A punto de cumplir un año de exilio, el premio Cervantes condena la decisión de Daniel Ortega de cerrar la Academia de Nicaragua

Sergio Ramírez, fotografiado en la Feria del Libro de Madrid – José Ramón Ladra.

KARINA SAINZ BORGO / ABC

Sergio Ramírez camina apoyándose en un bastón oscuro. Luego de atravesar el vestíbulo del hotel, toma asiento en el sillón. Aún queda tiempo antes de que un taxi lo recoja para llevarlo al aeropuerto de Bruselas. El escritor y premio Cervantes tiene prevista una firma en la Feria del Libro de Madrid a las cinco de la tarde y desea acudir puntual. Desde hace tres días ha permanecido en la capital belga. El Instituto Cervantes de esa ciudad le ha confiado la curaduría del encuentro de autores europeos e iberoamericanos ‘Vivir para escribir’, dedicado, entre otros temas, a la relación entre memoria, escritura y conflicto.

A punto de cumplirse un año de la orden de captura en su contra emitida por el régimen de Daniel Ortega, Sergio Ramírez vive el exilio volcado en su escritura y, sobre todo, en la promoción de actividades que permitan difundir la obra de nuevos autores como el Festival Centroamérica Cuenta.

Al hablar, el escritor no muestra la acritud ni la melancolía de los desterrados. Luce más delgado, eso sí, más delgado y en la piel del rostro se nota el paso de un tiempo más severo. Atrás quedó Nicaragua y él lo sabe: regresar a su país supondría la cárcel y el encierro hasta el fin de sus días.

Desde que Sergio Ramírez se distanció del movimiento sandinista del que formó parte como vicepresidente en 1984, no ha cejado en sus críticas contra la deriva autoritaria de Daniel Ortega, cuyo régimen ha laminado cualquier tipo de oposición, torturado y encarcelado a los principales disidentes políticos, así como a miles de ciudadanos. No ha habido institución que Ortega no haya amenazado o perjudicado. Hace apenas unos días, su gobierno cerró la Academia de la Lengua de Nicaragua. «Solo a un tirano se le ocurriría semejante disparate», comenta Sergio Ramírez mientras aprieta con la mano derecha la empuñadura de su bastón.

—En casi un año de exilio, se ha volcado encuentros culturales como Centroamérica Cuenta. ¿Por qué?

— Es importante crear un territorio común para todos. El fenómeno literario en América Latina es de una enorme importancia, no solo por el número de escritores, sino por su altísima calidad.

—¿Cómo se vive el exilio a los 80 años?

—Puedes mirarlo como una tragedia y decir: ‘me quitaron mi país’, o lo ves como yo estoy tratando. Tengo una tarea, que es escribir, y la haré dentro o fuera de mi país. Además, mientras tenga curiosidad por el mundo, no me sentiré viejo.

—¿Esa es la razón por la que apoya a los escritores más jóvenes?

—La curiosidad por lo que hacen los más jóvenes es intensa para mí. Aprendo muchísimo de los jóvenes: las formas literarias que están usando, cómo las inserciones del lenguaje digital se reflejan en los libros, los temas que usan y la forma en que los trabajan.

—¿Cuáles son los temas de la literatura latinoamericana actual?

—La literatura latinoamericana tiene un rasgo característico: cualquiera que sea la edad desde la cual se escribe, coloca su atención sobre nuestras grandes anormalidades. No es una literatura introspectiva ni de conflictos internos, sino que se vuelca en la corrupción, la impunidad, la migración, la pobreza, los autoritarismos, el exilio… Esa ha sido y sigue siendo la materia de la literatura latinoamericana. Es lo que la mantiene viva.

—Daniel Ortega ha cerrado la Academia de la Lengua de Nicaragua. ¿Ansía también controlar la lengua?

—La lengua no es un asunto de instituciones culturales. La lengua es un ser vivo que anda por las calles, por los caminos. La academia está para cuidar el idioma, para reconocer esos vocablos que han ganado su legitimidad en la calle. Nadie puede prohibir ese trabajo. El estudio de la lengua seguirá, incluso desde la clandestinidad. Este acto de barbarie de cerrar la Academia de la Lengua muestra la naturaleza del régimen. Prohibir la lengua es un disparate que sólo se le puede ocurrir a una tiranía.

—El inspector Morales muestra el fracaso de la Revolución. ¿Volverá?

—Un escritor no tiene obligaciones. No puede decir: ‘este personaje es un ariete político para denunciar atrocidades del régimen en Nicaragua’. Eso depende de que la novela lo necesite o lo exija. Como escritor tampoco puedo perder la posibilidad de explorar otros temas distintos a la represión en Nicaragua. Morales volverá a aparecer cuando la novela lo necesite.

—¿Puede la escritura nacer del conflicto y la oposición contra el poder?

—La escritura es un oficio que germina en cualquier circunstancia. Pueden existir los escritores tranquilos, que no se mueven de su lugar y trabajan sin perturbaciones, en lo profundo de los bosques, como Robert Frost. Sin embargo, el escritor típico de América Latina, al igual que el escritor centroeuropeo, se comporta de otra forma. Hay un paralelismo entre ambos, por la calidad de la historia que hemos vivido: constantes perturbaciones de la vida ciudadana o las presiones políticas que convierten al autor en víctima de sus circunstancias condenándolo al exilio, la cárcel o la muerte. Los países centroeuropeos son más antiguos y, sin embargo, tampoco conocen la institucionalidad democrática. Vienen directamente desde el autoritarismo y para ellos los sueños de independencia, como lo fue para nosotros, también se transformaron en autoritarismos. El escritor está metido en todo ese proceso como una cuña.

