sus capacidades.
Shane Goldmacher / The New York Times
Le restó importancia. Lo negó. Lo desestimó.
La primera entrevista televisiva del presidente Joe Biden desde su floja actuación en el debate de la semana pasada se anunciaba como una oportunidad para tranquilizar al pueblo estadounidense en horario de máxima audiencia y asegurarle que aún tiene lo necesario para postularse, ganar y ocupar el cargo más alto de la nación.
Pero Biden, con voz claramente carrasposa, pasó gran parte de los 22 minutos resistiéndose a una serie de preguntas que le había planteado George Stephanopoulos, de ABC News, sobre su aptitud, sobre la aplicación de un examen cognitivo y sobre su posición en las encuestas.
El viernes, el presidente no tuvo dificultades para cerrar sus ideas como en el debate. Pero tampoco era el senador de su juventud que hablaba con suavidad, ni siquiera el mismo estadista mayor al que el partido le confió hace cuatro años la misión de derrotar al expresidente Donald Trump.
Fue una entrevista de alto riesgo con un presidente de 81 años cuyo propio partido está dudando cada vez más de él, pero que no sonaba como un hombre con dudas sobre sí mismo.
A continuación, cuatro conclusiones:
Biden minimiza el debate como un error puntual
La entrevista fue la aparición sin guion más larga de Biden en público desde su vacilante actuación en el debate. El retraso había desconcertado a sus aliados en el Capitolio y fuera de él acerca de las razones que tenían al presidente en actos a puerta cerrada —o valiéndose de apuntadores— durante tanto tiempo.
Los ocho días de retraso dieron tiempo para que algunos miembros del Congreso le pidieran que diera un paso al costado y los donantes exigieran al partido que se considerara la posibilidad de cambiar de candidato. También ha aumentado el escrutinio de cada palabra pronunciada por Biden.
En todo momento, Biden se mostró a la defensiva, argumentando que su desempeño en el pasado debería ser prueba suficiente sobre su capacidad en el futuro.
“Fue un mal episodio”, dijo el presidente. “No hay indicios de ninguna afección grave”.
Biden achacó el bajo desempeño al agotamiento, pero también a estar tan enfermo antes del debate que sus médicos le hicieron pruebas de detección de la covid-19. Pero a lo que no accedió fue a ningún tipo de examen neurológico.
“Mira, me hago un test cognitivo todos los días. Todos los días me someto a esa prueba”, dijo Biden, sugiriendo que el trabajo de la presidencia era su propio tipo de prueba. Se negó repetidas veces a someterse a un examen independiente.
El reto de Biden es que hay poco que pueda decir en una sola entrevista para resolver las consecuencias de una actuación trastabillante que decenas de millones de estadounidenses vieron en directo.
Biden lo hizo mejor que en el debate. ¿Será suficiente?
Algunas de las respuestas de Biden no fueron convincentes ni coherentes.
Al principio de la entrevista, hizo una pausa de varios segundos después de que Stephanopoulos le preguntó qué había salido mal una semana antes.
“Todo lo que preparé no fue culpa de nadie. Nadie más que yo tiene la culpa”, dijo finalmente Biden. “Yo, eh, preparé lo que normalmente haría, sentado como estuve, verificando con líderes extranjeros o el Consejo de Seguridad Nacional algunos detalles explícitos. Y me di cuenta más o menos a mitad de camino de que, ya sabes, The New York Times me tenía 10 puntos por debajo antes del debate, 9 ahora o lo que sea. El hecho es que lo que vi es que él también mintió 28 veces. No pude, quiero decir, la forma en que se desarrolló el debate, no —fue culpa mía, no de nadie más—, no fue culpa de nadie más”.
La respuesta fue serpenteante y viciada, aunque no fuera como sus peores momentos en el debate de Atlanta. Pero no fue para nada un mensaje de tranquilidad nítido y conciso para los miembros de su partido que sufren al imaginar cómo sería un segundo debate con Trump en septiembre.
