Por Fernando Manzanilla Prieto

La “Era Trump” no llegará tan fácilmente a su fin, ni con el término de su mandato ni con la ausencia del propio Trump en caso de que sea juzgado políticamente. Desde mi punto de vista tendremos “trumpismo” para rato, solo que ahora mucho más virulento y peligroso.

Así lo demuestran los 74 millones de votos a su favor, su triunfo en la mitad de los estados de la Unión Americana, así como la toma violenta del Capitolio por un grupo radical de sus simpatizantes, el pasado 6 de enero. Más aún, así lo demuestran los discursos incitando a la violencia pronunciados por sus hijos y sus aliados republicanos más conspicuos, así como la advertencia del mismo Trump durante su discurso posterior al asalto a la sede del legislativo:

“Siempre dije que continuaríamos nuestra lucha para asegurarnos de que solo se contaran los votos legales. Aunque esto representa el final del mejor primer mandato presidencial de la historia, es solo el principio de nuestra lucha por hacer a Estados Unidos grande otra vez”.

Es cierto que en este mismo discurso Trump ofreció una transición pacífica del poder, pero nada garantiza que así vaya a ser. De acuerdo con reportes del FBI es previsible que desde este sábado, inicien varias marchas y protestas “armadas” en los congresos de las 50 capitales del país y en el Capitolio, en Washintong DC, por lo que se ha declarado el estado de emergencia y la presencia de la Guardia Nacional en la capital.

Es previsible que durante las próximas horas el trumpismo —en la voz de alguno de sus representantes o del mismo Trump— anuncie el inicio de una cruzada política en favor de su movimiento America First. El eje de la narrativa de esta campaña seguirá siendo el supuesto fraude electoral para deslegitimar la presidencia de Biden, así como el endurecimiento de su postura ideológica respecto a temas sensibles como la política migratoria, los derechos humanos y el cambio climático. La idea de Trump es mantener la polarización social, conservar el liderazgo al interior del partido republicano y no perder el apoyo de su base electoral de simpatizantes.

De fructificar esta estrategia, la presidencia de Joe Biden se vería comprometida, desde el mismo discurso inaugural, a “moverse” hacia posiciones más empáticas con el electorado republicano con tal de neutralizar al trumpismo, lo que sin duda tendría un impacto negativo para México y la agenda migratoria.

En las últimas horas, los demócratas han intentado aplicar la enmienda 25 que busca declarar al Presidente Trump “no es apto para ejercer sus funciones”, lo que cancelaría toda posibilidad de que en el futuro pudiera volver a aspirar a la presidencia. Al mismo tiempo, han promovido un segundo juicio político por sedición que, en caso de prosperar, condenaría a Trump por “instigar la insurrección”, inhabilitándolo de por vida para ejercer cargos públicos.

No obstante, como el mismo Trump ha señalado, los intentos demócratas por neutralizarlo contribuyen a enrarecer el clima previo al cambio de gobierno, lo que sin duda, abona a su estrategia de polarización previa al 20 de enero, fecha en que Joe Biden jurará como el Presidente número 46 de Estados Unidos. Conociendo los alcances de Trump, en estos 7 días todo puede pasar.

El 6 de enero será recordado como un día oscuro para la democracia norteamericana. Desafortunadamente, creo que este episodio apenas fue una de las tantas pruebas que vendrán y que pondrán bajo amenaza al sistema democrático norteamericano. Así que más vale que nos preparemos ya que, pase lo que pase, se avecinan tiempos difíciles.

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