Las redes sociales y canales digitales son cada vez más determinantes en los procesos electorales, su influencia crece; sin embargo, también los excesos y desaciertos.
ALFREDO PAREDES / FORBES
En términos democráticos, las redes sociales representan una herramienta potencialmente muy útil para el ciudadano. Disponer de información actualizada y en tiempo real sobre perfiles, propuestas, contenidos y actividades de los partidos y candidatos debería ser crucial para fundamentar la decisión a la hora de votar.
Los canales digitales nos ofrecen diversos puntos de vista, el acceso a opiniones, comentarios, noticias, análisis y contenidos que dan cuenta de los problemas, demandas, expectativas y oportunidades que deberían ser prioritarias para lXs electorXs.
En sentido positivo, todo esto podría representar un cúmulo de comunicación, intercambio de ideas, proyectos, debates, personalidades y exposición con recursos ilimitados para ampliar el alcance, masificar el contacto y ofrecer información valiosa durante las campañas políticas.
No obstante, debido en gran parte a las tendencias de interés, la falta de regulación, los riesgos y la propia naturaleza de la competencia y la propaganda política; partidos, candidatos y protagonistas de la contienda suelen incurrir en abusos, la simulación y la manipulación frecuentemente.
He aquí algunos ejemplos:
Impresiones, percepciones y apariencias sin esencia. La comunicación política digital es el campo más fértil para crear apariencias, simulaciones, mentiras a medias y trucos de manipulación que además la sociedad acepta prácticamente como válidos y comprobados.
Las herramientas digitales permiten crear perfiles, historias, mitos y hasta acontecimientos trascendentales de la nada. Granjas de bots y comunidades pagadas se encargarán de agregar virtudes, inflar seguidores, incluir opiniones y sumar me gusta para que un candidato sea percibido como el más apto para gobernar. ¿Conoce su distrito, es honestX, es auténticX, sabe algo de leyes? ¿a quién le importa?
La gente no se detiene a reflexionar sobre la eficiencia, honestidad, calificaciones, capacidad y cualidades para gobernar, se inclina por supuesta arreglada y pagada “simpatía”, “carisma”, encuestas patito, chismes, rumores, falsos testimonios, contenidos simulados, debido a que resulta muy fácil crearlos a través de las redes sociales. Total, una selfie deja mas sufragios que el trabajo de base.
Los candidatos imploran por un post de alguien famoso; crean personajes muy lejanos a sus personalidades, pretenden, actúan, mienten para encajar en un multiverso de realidad electorera virtual sin sentido.
El electorado se cuestiona muy poco sobre propuestas, programas, problemas, proyectos, soluciones, políticas públicas, competitividad, desarrollo, educación, vivienda, salud, realidades; quiere saber de ocurrencias, contenidos virales, sandeces y conflictos. Al final, las campañas se diluyen en un intercambio de desmentidos, altisonancias, desencanto y desinformación.
Velocidad un factor clave. La comunicación política digital se origina, dispersa, interpreta y altera en tiempo real. Los golpes bajos, las exageraciones, las noticias falsas se mueven a la velocidad de la luz. Las facciones en lucha no se miden a la hora de provocar, difundir y usar cualquier contenido para atacar a sus rivales.
Resulta más rentable exhibir, revelar y atacar que construir, informar, reportar, analizar y buscar un sentido trascendente a lo que debería ser de interés para la sociedad. Cada vez menos se detienen a pensar en la importancia, valor y utilidad del voto, se quedan hundidos en el corto plazo, en la reacción, la falsa esperanza y la idea de que un voto es comprar un billete de lotería cayendo presas de promesas fáciles, inútiles e inalcanzables.
El hartazgo abarató la demanda ciudadana por calidad gubernamental. Si antes tenías que elaborar discursos complejos y trascendentes; ofrecer resultados tangibles, formular políticas públicas de largo alcance, seleccionar un gobierno calificado y con capacidades relevantes; profundizar en la diplomacia, así como tomar decisiones complejas; hoy solo debes preocuparte por tu sonrisita, un recorrido con algún influencer, algunos pasitos de baile y las fotos, miles de fotos con “simpatizantes”.
Hoy puedes rellenar hasta el tope tus eventos vacíos -por supuesto digitalmente- si no te reconocen en la calle, puedes escenificar recorridos, abrazos, multitudes saludándote, gritando tú nombre en la comodidad de un set y escenarios ya nadie nota la edición (también digital).
Además, ¿qué crees? Cualquiera que te critique te lo pueden quitar de encima un ejército activo de “fans”, “gurús” y admiradores que se irán con todo contra tus detractores, para eso se alquilan y están disponibles las 24 horas del día.
La política virtual. Sentirse apoyado, seguido, escuchado, atendido por el gobierno forma parte de las aspiraciones permanentes de la sociedad y es uno de los principales fundamentos de la democracia.
Bajo esa lógica, ofrecer resultados tangibles es cosa del pasado, hoy solo tienes que ocuparte de lo que pasa en las RRSS; el mundo de no pasa nada, todo está bien, cálmate, medita, checa los contenidos virales, ¿para que buscarle sentido al mundo si está girando y nunca nos damos cuenta?
No hables de presupuesto, corrupción, deuda, delincuencia, inflación, políticas públicas, leyes, división de poderes, tolerancia, consenso, impuestos, falta de resultados; no veas en el futuro lo que no tienes hoy. Confórmate, ya te mencionaron, ya te saludaron, ya recibiste un me gusta, te enviaron un emoticón, estuviste en el chat, ya apareciste en el canal del candidato, más que suficiente para que acudas a votar.
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Fuente: https://www.forbes.com.mx/reflexiones-sobre-la-propaganda-y-comunicacion-politica-digital/