Biden expuso algunos argumentos contra Trump y a su favor.
Pero sobre la pregunta central —su actuación en el debate y lo que proyectaba sobre el futuro— Biden no tuvo mucho más que decir, aparte de un breve comentario de que Trump “seguía gritando” incluso después de que le hubieran apagado el micrófono y que había dejado que eso le distrajera.
“Simplemente tuve una mala noche”, fue la única explicación que dio Biden. “No sé por qué”.
La entrevista fue solo la primera, y no será la última, de las pruebas que enfrenta
La realidad que algunos de los aliados del presidente han llegado a aceptar es que casi todas las entrevistas, apariciones públicas o declaraciones de Biden en el futuro inmediato van a estar bajo un nuevo y duro foco de atención.
Aproximadamente tres cuartas partes de los votantes consideran que Biden es demasiado mayor para ser un presidente eficaz, según una encuesta realizada tras el debate por The New York Times y Siena College.
Biden, sin embargo, cree en su propia historia de hombre que se enfrenta a la adversidad: “el chico estadounidense que cae y se levanta”, le llamó el gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, en un evento de recaudación de fondos dos días después del debate.
Biden y las personas cercanas a él todavía recuerdan con cierto resentimiento cómo ganó la nominación presidencial de 2020 tras meses de ser minimizado.
“Mire, recuerdo que me decían lo mismo en 2020”, dijo, citando a sus críticos. “‘No puedo ganar. Las encuestas dicen que no puedo ganar’”.
Hace cuatro años, el Partido Demócrata apoyó a Biden con notable rapidez cuando parecía ser el candidato más fuerte para enfrentarse a Trump. Pero las encuestas de hoy pintan un panorama más turbio en esa cuestión crítica.
Lo que quedó claro es que Biden ya está pensando en sí mismo en el panteón de presidentes anteriores. Citó la opinión de un grupo no identificado de economistas y expertos en política exterior para emitir este halagador juicio:
“Si me detuviese ahora, pasaría a la historia como un presidente bastante exitoso”.
Biden no va a ningún lado sin la intervención del ‘Señor todopoderoso’
Biden puso el listón muy alto en cuanto a lo que haría falta para que saliera de la contienda.
“Si el Señor todopoderoso baja y me lo dice, puede que lo haga”, dijo.
Biden rechazó repetidamente las encuestas que Stephanopoulos mencionó para mostrar la debilidad de Biden, incluyendo un índice de aprobación del 36 por ciento. “Eso no es lo que dicen nuestras encuestas”, espetó Biden. Dijo que “todos los encuestadores” con los que habla le dicen que la carrera es un “cara o cruz”.
No fueron las palabras de un hombre dispuesto a abandonar el escenario.
Como Biden dijo antes en un mitin en Madison, Wisconsin, “están intentando sacarme de la contienda. Permítanme decirlo tan claramente como pueda: me quedo en la contienda”.
Cuando Stephanopoulos le preguntó por el descontento que está surgiendo entre los funcionarios demócratas electos, Biden desestimó la cuestión. “Lo he visto en la prensa”, dijo.
Quizá la respuesta más reveladora llegó cuando se le preguntó a Biden cómo se sentiría si Trump fuera investido presidente en enero.
“Sentiría que lo he dado todo y que he hecho el mejor trabajo posible, que es de lo que se trata esto”, afirmó Biden.
Por supuesto, para un Partido Demócrata que advierte que Trump es una amenaza existencial para la nación, la contienda trata en realidad de algo mucho más concreto: ganar.
Shane Goldmacher es corresponsal político nacional y cubre la campaña de 2024 así como los principales acontecimientos, tendencias y fuerzas que configuran la política estadounidense.
Fuente: https://www.nytimes.com/es/2024/07/07/espanol/joe-biden-entrevista-abc.html