Conocida como la Ferreirinha, tomó las riendas de una importante empresa vitivinícola tras enviudar, a mediados del siglo XIX
ROSA MOLNEERO TRÍAS / COMER
Los vinos portugueses no hubieran sido lo mismo sin la figura de Antónia Adelaide Ferreira (1811-1896), conocida como Dona Antónia o A Ferreirinha. La historia del Valle del Douro, una de las principales regiones vitivinícolas del país, y su propia vida están enlazadas de forma inextricable.
António Pereira, enólogo y gestor de enoturismo de Maçanita Vinhos, explica que Dona Antónia tuvo un peso capital no solamente en el Douro, sino en todo el vino portugués e incluso en la historia de Portugal. “Fue un impacto positivo y decisivo en el Douro, una zona de Portugal afectada por la miseria. Logró que la región prosperara, así como lo hizo con el nombre de los vinos portugueses. Trabajó relaciones comerciales con muchos países y consiguió distintos logros en la parte tecnológica”. Pereira afirma que para la historia del vino portugués, su gran aportación fue la siguiente: “desarrolló unos vinos de gran calidad en Douro que permitió su reconocimiento mundial”.
De espíritu emprendedor
El esfuerzo de Dona Antónia dio como resultado un vino de gran calidad reconocido dentro y fuera del país
Nacida en Régua, a las puertas del Valle del Douro, hija de José Bernardo Ferreira y Margarida Rosa de Carvalho Gil, Dona Antónia enviudó muy joven, a los 33 años de edad, de su primo por parte de padre, António Bernardo Ferreria I, con el que tuvo tres hijos, y tuvo que ponerse al frente de los negocios familiares. Pero no solamente supo hacer que la empresa sobreviviera, sino que la hizo prosperar tanto que se convirtió en un símbolo portugués de emprendeduría y una comerciante muy respetada que supo navegar el mundo masculino del vino y, en general, de los negocios, y no dudó en plantar cara al machismo de la época para que nada la detuviera.
Fue la cuarta generación de la rica familia Ferreira, ya consolidada en la zona del Douro como una de las bodegas más importantes tanto en el cultivo de viña como en la producción de vino y de vino de Oporto, y quiso potenciar la región en la que nació, creció y trabajó. Desde Casa Ferreirinha, hoy una de las bodegas más destacadas del valle del Douro, afirman que “aunque tenía unos valores tradicionales que respetaban la empresa familiar, a su vez, mantuvo una apertura hacia la innovación y una atención permanente a la calidad y a la evolución de la tecnología y la ciencia en el sector vitivinícola”.
El resultado de todo este esfuerzo fue conseguir un vino de gran calidad reconocido dentro y fuera del país, premiado en las distintas Exposiciones Universales, así como de vinos generosos, que se almacenaban en sus bodegas de Vila Nova de Gaia, donde todavía hoy se guardan grandes cosechas, como la de 1815 o 1847. “Ferreira es la única de las grandes casas de vino de Oporto que se mantiene fielmente en manos portuguesas desde que fue fundada en 1751 por los Ferreiras da Régua”, explican desde Casa Ferreirinha.
A pesar de las vicisitudes de la época, resistió y nunca vendió su capital a manos extranjeras. Su éxito y su valía inspiraron a sus sucesores para la creación de un premio que desde 1988 reconoce la trayectoria de mujeres que marcan la diferencia en el desarrollo económico, social y cultural de Portugal. En su última edición se otorgó el galardón a la consagración a la exministra de cultura y de relaciones exteriores, ahora gestora cultural, Teresa Patrício Gouveia, y el premio a la revelación a la investigadora en biomateriales y ciencia biomédica, Inês de Castro Gonçalves, que ha trabajado en la cura del cáncer gástrico, en concreto, para eliminar la infección causada por Helicobater pylori.
Ciudadana ejemplar
También contribuyó con instituciones que prestaban ayuda social
Con el lema “Cada uno tiene que hacer en su tierra lo que sea mejor para el bien de toda la humanidad”, Dona Antónia también se preocupó por las familias de sus trabajadores: “siendo el Douro una zona que históricamente había pasado muchas penuria, construyó hospitales y escuelas, pero también guarderías para los trabajadores y otras personas que vivían cerca de las fincas de vino de la empresa”, dice Pereira.
Su solidaridad fue más que bien recibida en unos momentos difíciles tanto para el país como para la región, así como tras el azote de la filoxera que destruyó tantos viñedos y economías familiares en el Douro. De hecho, la Ferreirinha invirtió en investigación para tratar de frenar esta enfermedad de la vid que luego compartió con otros bodegueros y, además, compró grandes volúmenes de tierra a propietarios que habían perdido sus viñedos. “Nunca se quiso dar por vencida: sabía que las personas que trabajaban en el mundo del vino iban a sufrir incluso más que los viñedos, y puso todos su empeño para resolver el problema, incluso viajó a Londres para estudiar posibles soluciones, a la vez que intentaba mantener la producción”, explica el enólogo.
Falleció el 26 de marzo de 1896, a punto de cumplir 85 años, dejando una gran fortuna, decenas de hectáreas, bodegas y barricas, y una historia de ciudadana ejemplar. “Se decía de ella que era generosa con los pobres, pero altiva con los ricos; que estaba con la misma naturalidad en casa de sus trabajadores más modestos como en el Palacio Real”, afirman desde Casa Ferreirinha. Su fama como empresaria y como ciudadana ha perdurado hasta el día de hoy, ya que por votación popular en el pasado mes de junio, se le ha dado su nombre a un nuevo puente que en 2026 conectará Vila Nova de Gaia con Oporto.Lee también
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ROSA MOLINERO TRIAS
Siguiendo su estela, hoy el vino portugués recibe el empuje de mujeres como Joana Maçanita, de la bodega Maçanita Vinhos, también en el valle del Douro, que destaca a las siguientes compañeras: “Leonor Freitas, de Casa Ermelinda Freita, que supo hacer crecer la empresa que heredó de su padre; Sandra Tavares, responsable de comunicación de los vinos portugueses en EE. UU.; y Filipa Pato, hija del icónico Luis Pato, que ha fundado su propia bodega con éxito internacional”.