Los Periodistas

En esta Cuarta Transformación debemos asumir el reto de ir más allá

Por Fernando Manzanilla Prieto

Los que apoyamos al Presidente López Obrador en 2018, hoy seguimos convencidos de que ha llegado la hora de cambiar todo aquello que engendró el antiguo orden de corrupción e impunidad. A tres años del inicio de esta transformación, sigo convencido de que las y los mexicanos tenemos que construir un nuevo orden sustentado en la fraternidad y la solidaridad.

Al igual que el Presidente, creo que es posible edificar un nuevo régimen económico y político —una nueva casa, la casa de todas y de todos los mexicanos— con una cimentación firme y solida, erigida sobre la base de la honestidad, la austeridad y la igualdad, como pilares fundacionales básicos de un nuevo proyecto de nación cuyo objetivo primordial sea acabar con la pobreza y la desigualdad.

No obstante, también creo que la construcción del nuevo orden nos exige ir todavía más allá. En lo social, por ejemplo, considero que debemos asumir el reto de anteponer el respeto y la defensa de la vida y de la familia como elementos fundamentales de la transformación. Cada vida, cada ser humano, está llamada a cumplir un propósito y a ocupar un lugar determinado en el nuevo orden de cosas. Cada vida abre un mundo de posibilidades y de futuros posibles. Por eso estoy convencido de que el derecho a la vida debe estar por encima de cualquier otro interés y cualquier condicionante.

Lo mismo con la familia, que es la institución fundamental y más fuerte de la sociedad mexicana. El nuevo orden debe privilegiar a la familia como espacio de mayor confianza y seguridad para el desarrollo de la individualidad y el sentido de pertenencia. Debemos rescatar a la institución familiar porque es en este espacio donde surgen la consciencia individual y los valores que sirven para la cohesión y la solidaridad.

En lo político, el nuevo orden debe ir más allá y asegurar el pleno respeto a la legalidad y a los derechos humanos. Debe empoderar a la mujer y proteger a los grupos vulnerables, así como garantizar, con mano dura, seguridad y tranquilidad a las familias y su patrimonio. Para construir un país libre de violencia, seguro para todas las familias mexicanas, es necesario sembrar el valor del respeto a la autoridad, a las reglas y a la justicia desde el seno familiar y las primeras etapas de la educación. La paz se construye con inteligencia y con fuerza; pero también, con el concurso de las familias movilizadas en la defensa de los valores y los principios que le dan cohesión y solidez al tejido social.

Finalmente, en lo económico, el nuevo orden debe aspirar a una recuperación económica solidaria y a adoptar un nuevo paradigma de desarrollo verde y circular, que garantice un bienestar integral sostenible para todas y todos. Coincido con la visión de un gobierno menos burocratizado, eficiente y eficaz que procure y promueva la inversión y la creación de más y mejores empleos. En el que el Estado no sea un lastre, sino un aliado de los inversionistas nacionales y extranjeros, que apoye a las empresas y a los emprendedores, garantizando piso parejo para todos en un marco de libertad e innovación. El nuevo orden, debe sostenerse de la iniciativa y el talento de la sociedad. En pocas palabras, un país de oportunidades, con verdadero crecimiento económico y sin corrupción debe ser el mecanismo para que México se transforme.

Reitero: la clave para lograr todo lo anterior es entender que el nuevo orden económico, político y social solo podrá ser posible con el poder de la fraternidad y la solidaridad, y el desarrollo de una nueva racionalidad civilizatoria que nos permita prosperar y progresar, sin que nadie se quede atrás. Solo con el poder de la fraternidad y la solidaridad podremos generar una nueva identidad que nos hermane y nos reconcilie como mexicanas y mexicanos de bien.

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