Instalado en Mar-a-Lago, el empresario ha participado en la selección de cargos para el Gabinete del presidente electo
Paseos en carrito juntos por el campo de golf, cenas con Melania… Kai, la nieta de Trump, le llama «tío Elon»
Trump se inventa un Departamento de Eficiencia Gubernamental para Elon Musk: «Hará temblar al sistema»
Musk participa en un mitin de Trump en Butler, Pensilvania reuters
Javier Ansorena / ABC
Corresponsal en Nueva York
«Elon no se va a su casa, no me lo puedo quitar de encima. Hasta que me deje de gustar». Donald Trump bromeaba así esta semana sobre Elon Musk. Lo decía en Washington, en su regreso triunfal a la capital de EE.UU., una semana después de haber ganado la elección presidencial.
Fue en una reunión con los republicanos de la Cámara de Representantes y el presidente electo ponía palabras a lo que se ha visto en los últimos días: Trump y Musk compartiendo confidencias en un salón de Mar-a-Lago, la residencia del primero en la costa de Florida, durante la noche electoral; Musk y su hijo sumados a la foto familiar del clan Trump en celebración de la victoria; Trump llevando a Musk de aquí para allá en su carrito de golf; Kai, la nieta de Trump, llamando a Musk «tío Elon» en sus redes sociales; Trump presentando a Musk a los socios de su club, donde el magnate tecnológico pasa días y días, enseñándole la tienda de regalos, cenando con Melania en el patio…
Son la dupla que marca este momento en EE.UU. y quizá su futuro: el hombre que será el más poderoso del mundo dentro de dos meses y el hombre más rico del mundo. Les unió la campaña electoral y ahora son inseparables. No es solo un ‘bromance’ -un neologismo inglés para el romance no sexual entre dos hombres que encaja aquí a la perfección-: es también una asociación para dar la vuelta a EE.UU. Para que no lo reconozca, como diría el veterano político español, ni la madre que lo parió.Noticia Relacionada
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Javier Ansorena | Corresponsal en Nueva York
Protagonista y agitador
Trump se encuentra en estos momentos en medio del periodo de transición entre la elección del pasado 5 de noviembre y la jura de su cargo, el 20 de enero en la escalinata del Capitolio. Es un momento para elegir a los miembros del Gabinete -algunos nombramientos han conmocionado a EE.UU.- y definir las líneas maestras de su segundo mandato.
Musk está teniendo un protagonismo sorprendente en esta fase. Instalado en Mar-a-Lago, ha participado en varias de las entrevistas del presidente electo a los candidatos a puestos en el Gabinete. Trump le ha sumado en algunas llamadas telefónicas de altos vuelos, como la que tuvo con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, al día siguiente de ganar la elección, y otra poco después con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Está utilizando su ascendencia sobre Trump para promover fichajes de sus aliados en Silicon Valley.
O para evitar otros, como la incorporación al Gabinete de figuras republicanas convencionales como Mike Pompeo -exsecretario de Estado con Trump- o Nikki Haley -exembajadora ante la ONU y rival en primarias-.
Y, al mismo tiempo, se ha convertido en portavoz y agitador del trumpismo desde su plataforma en X, la red social de su propiedad: ha presionado -sin éxito- para que los republicanos del Senado eligieran a Rick Scott, el candidato más próximo a Trump, como su líder; ha exigido -habrá que ver si ocurre- que esos senadores declaren a la Cámara Alta en receso, una artimaña para que los nombramientos explosivos de Trump no necesiten confirmación legislativa; y ha dedicado su cuenta en X a defender ante sus 205 millones de seguidores todo lo que hace Trump y a proponer cambios revolucionarios en el Gobierno de EE.UU.
Les unió la campaña y son inseparables: un auténtico ‘bromance’ (neologismo inglés para el romance no sexual entre dos hombres)
Musk considera que EE.UU. es un país en declive, corrompido por las elites -a las que él pertenece-, maniatado por regulaciones e ineficiencias y rendido a la corrección política y a la ideología identitaria. Pese a haber votado, apoyado y financiado a candidatos demócratas durante años, ahora ve en Trump la única salvación posible.