—¿Por qué elegir Bruselas para el encuentro literario entre Europa e Iberoamérica?

—Bruselas es el centro de la modernidad europea. Es el símbolo de la desaparición de barreras comerciales y migratorias, así como el avance hacia un modelo político para la defensa de los Estados. Muchos han cedido soberanía para formar parte de ese concierto. Pero a medida que el proyecto de la Unión Europea ha sumado más miembros y ha alcanzado la periferia de la Europa conflictiva, aparecen gobiernos que se resisten Es el caso de Serbia o Hungría, ya no digamos Turquía. El problema es la periferia.

—Esa inestabilidad política existe también al otro lado del Atlántico.

—América Latina es diferente, porque siempre tendió a un patrón regido por la política de los EEUU. Hoy encontramos una especie de rebelión de los pequeños del continente. Esta Cumbre de las Américas revela situación extraña: países de pequeño prestigio democrático, como Guatemala, se rebelan ante Estados Unidos. EL gobierno estadounidense intenta imponer valores como la transparencia y otros elementos éticos para formar parte de ese encuentro. Pero ahí tienes a Bukele, el presidente de Salvador, diciendo: no obedezco. Los EEUU no ha entendido que hay una nueva configuración de América Latina. No es la misma de hace 20 años y ya no puede imponerse en un territorio tan complejo.

—¿América Latina existe en su conjunto, o es un deseo, una invención?

—Existe en la medida en que tiene rasgos comunes. Pero una cosa es la tradición y la lengua y otra que seamos una unidad. Construir una identidad única es un proyecto desmesurado.

—¿Y cuál es la relación con España?

— España es la ventana de América Latina a Europa. Es un país europeo e iberoamericano. Como el dios Jano, debe mirar en ambas direcciones.

La ofensiva del español

Sergio Ramírez fue el primer escritor centroamericano en obtener el premio Cervantes. En su discurso, que pronunció en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá durante el año 2017, el escritor insistió en dos aspectos: la lengua como territorio común entre América y España y el elogio de la naturaleza civil del poder. Al igual que Miguel de Cervantes, en la vida de Sergio Ramírez coinciden las armas y las letras; la acción y el verbo y, cómo no, la naturaleza de un idioma que une a Rubén Darío con el autor de El Quijote. Por eso, porque conoce la naturaleza expansiva de un idioma de más de 600 millones de hablantes, al ser preguntado sobre si es suficiente el impulso que hace España de la lengua, Sergio Ramírez resitúa el punto de vista del debate. ¿Qué y quiénes son los verdaderos impulsores del español en el mundo y, sobre todo en América del Norte?

«Iberoamérica es un espacio cultural enorme, con diversas expresiones y un eje común: el idioma. El español como lengua es espacio de influencia por sí mismo», comenta el escritor, no sin antes dejar clara una dinámica característica de la lengua y que obedece justamente a su capacidad de expansión. «El español no es un idioma defensivo, sino que avanza hacia el norte. En tanto avanzan los emigrantes, avanza el idioma, la prueba es que es hoy la segunda lengua en los EE UU. Florida, Texas o Nuevo México son territorios del español. El español peninsular no es muy relevante. Es el español americano el que avanza», así lo entiende el autor de la trilogía de novela negra protagonizada por el ex guerrillero y comisario Dolores Morales, una serie que relata la violencia y corrupción en Nicaragua y ha marcado un hito en la novela negra latinoamericana. La saga, que comenzó con ‘El cielo llora por mí’, en 2008, continuó con ‘Ya nadie llora por mí’, en 2017, y tuvo su entrega más reciente con ‘Tongolele no sabía bailar’, una novela prohibida en Nicaragua y que le valió la persecución del régimen de Ortega.

Leyenda negra

No sólo se expande y cambia el idioma en América Latina, también lo hace el paisaje político En medio de los discursos de reparación histórica y en pleno auge de los populismos de izquierdas y derechas, ha rebrotado la leyenda negra española de la que muchos gobernantes han echado mano y que Sergio Ramírez considera una «propuesta demagógica, sin ningún sentido».

Los episodios de derribo de estatuas y la recriminación a España por la conquista así como el reproche oficial del gobierno de México son para Sergio Ramírez la expresión de un populismo insustancial que no atiende ni aporta a las culturas y derechos de los pueblos indígenas. «¿Qué buscan, que España pida perdón por la conquista? ¿Qué resuelve eso, en términos de la modernidad? No sirve para nada, ni soluciona el problema indígena en América Latina», aclara, escéptico, Sergio Ramírez. «En Guatemala, el 60% de la población es indígena y no tiene el tratamiento que debería, al igual que Perú, Ecuador o México. Mientras López Obrador exige a España que pida perdón por la conquista, viola los derechos indígenas con el tren maya».

Fuente: https://www.abc.es/cultura/abci-sergio-ramirez-prohibir-lengua-disparate-solo-puede-ocurrir-tirano-202206120121_noticia.html?gig_actions=sso.login&gig_enteredFromComponent=fromLoginClick

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