“A caballo brioso, charro mañoso” reza un refrán, muy adecuado para observar y entender la sucesión gubernamental en Puebla con miras al 2024.

Por Jesús Manuel Hernández

Si en el orden nacional la sucesión está más que adelantada, aunque salpicada de inconvenientes para “los tiempos del señor”, como dijera una de las corcholatas, en Puebla también hace aire.

Una breve recapitulación de hechos deja entrever quién tiene las riendas bien sujetas y quiénes han sido llamados a recomponer sus acciones.

No hace mucho los observadores veían en MORENA solo a dos personajes con los “tamaños” para buscar ser candidatos en 2024. Ignacio Mier y Alejandro Armenta salieron al ruedo y empezaron a marcar territorio, quizá sin el consentimiento del juez de plaza, incluso, pensaron que el juez estaba como ausente.

Varias chifletas fueron lanzadas en los tiempos de la mañanera aldeana advirtiendo de las reuniones en La Vista y los acercamiento con grupos políticos ajenos a la 4T.

En todos los casos apareció la soberbia, un común denominador de los aludidos, e incluso hubo una especie de reto al gobernador para ver si podría pararlos.

La sucesión se adelantó, la adelantó el propio gobernador al criticar o revelar las acciones de quienes se pusieron en la fila de aspirantes.

Cada uno jalaba para su lado, empezaron a sumar a fuerzas internas y externas, ambos tienen raíces en el tricolor y la sucesión se empezó a vender como una agencia de colocaciones en el corto plazo.

Los enterados anunciaban que desde Casa Aguayo no había propuesta de precandidato alguno, pero los animadores soltaron nombres para meterlos en la competencia, se abusó del tema, hasta con la esposa del Presidente jugaron y alguna funcionaria de primer nivel en el gabinete de AMLO, como posibles opciones.

Pero los aspirantes, “los primos” como ya se les llama de manera coloquial, siguieron sus andanzas, sus reuniones, sus pactos, sus presentaciones y entrevistas a modo para hacerse presentes en el concierto de la sucesión.

Pero empezaron a presentarse varios eventos ajenos a la precandidatura donde los primos sufrieron daños colaterales.

Los mal pensados se alistaron y advirtieron “se los dije, no tenían la bendición”. Otros simplemente han continuado observando la política aldeana desde la barrera, esperando, como dijera Adán Augusto “los tiempos del señor”.

Y he aquí que si los caballos se habían soltado de las riendas, empezaron a correr solitos por su carril, la carreta no se fue a la deriva, un par de latigazos ha frenado la carrera del 2024 y una voz se empezó a escuchar.

En el campo, la gente de a caballo tiene varios refranes para explicar lo inexplicable. “A caballo brioso, charro mañoso”, puede ser una de las reflexiones que cobran espacio. Si alguien pensaba que el gobernador estaría ausente de la sucesión se ha topado con un escenario contrario.

Quizá el tirón de riendas no haya sido programado, es fortuito, pero los caballos han sido sujetados nuevamente, ambos tienen rienda y manos que sueltan o jalan, o sea, la sucesión no está a la deriva y eso preocupa a los otros grupos, principalmente a los emanados del PRI que se sentían con un pie en el estribo antes de empezar la carrera.

“Más vale amansar que quitar mañas” dice otro refrán de los charros, y por lo visto, con bastante aplicación en la aldea.

O por lo menos, así me lo parece.

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