Al presidente López Obrador parece que se le ha escurrido entre las manos el control de daños por las denuncias contra su hijo. Quizá sea el golpe más duro a su gobierno… Mientras tanto van 47 periodistas asesinados en tres años y él continúa exhibiendo a algunos en sus conferencias

Por Jesús Manuel Hernández

Mientras que por un lado el discurso presidencial se desborda para alabar a la lealtad de las fuerzas armadas del país, etiquetar a los corruptos y enemigos de la 4T poniendo énfasis en los medios de comunicación y sus protagonistas, como responsables de la complicidad del neoliberalismo; por el otro, los periodistas siguen cayendo, en los tres años de su ejercicio van 47, seis tan solo en el 2022.

El presidente está enfrentando un escenario complicado y el control de daños parece que se le escurre de las manos.

Columnistas de uno y otro bando coinciden en el riesgo de las últimas declaraciones, el caso de España y las revelaciones de los ingresos de Carlos Loret, están construyendo un camino aprovechado por los enemigos de la 4T y de quienes ven en el escenario la posibilidad de sacar provecho personal.

Hablar de esos temas es caminar por el filo de la navaja, si se critica a Loret pareciera darle la razón al hijo de AMLO por el asunto de la llamada “casa gris”; defender a Loret pareciera ser enemigo de MORENA y todo lo que ello significa.

Después de su paso por el hospital para el tema del cateterismo para revisión cardiaca, luego de sus ejercicios divulgados en un video donde menciona la frase de “si me levanto me vuelvo a levantar” o su encierro por el contagio de Covid-19 y su exitosa recuperación, su carácter se ha acentuado en la crítica a los periodistas.

No bastó la ceremonia de reconocimiento a las Fuerzas Armadas de México, la creación de las empresa Olmeca, Maya, Mexica y el reinicio de las giras por todo el territorio.

El golpe asestado por las revelaciones de la residencia en Houston de su hijo mayor ha sido quizá el más severo, el más certero y el que más ha desquiciado su tradicional control de daños ante cualquier eventualidad.

Pocos analistas justifican la respuesta presidencial de exhibir amenazantemente los ingresos de Loret, y hacen voltear la mirada a un estilo que poco le agrada a los mexicanos: el autoritarismo salpicado de resentimiento contra todo aquello que no se acomoda a su particular visión.

No en balde una gota que derramó el vaso de agua fue el informe de The Economist llamado “Democracia vs. autoritarismo: un mundo dividido” donde México es insertado entre los regímenes híbridos, es decir el autoritarismo le ha ido ganando terreno a la democracia.

Malas noticias para la 4T, malas noticias para quienes buscan justificar o intentan hacer entender por qué el presidente ha asumido estas posturas en temas de diplomacia internacional y libertad de expresión.

Acusar a Iberdrola es válido, a sus cómplices, investigar, denunciar y hacer pagar los platos rotos sería buena medida, pero acusar a un pueblo, a un gobierno, le obligó a rectificar y con ello los reflectores se vuelven contra él en el orden internacional donde los calificativos empiezan a ser similares a los usados para definir a López Portillo, Díaz Ordaz y otros.

El presidente se encuentra frente a un laberinto, y pareciera que cada paso que dá se va quedando más solo y la realidad manipulada o no, la post verdad, le van ganando terreno y eso no le conviene a nadie.

Gregorio Marañón describió el papel de Tiberio en su “Historia de un resentimiento”, preso de sí mismo, de su resentimiento galopante refugiado en Capri y en las doce villas dedicadas a igual número de dioses, en los que no creía, y se refugiaba para aislarse del mundo y escuchaba a sus astrólogos que le adivinaban el mundo.

Quizá valga la pena volver a leer Marañón y su descripción de aquél emperador romano, Tiberio.

O por lo menos, así me lo parece.

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