Se trata de Jorge Armando Díaz Bartra. Un predicador que ha cambiado varias veces de religión y ahora se define como «independiente».
Yésica Sánchez / Libertad Digital
Jorge Armando Díaz Bartra nació en 1972 en Tarapoto (Perú) y se presenta como «obispo» y fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Giorgio (FSSG), en la que además ostenta los cargos de superior general y presidente. Una organización con sede en Lima que -señala en su perfil de Facebook- es «Iglesia» pero «sin pertenecer canónica y jurídicamente a una Iglesia en particular».
Según la investigación realizada por el experto en sectas Luis Santamaría del Río, a lo largo de su vida el peruano ha dicho ser católico, anglicano u ortodoxo dependiendo de lo que le ha convenido en cada momento. Y -además- se ha relacionado con distintos grupos sectarios, para sacar lo que ha podido. En la actualidad, presume de ser ‘Embajador de la Paz’. Reconocimiento que le otorga la antigua secta Moon a través de Federación para la Paz Universal.
El nombre del prelado salió a la palestra hace unas semanas por unas declaraciones no menos extravagantes qye su currículum. Concedió una entrevista al canal Pro y Contra Televisión en la que alardeó de su experiencia sanadora con la ayahuasca, a la que constantemente aludió como «planta medicinal», llegando a decir que recomienda su consumo porque «salva vidas». No pudo elegir un momento peor para hacer promoción del brebaje alucinógeno.
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Brutal crimen con ayahuasca
Sus palabras causaron estupor en su país. En ese momento se hablaba en todos los medios de comunicación sobre el uso de este tipo de alucinógenos en rituales. El debate surgió en la opinión pública después de que se registrase un terrible asesinato en uno de los autodenominados «centros de desarrollo integral» —llamado ‘Dos Mundos’— del departamento de Loreto (Alto Amazonas).
Un turista ucraniano -Ivan Kuzmin, de 36 años- mató y despedazó a una compañera de «retiro» rusa cuando estaba bajo los efectos del mencionado brebaje psicotrópico. Cuando encontraron su cadáver, había restos repartidos por partes partes y el presunto autor estaba fuera de sí. Lo hizo «para salvar su alma» -declaró- porque la mujer estaba «poseída». Ludmila Lazarenko —de 43 años y madre de dos niñas— había viajado a Perú en busca de paz espiritual.
Es entonces cuando Luis Santamaría del Río decide investigar al presunto prelado. No daba crédito a que un hombre, en este contexto y vestido de obispo católico, «apareciera defendiendo el uso de la ayahuasca, promoviéndola incluso desde su testimonio personal, como supuesto beneficiario de las bondades terapéuticas de esta sustancia alucinógena». Le daba en la nariz que había gato encerrado. Y no se equivocó.
El obispo ayahuasquero
En la mencionada entrevista, Díaz Bartra explica que tuvo «su primer encuentro con esta planta sagrada» cuando tenía 18 años, «mientras trabajaba en el centro de rehabilitación Takiwasi». Lugar en el que -recoge su web tratan problemas de drogadicción y de salud mental «con excelentes resultados», combinando psicoterapia y lo que ellos llaman «plantas medicinales».
Según el falso obispo, él mismo vio como «el doctor Jacques Mabit (presidente y fundador del centro) curaba a gente drogadicta, que salía rechazando la droga» tras consumir ayahuasca durante varios días y purgarse. Y a él -en concreto- le ayudó a «superar aspectos oscuros de su vida». De ahí que destacara su «potencial terapéutico» como «herramienta para el crecimiento personal y espiritual«.
Sin embargo, desde el centro Takiwasu (La casa que canta, en quechua) reniegan de Díaz Bartra. Tras un artículo de Santamaría en Portal Luz sobre este asunto, se han puesto en contacto con el medio para «desmentir toda relación con él y agradecer su desenmascaramiento«, asegura el experto en sectas en declaraciones a Libertad Digital. «Todo el mundo se desvincula de él, no solo la Iglesia», sentencia.
Desmontando al farsante
Más allá de que lo relatado por Díaz Bartra en relación a Takiwasu sea cierta o no, Santamaría tiene claro que -por su experiencia, 25 años investigando sectas y grupos sectarios- el obispo peruano no es más que un farsante. «Conociendo en profundidad cómo funcionan estos grupos cismáticos -que imitan a la Iglesia católica o a la anglicana e incluso a la ortodoxa- enseguida se apresuran a presentar sus credenciales, sus pruebas de ordenación».
Huelga decir que Díaz Bartra no ha presentado las de ninguna Iglesia de las mencionadas. Tan sólo de algunos sucedáneos. Sectas surgidas del cisma o que emulan tener una vinculación para lograr más adeptos. «Algunos de estos falsos obispos han sido ordenados al menos diáconos o sacerdotes en Iglesia católica, pero luego abandonan y adoptan posturas sedevacantistas por ejemplo, como el nuevo cura que está en Belorado«, explica.
Luis Santamaría recoge algunos de ellos en su libro ‘A las afueras de la cruz’, en el que analiza los que están presentes en España. Pero «en América Latina hay cientos de falsos obispos«, exclama durante nuestra conversación con él. «Este hombre en sus redes sociales no aporta ni un documento, ni siquiera falsificado, que lo acredite. Y se ve que es alguien se ve que es alguien a quien le gusta ostentar títulos».
Vínculo con la secta Moon
Efectivamente, Díaz Bartra no duda en presumir de ser «Embajador de la paz» en sus redes. «A la gente normal le puede parecer algo emanado de una institución civil, incluso supranacional. De la ONU, la UNESCO, UNICEF… Pero ese reconocimiento procede de la entidad pantalla más importante de la secta Moon, ahora llamada Asociación del Espíritu Santo para la Unificación del Cristianismo Mundial», comenta el experto consultado por LD.
«Siempre intentan atraer hacia sí a personas de distintas religiones para legitimarse y tejer alianzas, con el objetivo de tener una mayor presencia y mejor imagen pública», explica Santamaría. «Las sectas se retroalimentan, unas a otras. La secta Moon reconoce a ese falso obispo con un galardón y el otro provecha el título para ponerlo en su currículum», apunta.
En el caso de Díaz Bartra, «viendo su actividad y cómo la muestra de Facebook, me da la impresión de que es alguien que ha hecho de esto su forma de vida«. Su perfil está plagado de anuncios de misas. «Le encargan celebraciones litúrgicas por la gente que ha fallecido. Hay cientos de convocatorias», exclama, «incluso online».
«Lo que me preocupa es la estafa a los fieles católicos, a los que acuden pensando que están asistiendo a unas verdaderas misas celebradas por un obispo. Todo eso es una farsa». «Él dice que no es romano ni depende del papa, pero que es católico. Y la gente se queda con eso», reflexiona. Pero ¿qué es en realidad? Veamos.