Es el mayor robo de recursos naturales de la historia moderna, según Global Witness. Miles de personas, la mayoría adictas a la heroína, trabajan en las minas del norte de Birmania, la gran reserva de jade del mundo. El tráfico ilegal ha convertido su control en un drama humanitario. En 2023, un corrimiento de tierra en una mina dejó una treintena de muertos, y en 2020 fueron 160 los mineros sepultados.

Un grupo de comerciantes analiza el valor de las piedras que van a comprar en el mercado de jade de Mandalay. Adam Dean

David López Canales / XLSemanal

En el estado de Kachin, al norte de Birmania, territorio fronterizo con China, zona de montañas y bosques, cada día miles de personas escarban en las tripas de descomunales cerros de piedra.

Colinas que crecen a diario con los nuevos vertidos que decenas de camiones hacen en ellas, provocando derrumbes y avalanchas en las que anualmente mueren centenares de esas personas. Más de 300.000 trabajan, sin ningún tipo de protección, con las manos desnudas, buscando los destellos verdes del jade, la piedra adorada por la joyería china, la que cubrió durante siglos a los emperadores en sus féretros como símbolo de poder y ambición de inmortalidad.

El comercio de jadeíta mueve casi 30.000 millones de euros al año, casi la mitad del PIB de Birmania

Estos mineros del jade son los grandes olvidados de un conflicto que, al contrario que el de los diamantes de Sierra Leona, permanece oculto a la opinión pública, fuera del radar de los titulares de prensa y lejos de los escritorios de los guionistas de Hollywood. Pero su historia es equivalente.alternative textLos mineros explotados. Unas 300.000 personas trabajan en las minas. Y miles más aprovechan los desechos en busca de un trozo de jade.

En Kachin se hallan las mayores reservas del mundo de jadeíta, una de las piedras de las que se extrae el jade. Por su textura y su traslucidez es la más cotizada por los joyeros y los artistas, frente a la nefrita, más dura y oscura, que el hombre ha utilizado desde la Prehistoria para fabricar herramientas y utensilios.

El comercio de jadeíta mueve 30.000 millones de euros al año, prácticamente la mitad de todo el producto interior bruto del país, según una reciente investigación de la organización británica Global Witness, que denuncia los negocios y redes ocultos tras conflictos y casos de corrupción o de destrucción medioambiental en el mundo. De ahí que su control, su extracción y su comercio sean, como lo definen, «el mayor robo de recursos naturales de la historia moderna».alternative textLa industria. En Mandalay está el mayor mercado del mundo. En la imagen, un trabajador corta una piedra para su venta.

Pero en Kachin sucede también uno de los conflictos más agresivos del país desde su independencia en 1948. Allí, la mayoría de la población, de etnia kachin, cristiana, se opone al control de la mayoría bamar del país, budista. Durante décadas, hasta la tregua de 1994, el conocido Ejército para la Independencia de Kachin (KIA), financiado con el comercio ilegal de jade, se enfrentó al Gobierno central.

Desde entonces el KIA perdió control sobre el territorio y las minas frente al ejército gubernamental y los grupos paramilitares afines. Pero durante los últimos años se han reavivado los enfrentamientos, ya crónicos en la región, provocando centenares de muertos y el desplazamiento de más de 100.000 personas.alternative textLas joyas. Un comerciante en Mandalay marca la silueta de un brazalete en una piedra. Su uso en joyería es el más demandado.

Hoy, las minas del Estado, según Global Witness, las controlan empresas ligadas a altos mandos de la Junta Militar que gobernó el país durante décadas bajo una dictadura hasta 2011. Y una gran parte del jade que se extrae de ellas se exporta ilegalmente a China. Allí, el aumento de la clase media ha supuesto también una mayor demanda de jade. Las joyas y objetos tallados en esta piedra son aún, como desde hace más de dos mil años, símbolo de estatus y de poder económico.

Los mineros tienen que pagar al gobierno, pero también a la guerrilla. «Si no lo hacemos, nos fusilan»

En ese escenario, los mineros de Kachin, procedentes de todo Birmania, trabajan ahora obligados a pagar un permiso oficial al Gobierno, pero también a dar un porcentaje de sus beneficios, un impuesto revolucionario, al KIA. «Si no lo hacemos y lo descubren, nos fusilan», contó uno de los trabajadores al fotógrafo Adam Dean, autor de este reportaje y uno de los pocos occidentales que ha logrado adentrarse en las minas.alternative textEl récord. En 2016 fue descubierta la mayor piedra de jade conocida hasta ese momento: 175 toneladas, valoradas en más de 150 millones de euros.

Allí, sobre el terreno de esta cruenta y silenciada guerra por el jade, pudo comprobar, además, que la mayor parte de los trabajadores están enganchados a la heroína barata y asequible que llega de las cercanas estribaciones del Himalaya. Y que, sin condiciones sanitarias y sin acceso siquiera a jeringuillas para consumirla, el sida es una epidemia creciente entre la población, en hombres como Hkawng Lum, de 35 años, o Khan Chi, de 42, enfermos y adictos envejecidos antes de tiempo, que cada día bucean en las montañas de piedra a la caza del resplandor verde oscuro del jade. Ellos, como los emperadores chinos, también aspiran a conseguir con él la inmortalidad, aunque en su caso eso signifique solo sobrevivir un día más.

Fuente: https://www.abc.es/xlsemanal/a-fondo/robo-reserva-jade-birmania-kachin-trafico-ilegal.html

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