Revolucionó la educación en el mundo hace una década y ahora lidera una organización que da clases a distancia y gratuitas a 115 millones de alumnos en todo el planeta. También en España. El primer profesor global nos habla de los desafíos, y los peligros, a los que se enfrenta la educación en tiempos de pandemia.

CARLOS MANUEL SÁNCHEZ/ Kim Kulish/Getty Images/ XLSEMANAL/ ABC

Poco podía imaginar en 2004 Salman Khan (Nueva Orleans, 44 años) -un ingeniero norteamericano de origen bangladesí e indio formado en el MIT- que por ayudar con los deberes de ‘mates’ a su prima Nadia se acabaría convirtiendo en el primer profesor global del planeta. Como residían en ciudades diferentes, empezó a grabarle unos vídeos explicativos que fue colgando en YouTube. El concepto ‘tutorial’ todavía era desconocido. Aquello fue el germen de la Khan Academy, que fundó en 2008, una organización sin ánimo de lucro que se financia con donaciones y que revolucionó la enseñanza a distancia. Hoy tiene 115 millones de alumnos en todo el mundo. Ofrece cursos gratuitos (no solo de matemáticas) en 46 idiomas. Salman Khan recibió el Premio Princesa de Asturias a la Cooperación en 2019.

XLSemanal. ¿Qué tal le va a su prima Nadia?

Salman Khan. Estupendamente. Es psicóloga clínica en Nueva York.

XL. Usted es un pionero en la enseñanza a distancia. Desde su experiencia, ¿cuáles son las mayores dificultades a las que se enfrentan los centros educativos que se han visto obligados a adaptarse a toda prisa a modelos de enseñanza en remoto y mixtos?

S.K. La situación está muy lejos de ser óptima. Va a ser un año muy muy difícil. Mi ideal es que siempre haya profesores en clases presenciales. Y que la tecnología sirva de apoyo. Este no es un buen escenario en absoluto.

“Sócrates dio con la clave del motor de la enseñanza hace más de 2400 años. La enseñanza nace del diálogo, del alumno que hace preguntas”

XL. Pero las circunstancias son las que son… ¿Alguna prioridad?

S.K. La primera es el acceso a la tecnología. En todo el mundo estamos viendo una brecha digital muy importante, España y Estados Unidos no son excepciones. Entre el 20 y el 40 por ciento de los estudiantes, según el país, no disponen de una buena conexión a Internet… Y, aunque tengan un dispositivo, puede que haya cinco personas en ese hogar y tengan que compartirlo. Y hoy todos necesitan conectarse. Pero ni garantizando el acceso podemos asegurarnos de que los estudiantes reciben una buena educación.

XL. ¿Por qué?

S.K. Porque estamos viendo que muchos no se sienten involucrados. Es un fenómeno global. Puede ser por muchas razones. Que no tengan apoyo en casa… Pero no solo por eso. Los niños se despistan con el vuelo de una mosca. Todos sabemos lo que es estar mirando el reloj y esperando a que suene el timbre… Pero ahora la atención es todavía más volátil. En una videoconferencia es mucho más fácil para ellos abrir otra ventana en el ordenador y navegar por la web o entrar en sus redes sociales.

“Si algo nos está enseñando la pandemia, es que la educación es un proceso fluido, que se desarrolla en múltiples formatos y que no acaba nunca”

XL. ¿Algún consejo para evitarlo?

S.K. El profesor debe tener un buen arsenal de trucos para que la pantalla no sea una barrera, para tirar del niño y llevárselo con él ‘al otro lado’. Una videoconferencia no debe ser un profesor soltando su ‘chapa’. Hay que interpelar a los chavales, conversar, hacer pausas para hablar de otra cosa. Algo que rompa la monotonía. Además, y resulta irónico, cuando hay confinamientos, la videoconferencia es a veces la única manera de socializar para los estudiantes fuera de la familia. Por eso, el profesor debe asegurarse de que los alumnos interactúen entre ellos y con él.

XL. ¿Acabará la pandemia con los horarios y los exámenes? ¿O volveremos a lo de siempre, solo que unos días los alumnos irán a clase y otros se conectarán?

S.K. El sistema actual se instauró hace 200 años. Tener una educación gratuita, pública y de masas era una utopía. Se llegó a una solución de compromiso. Meter a 30 alumnos en una clase con un profesor, de este modo se podía llegar a mucha población. El problema es que obliga a que el ritmo de aprendizaje sea el mismo para todos. Se hace así desde la Revolución Industrial.

XL. El alumno como un producto estándar que tiene que cumplir unos niveles de calidad…

S.K. Sí, es la filosofía de la sociedad industrial. Por desgracia, este enfoque sigue vigente. Hay que sacar un producto normalizado. Y hay que mantener un ritmo: lección, deberes, lección… Así durante unas semanas. Y ponemos un examen. Alguien saca un 9; otro, un 7; y otro suspende. Incluso si esos exámenes solo sirvieran para identificar carencias, nos están diciendo que un alumno que aprueba con un 7 no domina el 30 por ciento de la materia. Incluso un alumno de sobresaliente no domina el 10 por ciento. Pero toda la clase se mueve a la siguiente lección. Y ahí tenemos un problema. En matemáticas se ve clarísimo.

