Por Fernando Manzanilla Prieto

En las últimas semanas hemos tenido noticias de que en varios países de Europa, Asia y Oceanía se han aplicado medidas urgentes de contención y confinamiento ante el arribo de una tercera oleada de Covid. A pesar de los avances en el proceso de vacunación, todo parece indicar que el mundo vivirá una nueva ola de Covid producto de la excesiva confianza de la gente y de no mantener los cuidados y la disciplina necesarias ante las nuevas variantes del virus.

Aquí en América Latina, solo Brasil y Chile han comenzado a resentir los estragos de esta nueva oleada. En Brasil ello se explica por el surgimiento de la nueva variante autóctona hace varias semanas. En tanto que en Chile —que es el tercer país en el mundo que más vacunas ha aplicado— es claro que la nueva ola es producto del exceso de confianza, pero también de que no hay certeza de que las vacunas que allá se están aplicando estén siendo eficaces ente las nuevas variantes. Por lo pronto, el gobierno ha anunciado parar actividades nuevamente y posponer hasta mayo las elecciones originalmente previstas para principios de abril.

Como lo he mencionado en otras entregas, en realidad no sabemos cómo se va a comportar este virus, ni si las vacunas lo van a lograr detener completamente o qué efectos a largo plazo van a tener. En nuestro caso, todo parece indicar que la vacunación también generará un exceso de confianza en mucha gente que, seguramente, aprovechará esta Semana Santa y la Semana de Pascua, para vacacionar en las playas. A juzgar por las imágenes de largas filas y aglomeraciones en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, la saturación que hemos visto en las casetas de carreteras de cuota y las estampas que ya circulan de playas atiborradas de bañistas sin cubrebocas, es previsible que el país se enfile hacia un escenario catastróficamente incierto, por ponerlo de alguna forma.

Millones de turistas, nacionales y extranjeros, estarán al mismo tiempo en un mismo lugar, muy probablemente sin medidas de protección, disfrutando relajadamente del sol y del mar. Lo que, sin duda, convertirá a nuestras playas en verdaderos centros de incubación del virus y muy probablemente, de sus nuevas variantes, diseminado nuevos contagios en todo el territorio y más allá de nuestras fronteras, una vez que las personas infectadas regresen a casa.

Esta situación marcará el inicio de la tercera oleada de contagios en nuestro país, más o menos hacia mediados de abril, que se extenderá hasta finales del verano. Seguramente se volverán a saturar los hospitales y crecerá aún más el número de fallecimientos, obligándonos a volver al semáforo naranja y rojo en la mayor parte del territorio, como ocurrió a principios de año. El problema es que la economía de muchas familias ya no resistirá otro cierre de negocios prolongado y más pérdida de empleos. Y si se generaliza la presencia de nuevas variantes, mantener las actividades en medio de una nueva oleada de contagios será devastador. La población que ya tuvo Covid podría reinfectarse con más fuerza, mientras que los que ya han sido vacunados podrían recaer ante alguna de las variantes que han demostrado ser más resistentes a algunas vacunas. Como lo ha señalado Angela Merkel, será como vivir una pandemia totalmente nueva, por segunda vez.

La idea errónea —no exclusiva de México— de que esto ya se está acabando se estrellará contra la cruda realidad que traerá consigo esta tercera oleada. Ir a la playa aquí o en cualquier lugar del mundo, será como irse a meter a la boca del lobo, es decir, a la boca del virus. Insisto: solo el poder de la fraternidad terminará con la pandemia. Solo respetando a los que nos rodean —familiares, amigos, comunidad— pero sobre todo, solo respetándonos a nosotros mismos, dejaremos de ser autodestructivos. Paradójicamente, tal vez sea necesario que el mundo sufra un nuevo ciclo pandémico para entender, a la mala, que solo cuidándonos y cooperando fraternalmente lograremos que esto termine algún día. Quizá solo así aprenderemos a ser responsables y respetuosos con la vida.

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