El hombre más rico del mundo fue muy crítico con Trump en su día, pero se acercó hacia él y su mundo con los abusos regulatorios de la pandemia de Covid-19 y por el asalto a la libertad de expresión en EE.UU. Su simpatía hacia Trump se ha desbocado en la recta final de la campaña, desde el intento de asesinato en julio, del que el entonces candidato se salvó de milagro: ha dedicado al menos 132 millones de dólares de su bolsillo a la campaña, ha trabajado sin descanso en mejorar sus sistemas para captar votos (en especial, entre jóvenes), se ha pasado semanas en Pensilvania -el estado más decisivo- protagonizando actos políticos…
Motosierra
La presencia de Musk es ubicua en la transición. Pero lo decisivo es cuál será su papel en la segunda presidencia de Trump. El multimillonario neoyorquino le ha puesto al frente de un organismo de nueva creación, el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental. El impacto del invento es incierto. El nombre es, en sí mismo, un chiste: sus siglas en inglés, DOGE, es una referencia evidente a un meme de internet de un perro (algo muy propio del estilo burlesco de Musk). Su objetivo, sin embargo, tiene una ambición máxima. Según Trump, «eliminar regulaciones excesivas, recortar gastos innecesarios y reestructurar las agencias federales».
Musk, exagerado como siempre en sus propósitos, asegura que puede reducir en dos billones de dólares el presupuesto anual del Gobierno federal. Parece inviable, si se tiene en cuenta que el total es de 6,75 billones y que la mayoría de las partidas son kriptonita política: pago de intereses, gasto en defensa y programas sociales populares, como la sanidad pública para jubilados y para ciudadanos de bajos recursos.
Junto a Musk, Trump ha puesto al frente de DOGE a Vivek Ramaswamy, un multimillonario tecnológico y agitador cultural que pasó de disputarle la candidatura a la presidencia en primarias a ser uno de sus grandes aliados en campaña. «Musk y yo estamos en la posición de empezar la deportación masiva de millones de burócratas federales», dijo, en una referencia evidente a la deportación masiva de inmigrantes indocumentados que ha prometido Trump. «No sé si conocéis a Elon, pero él no viene con un cincel», dijo sobre el hombre más rico del mundo, conocido por recortes brutales en sus empresas. «Él viene con una motosierra», añadió en referencia, quizá involuntaria, al presidente argentino, Javier Milei.
Un buen negocio
Habrá que ver qué consiguen. El DOGE estará fuera del Gobierno, algo necesario para Musk, que estaría maniatado por conflictos de interés si opera desde dentro (tiene compañías con contratos multimillonarios con el Gobierno, como los de SpaceX con la NASA; y otras, como Tesla, muy afectadas por regulación). Apunta a ser un órgano asesor y su impacto dependerá de cuánto le interese a Trump escuchar sus recomendaciones.
De momento, la apuesta de Musk por Trump parece un buen negocio para el emprendedor de origen sudafricano. Las acciones de sus compañías se dispararon tras la victoria electoral y Trump ya ha deslizado la posibilidad de contar con SpaceX para el faraónico intento de llegar a Marte.
Todo eso dependerá de que ese amor no se rompa, como en la canción, de tanto usarlo. Dos narcisistas como Trump y Musk no conviven bien en la misma sala durante mucho tiempo. El primer mandato mostró su capacidad para desayunar y merendar aliados y altos cargos. Ya hay rumores en Mar-a-Lago sobre la incomodidad de Trump con el protagonismo del magnate. Demasiada luz, demasiado foco. Musk podría ser el último Ícaro del trumpismo. Las bromas de Trump -como aquella en Mar-a-Lago sobre su ahora adorado Musk- siempre esconden algo de verdad.