XL. ¿Cuál?

S.K. Esa carencia genera un muro en el que el estudiante se estrella. Si yo no sé dividir con decimales, ¿cómo voy a aprender a resolver ecuaciones que requieran dividir con decimales? Por eso, muchos estudiantes se dan de cabeza contra el muro. Nosotros hemos desarrollado un sistema más flexible. Los alumnos tienen todas las oportunidades y todas las evaluaciones que hagan falta hasta que dominan la materia. Pero cada cual a su ritmo.

“Con las videoconferencias estamos viendo que muchos alumnos no se sienten involucrados. Es un fenómeno global”

XL. En España se optó por abrir la mano con los suspensos el curso pasado, pero fue algo coyuntural… ¿Alguna solución cuando no se puede impartir toda la materia o alcanzar los objetivos?

S.K. Si hubiéramos tenido esta conversación hace 50 años, la única solución hubiera sido un tutor personal para cada estudiante o algún tipo de mecanismo de enseñanza ‘entre pares’ (un estudiante enseña a otro sobre un tema en el que se supone que el primero es un experto y el segundo, un novato). Pero ahora hay herramientas tecnológicas para resolverlo. Yo soy un firme defensor de que la tecnología no debe aplicarse solo porque está ahí. Siempre deberíamos plantearnos cuál es nuestro objetivo pedagógico y cuáles son nuestras herramientas para alcanzarlo. Y el objetivo pedagógico debe ser que cada estudiante tiene carencias únicas y necesidades únicas. Y deberíamos identificarlas e ir a por ellas.

XL. No todos los profesores tienen madera de youtubers

S.K. Hay muchos profesores estupendos que lo hacen muy bien con métodos tradicionales, dando sus lecciones. Algunos son magníficos y sus lecciones son muy valiosas. Pero la COVID es un ejemplo de que si yo quiero escuchar tu lección, puedes colgarla y yo verla cuando tenga tiempo. Todos los alumnos de una clase no tienen por qué estar viendo ese vídeo al mismo tiempo. Que cada uno lo vea cuando le venga bien. Que lo pare, lo rebobine, lo revise… Pero ahí no está la clave. El motor de la enseñanza moderna no es una idea nueva.

XL. Sorpréndame.

S.K. Sócrates dio con la clave hace más de 2400 años. La enseñanza nace del diálogo. El alumno hace preguntas. El proceso de preguntar ya implica un esfuerzo intelectual. El que formula una pregunta se coloca en una posición mental de interés, de curiosidad… Y el aprendizaje sucede casi sin darnos cuenta. Una de las cosas interesantes de la COVID es que va a acelerar este diálogo intelectual. Mucha gente ha hablado de hacer las clases más interactivas desde hace muchos años, pero la pandemia lo está forzando. Si el profesor que está en una reunión de Zoom con sus alumnos se limita a disertar, al final se dispersan.

XL. Los colegios han hecho un gran esfuerzo, muchos con medios humanos y materiales limitados. ¿Cree que se puede ir un paso más allá y adaptar las enseñanzas para los trabajos del futuro, que parece que no solo van a escasear, sino que exigirán dominar múltiples habilidades?

S.K. Nuestro sistema tradicional se instauró a mediados del siglo XIX. Cuando los alumnos llegan a cierto curso, se les enseña Química; al año siguiente, Física… Así con todas las materias. Pero el mundo ha evolucionado. Y ya no importan tanto los conceptos que aprendas, sino cómo los aprendas. Hoy es más importante la manera de aprender que los conocimientos en sí.

“Quiero que mis hijos sean resilientes. Que no se rindan. Que tengan la mentalidad de aceptar las cosas como vienen. Y que sean autodidactas”

XL. Pero harán falta unas bases…

S.K. Es obvio que los estudiantes deben tener unos fundamentos en matemáticas, escritura y lectura. Pero cada vez se valora más la habilidad de ser un autodidacta a lo largo de la vida, de ser capaz de encontrar los recursos para aprender. Nunca en la historia el mundo ha evolucionado tanto en tan poco tiempo, nunca los trabajos han cambiado tanto. Y están cambiando continuamente. Pero lo bueno es que nunca hemos tenido tantos recursos al alcance de nuestros dedos si estamos motivados y queremos aprender.

XL. ¿Y se aplica el cuento en casa?

S.K. Desde luego. Es lo que más me preocupa. Quiero asegurarme de que mis hijos tengan unos fundamentos. Y, a partir de ahí, que sean resilientes. Que no se rindan. Quiero que mis hijos tengan la mentalidad de aceptar las cosas como vienen. Y que sean autodidactas. Eso no quiere decir que aprendan solos, sino que sepan encontrar los recursos. Si hacen eso, las oportunidades irán llegando en la vida, a cualquier edad.

XL. Debería ser una ventaja para los más jóvenes que sean nativos digitales. Sin embargo, ¿cómo romper la distracción continua de las pantallas?

S.K. Es difícil. Como padre, mi obligación es limitar sus redes sociales. Y mi otro consejo es que los padres se aseguren de que sus hijos tienen oportunidades de socializar y tener amigos en el mundo real. Que salgan, que vean a sus amigos, incluso durante la pandemia, que lo hagan de una manera segura. Porque entonces no caerán en una burbuja digital que puede ser muy insana.

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Fuente: https://www.xlsemanal.com/personajes/20201123/salman-khan-educacion-a-distancia-digital-presencial-consecuencias-coronavirus.html

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