Putin ha logrado generar una unión, cohesión y claridad de pensamiento inusual, empujando él solo más que décadas de cumbres

Ursula von der Leyen y Emmannuel Macron.AP

PABLO R. SUANZES / Bruselas / EL MUNDO

La invasión Ucrania ha cambiado la historia del continente y se ha llevado por delante, en apenas cinco días, una ristra de tabúes. La UE ha lanzado la mayor batería de sanciones de su historia, coordinadas con EEUU, Reino Unido o Canadá, con el objetivo de destrozar la economía rusa. Ha aprobado la compra y entrega de armas y material letal a Kiev. Ha cerrado el espacio aéreo y congelado activos. Ha despertado, gigante con pies de directivas, con un salto adelante en materia de seguridad y Defensa sin precedentes. Vladimir Putin ha logrado generar una unión, cohesión y claridad de pensamiento inusual, empujando él solo más que décadas de cumbres, conclusiones y non-papers sobre autonomía estratégica, brújulas, ejércitos propios y, como dice Josep Borrell, retórica sobre “empezar a hablar el lenguaje del poder”.

De golpe, la política europea de defensa, cuyo embrión fracasó en 1954 y no ha eclosionado desde entonces, ya no parece imposible, innecesaria o redundante. El debate ya no es sobre si Europa está “deeply concerned” o cómo las dinámicas internas paralizarán cualquier decisión de calado, mientras se buscan excusas. Un camino de mil kilómetros empieza siempre con un paso, y Europa parece haberlo dado, para sorpresa de socios, amigos y enemigos. Faltan muchos, y no va a ser nada fácil cuando pase la adrenalina o si la guerra vecina acaba en masacre. Pero nadie hubiera imaginado posible, hace unas semanas, que Alemania cortara de golpe la certificación de un gasoducto vital para su dependencia energética y que anunciaría, de golpe, un gasto en Defensa de 100.000 millones de euros y que blindará en su Constitución el objetivo de dedicar el 2% del PIB a seguridad, un compromiso firmado por todos los aliados de la OTAN en 2014 pero que muy pocos cumplen, pese a la presión norteamericana. Pero tampoco nadie se hubiera creído que Suiza, el país neutral por excelencia y refugio de miles de millones de euros de fortunas ilícitas de todo el planeta, abandonaría su estatus legendario y su sumaría a las sanciones internacionales contra el régimen de Putin. O que Suecia y Finlandia, reacias desde la Guerra Fría a unirse a la OTAN, enviarían armamento pesado a Ucrania mientras sopesan, realmente en serio, pedir la adhesión a la Alianza Atlántica. O usar el centro de satélites comunitario, con sede en Madrid, para defensa militar de un vecino.

“A la vista de la intervención militar rusa, el Consejo Federal ha tomado la decisión de adoptar el paquete de sanciones impuesto el 23 y el 25 de febrero por la Unión Europea. Los activos de individuos y compañías en la lista serán congelados inmediatamente. Las sanciones contra Vladimir Putin, el primer ministro, Mikhail Mishustin, y el ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, serán implementadas con efecto inmediato. Suiza reafirma su solidaridad con Ucrania y su gente“, dice el comunicado histórico hecho público este lunes.

“Doy la bienvenida de todo corazón a que Suiza adopte sanciones de la UE contra Putin y sus partidarios en la invasión de Ucrania y congele sus activos”, ha celebrado el alto representante para la Política Exterior de la UE. “Son malas noticias para Rusia, ya no servirá de nada que los oligarcas transfieran su riqueza a Suiza, porque sus autoridades harán lo mismo que nosotros”, se congratuló el español.

Suiza ha sido siempre un refugio, el lugar al que huir en una guerra y donde guardar, o esconder, fortunas, amparándose en el secreto bancario. De hecho, irónicamente, es uno de los temas que siempre ha separado a la Confederación Helvética de la UE, y que más problemas ha supuesto en los diferentes acuerdos que se han negociado entre bloques. El último de los cuales, tras años, está parado por las discrepancias. El país ha revocado también parcialmente el acuerdo sobre visados con Rusia, salvo para diplomáticos, pues es también históricamente el lugar donde las negociaciones de paz tienen lugar. Las últimas reuniones entre EEUU y Rusia se han celebrado precisamente en Ginebra.

Este lunes también se han conocido los datos de las primeras encuestas en toda la historia que muestran que una mayoría de los finlandeses, hasta el 53%, se declaran partidarios de que el país se sume a la OTAN, cuando hace un mes era menos del 35%. Y en 2017, el 19% de la población. Durante la Guerra Fría Moscú forzó la neutralidad finlandesa. Y Suecia, colega nórdica, optó por la misma vía, sin alinearse. Pero desde entonces mucho ha cambiado. Ex el primer ministro Alex Stubb, muy activo en las redes sociales siempre, ha reiterado estas semanas que el país es muchas cosas, pero no neutral. “Somos miembros de la UE, usamos el euro, tenemos una asociación muy cercana con la OTAN, un ejército compatible con el de la Alianza, participamos en sus ejercicios, tenemos cazas F18 y F35. Finlandia no es neutral”, reivindica el ahora profesor del Instituto de Estudios Europeos de Florencia.

“Debemos defender esta libertad de elección y asegurarnos de que siga siendo una realidad, ya que es parte del derecho de cada país a decidir sobre sus propias políticas de seguridad“, dijo en su discurso de Año Nuevo la primera ministra, Sanna Marin, y así lo ha reiterado desde entonces. “Finlandia no se enfrenta a una amenaza militar directa ahora mismo, pero está claro que con la invasión el debate sobre la OTAN va a cambiar”, avisó hace unos días. Su país, como Suecia, participó el pasado viernes en una teleconferencia organizado por el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, lo que irritó profundamente el Kremlin.

Moscú ha amenazado directamente a Estocolmo y Helsinki para que no cambie su estatus actual, avisando de que esas decisiones tienen consecuencias militares. Pero la opinión pública, y los gobiernos, están girando. Ambos países, tradicionalmente muy cautos en todo lo que se refiere a operaciones militares (pese a ser Suecia exportada de armas), han confirmado que enviarán material letal a Ucrania, como parte de los esfuerzos europeos. Incluyendo 5.000 armas anti tanque, 5.000 cascos y 5.000 chalecos antibalas, así como raciones y dinero en efectivo para el ejército de Zelenski, la primera vez desde 1939 que se suministran a un socio o vecino. Finlandia, por su parte, suministrará 2.500 rifles de asalto y 150.000 cargadores, así como 1.500 armas antitanque y 70.000 raciones de combate. El objetivo de la presión rusa sobre Ucrania, o uno de ellos, era marcar esferas de influencia y disuadir a todos los potenciales candidatos para que no pidan el ingreso a la OTAN y el resultado, hasta ahora, está siendo el opuesto. Ahora todos en el planeta entienden que acercarse es peligroso, pero no formar parte de la Alianza puede ser mortal.

Más allá de los números, tropas y lo que pase estos días, lo relevante es el cambio. Algo ha cambiado, probablemente para siempre, en la concepción de la seguridad colectiva, en el diseño de la arquitectura continental, en la mentalidad. La UE ha reaccionado, como nunca antes hasta ahora, ocupando un lugar que la OTAN, por razones obvias, no podía llenar. No puede implicarse en los combates, pero parece dispuesta a llegar hasta el límite. Y Alemania, quien durante lustros ha frenado muchas iniciativas, amparándose siempre en el paraguas de la OTAN, la necesidad de no redundar esfuerzos, o esperar siempre a Washington, está a bordo. Y París, a la cabeza.

Emmanuel Macron, cuyo país ostenta la Presidencia temporal de la UE, está en todas partes. Coordinando las reuniones de ministros comunitarios en Bruselas, hablando con el presidente ucraniano dos veces al día, o con Vladimir Putin una vez a la semana intentando parar los ataques. Es quien más ayuda ha anunciado para Kiev, con hasta 300 millones de euros para material ofensivo y defensivo. Y quien más ganas tiene de ese salto en favor de la autonomía estratégica, que daría a París más peso del que tiene ahora en toda institución en la que esté EEUU.

Macron advierte: “La guerra volvió a Europa. Y durará”

En junio la OTAN tiene cumbre en Madrid. Las últimas fueron o un fracaso, con Donald Trump, o un caos, con Francia precisamente diciendo que la Alianza estaba en muerte cerebral. El objetivo de esta reunión era elegir al próximo secretario general, pues Stoltenberg acaba mandato después del verano, y hablar del concepto estratégico. “Los conceptos estratégicos describen la forma en la que la Alianza y los aliados darán respuesta a los retos, amenazas y oportunidades que cada momento histórico plantea a su seguridad y defensa. Codifican lo que ha cambiado en el ambiente de seguridad en los años previos a su adopción y prescriben lo que debe cambiar dentro de la OTAN en los siguientes, a través de directrices políticas y militares para que la organización adapte sus funciones y capacidades al nuevo contexto estratégico”, explican Luis Simón y Félix Arteaga, del Real Instituto Elcano. Hace apenas dos meses muchos pensaban que con la distancia entre Washington y Bruselas, formalizada con la retirada caótica de Afganistán, no habría resultados potentes. Ahora, en un mundo completamente diferente, y con la razón de ser de la Alianza revitalizada, el panorama es completamente diferente.

Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2022/02/28/621d1156fc6c83143b8b45c0.html

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.